El Paro Nacional, la UNAM y los Intocables

(Cuando la Realidad Supera a la Fantasía)

Alfredo Velarde


Cuando algunas oposiciones verdaderas que merecen todo el respeto acordaron, en lo formal, impulsar un día de lucha que realizaría una jornada que sólo excepcionalmente se tradujo en algunas partes en “paro nacional de 24 horas”, anunciado grandilocuentemente como Huelga Política Nacional y que, si se compara con las auténticas huelgas generales que hoy se alientan por ejemplo en la trepidante Grecia actual del insurgente y re-surgente movimiento obrero, así como del renacer contestatario anarquista-libertario juvenil y estudiantil de allá, pareció más broma de mal gusto que compromiso contra-sistémico auténtico.

Algo tan serio –y además necesario- como lo declarado desde las reales motivaciones de fondo que, se supone, tendrían que nutrirlas todos en este México nuestro, donde la realidad capitalista ha terminado por superar a la fantasía de quienes sostienen “combatir al neoliberalismo” para no confesar que se sienten cómodos con el capitalismo que los madrea en medio del baño de sangre calderonista (¿síndrome de la servidumbre voluntaria que los/nos corroe?), mientras piden con nostalgia keynesiana el regreso del “estado benefactor” al ritmo vodevilero y electoralista del obradorismo-zen, ya del todo inofensivo cuando la candidatura hidalguense del PT dizque andresmanuelista optó por Xóchitl Gálvez.

Y es que -¡claro!- mi mirador y radio inmediato de acción es la actualmente anestesiada UNAM, donde el mal llamado “paro” fue algo más cosmético que otra cosa. Dicho sin ánimo de llevar la contra a lo opositores de verdad, pues no conozco a nadie que abrigue tanto como quien aquí escribe, que tales esfuerzos en los que hay que insistir casi como si de un apostolado se tratara, se traduzcan en éxitos rotundos de extendida movilización e insumisión social por doquier. Más parece que nos vale, dije para mis adentros, pues, si no nos organizamos y luchamos, ¿cómo chingados vamos a cambiar el caos des-integrador del cual la evidente debacle calderonista con su guerra impuesta entre delincuencia desorganizada (ellos) y la organizada (el narco no chapista que Calderón no toca no con una averiguación previa), no sólo es parte del problema, sino que es el problema mismo potenciado exponencialmente?

Simular un paro, es una mala idea que en nada concurre a la necesaria acumulación de fuerzas, ¿no? ¡Y ése fue el caso de la UNAM, donde la cada vez más descarada vocación charril de un sindicato de plastilina como el STUNAM, ni siquiera fue capaz de tomar simbólicamente las instalaciones, justo cuando quienes detentan la titularidad del contrato colectivo de los administrativos habían declarado su “voluntad” por “apoyarlo”! Otra iniciativa charra de los agustines y sus guetos corporativizados como ésa, y el movimiento social que alega “combatir al neoliberalismo” -al menos en la UNAM- descansará en paz, por los siglos de los siglos.

Fueron, en todo caso, los esforzados estudiantes de algunas escuelas quienes, con vergüenza militante (como en Economía, Ciencias, Políticas y un par de CCH’s), los que alentaron algunas pequeñas iniciativas sin mucho eco, para que el mentado paro no pareciera día común y corriente, mientras profesores sedicentes de izquierda daban clases como en un día de tantos más. ¿Las autoridades? ¡Felices con su desvergonzada y sardónica sonrisa! No quedaron sino algunos semáforos informativos, volanteo y alguna marchita corta, mientras los compañeros del SME eran gaseados con impunidad –junto a los niños de una guardería- y mientras los profesionales de la mentira, como Televisa y Televisión Azteca, daban el estado del tiempo. ¡Así están las cosas! ¿Quién hará el ejercicio de autocrítica y quiénes la escucharan para cambiar el rumbo y lanzarse a la lucha real sin contemplaciones y otras prácticas?
Llego cansado a casa de mi jornada universitaria y, mientras pienso esta colaboración, pongo mi copia pirata de Los Intocables en la magistral versión de Brian De Palma, la película re-hecha con fundamento en la célebre y vieja serie policíaca norteamericana de los 50, pero con Kevin Costner (en el papel de Eliot Ness) y un magnífico Robert De Niro como en sus mejores tiempos y personajes (representando al mafioso Al Capone) y Sean Connery (como el memorable Malone). El recreo que De Palma emprende de la era de prohibición del alcohol en los Estados Unidos, resulta incomparable desde la perspectiva de un más que improbable policía incorruptible que simbólicamente representa “el bien”, frente a “un mal” indisolublemente vinculado a la lógica del poder capitalista estadounidense, donde los traficantes de alcohol, incluso han comprado a los magistrados y jueces en medio de una impunidad enmarcada en un baño de sangre. Puse la película para entretenerme… ¡y me encontré con el México de la debacle calderonista y su “guerra vs el narco” en que nadie cree y que está a punto de ascender a 20 mil muertos desde que se robara la presidencia! Solamente que trocando la ilegalidad del alcohol por otras sustancias y cambiando a los EUA de los 40, por el México del presente.

Pero la corrupción es la misma e igual las complicidades entre el hampa (delincuencia organizada en que Capone anticipa al Chapo Guzmán) y las autoridades (delincuencia desorganizada cómplice). Nada más que en la fantasía de la trama, con fundamento en la realidad histórica, aparece un hombre impoluto a la gringa, Ness, y cambia el desenlace de las cosas para derrotar a la mafia y encarcelar a Capone, sólo para que en la escena final, un reportero le pregunte a Ness (Costner): “¿qué hará cuando el Congreso revoque la prohibición del alcohol?”. Y responde Ness: “Tomaré un trago”. Indudablemente, si se trasladaran los hechos cinematográficos a nuestro soundtrack presente, es indudable que nuestra realidad supera a la fantasía del cine, pues en la realidad nunca triunfa el bien… si no hay revolución. ¿Hasta cuándo México?

Comentarios