Alicia Rivera (Cortesía El País)
"En el peor escenario, el área [Concepción-Constitución, en Chile] tiene ya un potencial para que ocurra un terremoto de magnitud tan grande como 8 o 8.5 en un futuro próximo", señalaron unos científicos el año pasado. La advertencia pudo pasar desapercibida para muchos, aunque es cierto que, sin una fecha exacta, tampoco cabían medidas de urgencia que tomar al respecto para evitar la catástrofe que finalmente se ha producido en Chile a finales de febrero. Pero la investigación muestra cómo la ciencia avanza en el conocimiento de las tensiones y procesos que desencadenan los terremotos, aunque no sea capaz de precisar con antelación dónde se va a producir uno, cuando y de qué magnitud (los tres parámetros clave que debería tener una predicción sísmica).
Los científicos, liderados por J.C.Ruegg (Instituto de Física del globo, París) y sus colegas utilizaron medidas de desplazamientos de las placas tectónicas en la región chilena con dispositivos GPS durante varios años, con programas de software adaptados a sismología, y constataron que se estaban produciendo movimientos de hasta 68 milímetros por año (lo que se traduce en más de diez metros de desplazamiento acumulado desde el último terremoto allí, en 1835). Esto supone tensiones acumuladas en la corteza terrestre que acaban desencadenar terremotos. Ellos hicieron las medidas entre 1996 y 2002 en una red de unos 40 puntos marcaos con GPS.
La costa chilena es una de las zonas sísmicas más activas del planeta, explicaba en 2009 el equipo de J.C.Ruegg en Physics of the Earth and Planetary Interiors. Como media, se ha producido un gran terremoto de magnitud 8 cada 10 años a lo largo de la historia allí y la única excepción era hasta ahora precisamente la región comprendida entre 35º y 37º de latitud Sur (Concepción-Constitución), que sufrió el último gran seísmo el 20 de febrero de 1835. Fue el terremoto pilló a Charles Darwin por la zona en su largo viaje y que relató en una carta a su hermana Caroline.
"Supongo que debe ser el peor [terremoto] que jamás haya sufrido Chile", escribe el joven que llegaría a ser grandísimo biólogo de la Teoría de la Evolución, "No merece la pena intentar describir las ruinas [...] es el espectáculo más horrible que he presenciado. La ciudad de Concepción no es ahora más unos montones de ladrillos, tejas y maderos [...]no ha quedado una casa habitable [...] la fuerza del terremoto ha debido ser inmensa, la tierra está atravesada por desgarros, las rocas están desplazadas, sólidos contrafuertes de dos a tres metros de grosor están rotos en fragmentos como si fueran galletas".
Desde aquel desastre relatado por el ilustre científico británico y cuya descripción bien podría aplicarse ahora, la región no había sufrido grandes terremotos (aunque si que se habían registrado al Norte y al Sur) y se habían acumulado allí tensiones internas en la tierra capaces de desencadenar un gran seísmo.
Los terremotos allí se llaman de subducción. En ellos, una placa tectónica se va metiendo bajo la contigua, en este caso es la gran placa oceánica de Nazca que se desliza bajo la placa continental sudamericana. La placa empuja, la presión va en aumento bajo tierra y aumenta la tensión hasta que acaba por deformarse y se produce el terremoto. El mismo mecanismo de subducción fue culpable del seísmo de Sumatra. En el caso de Haití, sin embargo, no hubo subducción sino movimiento relativo de la placa del Caribe respecto de la placa norteamericana.
Los científicos conocen estos mecanismos cada vez mejor, pero poder hacer una predicción útil para evitar la tragedia humana y económica es todavía un sueño. En el caso de Ruegg y sus colegas la advertencia del terremoto inminente en Concepción-Constitución difícilmente podría haber salvado vidas al carecer de una estimación adelantada del momento de la catástrofe, ya que es prácticamente imposible evacuar a miles de personas durante un tiempo indefinido. Por ahora, mientras no se pueda advertir con antelación cuándo se va a mover la tierra, dónde y cuánto, la ayuda más realista es imponer la construcción antisísmica en las zonas de riesgo, aconsejan una y otra vez los expertos.
"En el peor escenario, el área [Concepción-Constitución, en Chile] tiene ya un potencial para que ocurra un terremoto de magnitud tan grande como 8 o 8.5 en un futuro próximo", señalaron unos científicos el año pasado. La advertencia pudo pasar desapercibida para muchos, aunque es cierto que, sin una fecha exacta, tampoco cabían medidas de urgencia que tomar al respecto para evitar la catástrofe que finalmente se ha producido en Chile a finales de febrero. Pero la investigación muestra cómo la ciencia avanza en el conocimiento de las tensiones y procesos que desencadenan los terremotos, aunque no sea capaz de precisar con antelación dónde se va a producir uno, cuando y de qué magnitud (los tres parámetros clave que debería tener una predicción sísmica).
Los científicos, liderados por J.C.Ruegg (Instituto de Física del globo, París) y sus colegas utilizaron medidas de desplazamientos de las placas tectónicas en la región chilena con dispositivos GPS durante varios años, con programas de software adaptados a sismología, y constataron que se estaban produciendo movimientos de hasta 68 milímetros por año (lo que se traduce en más de diez metros de desplazamiento acumulado desde el último terremoto allí, en 1835). Esto supone tensiones acumuladas en la corteza terrestre que acaban desencadenar terremotos. Ellos hicieron las medidas entre 1996 y 2002 en una red de unos 40 puntos marcaos con GPS.
La costa chilena es una de las zonas sísmicas más activas del planeta, explicaba en 2009 el equipo de J.C.Ruegg en Physics of the Earth and Planetary Interiors. Como media, se ha producido un gran terremoto de magnitud 8 cada 10 años a lo largo de la historia allí y la única excepción era hasta ahora precisamente la región comprendida entre 35º y 37º de latitud Sur (Concepción-Constitución), que sufrió el último gran seísmo el 20 de febrero de 1835. Fue el terremoto pilló a Charles Darwin por la zona en su largo viaje y que relató en una carta a su hermana Caroline.
"Supongo que debe ser el peor [terremoto] que jamás haya sufrido Chile", escribe el joven que llegaría a ser grandísimo biólogo de la Teoría de la Evolución, "No merece la pena intentar describir las ruinas [...] es el espectáculo más horrible que he presenciado. La ciudad de Concepción no es ahora más unos montones de ladrillos, tejas y maderos [...]no ha quedado una casa habitable [...] la fuerza del terremoto ha debido ser inmensa, la tierra está atravesada por desgarros, las rocas están desplazadas, sólidos contrafuertes de dos a tres metros de grosor están rotos en fragmentos como si fueran galletas".
Desde aquel desastre relatado por el ilustre científico británico y cuya descripción bien podría aplicarse ahora, la región no había sufrido grandes terremotos (aunque si que se habían registrado al Norte y al Sur) y se habían acumulado allí tensiones internas en la tierra capaces de desencadenar un gran seísmo.
Los terremotos allí se llaman de subducción. En ellos, una placa tectónica se va metiendo bajo la contigua, en este caso es la gran placa oceánica de Nazca que se desliza bajo la placa continental sudamericana. La placa empuja, la presión va en aumento bajo tierra y aumenta la tensión hasta que acaba por deformarse y se produce el terremoto. El mismo mecanismo de subducción fue culpable del seísmo de Sumatra. En el caso de Haití, sin embargo, no hubo subducción sino movimiento relativo de la placa del Caribe respecto de la placa norteamericana.
Los científicos conocen estos mecanismos cada vez mejor, pero poder hacer una predicción útil para evitar la tragedia humana y económica es todavía un sueño. En el caso de Ruegg y sus colegas la advertencia del terremoto inminente en Concepción-Constitución difícilmente podría haber salvado vidas al carecer de una estimación adelantada del momento de la catástrofe, ya que es prácticamente imposible evacuar a miles de personas durante un tiempo indefinido. Por ahora, mientras no se pueda advertir con antelación cuándo se va a mover la tierra, dónde y cuánto, la ayuda más realista es imponer la construcción antisísmica en las zonas de riesgo, aconsejan una y otra vez los expertos.
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