El Distrito Federal y el agua

Bernardo Bátiz V.

El encono en la política, el olvido por parte de los políticos de los valores que deben ser la norma de conducta de la vida pública, ciega frecuentemente a los protagonistas y los hace declarar de tal forma que los ciudadanos no sabemos bien a bien si sus declaraciones van encaminadas al golpeteo de sus contrincantes y rivales o bien están informándonos con veracidad sobre problemas reales.

A los habitantes de la ciudad de México nos pasa esto con frecuencia, cuando leemos o escuchamos declaraciones tremendistas de funcionarios federales que nos advierten sobre riesgos relacionados con el agua: por la mucha que cae del cielo y amenaza con inundarnos o por la poca que se almacena en las presas y amenaza con matarnos de sed. Como decía don Manuel de Navarrete: "cuando con los linces juegas a ensartarla, si la ensartas pierdes y si no perdiste".

Especialmente el funcionario al frente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), José Luis Luege Tamargo, se ha especializado en esa forma de amedrentar y alarmar, pero parece que el mal ejemplo cunde y frecuentemente escuchamos amenazas de graves riesgos para la capital.

Ciertamente esta gran ciudad, como todos sabemos, se originó en una hermosa laguna salpicada de islotes, en la que los aztecas establecieron sus primeros asentamientos; no perdió su vocación lacustre y a la llegada de los españoles se encontraron, no sin asombro, con una gran urbe cruzada por calles de agua y calles de tierra, así como otras mixtas, pero todas ordenadas y bien alineadas. En el centro firme, el gran teocalli y los palacios de los principales gobernantes.

Durante muchos años, el crecimiento de la población y graves errores humanos, uno de ellos durante el gobierno de don Porfirio, la desecación del lago de Chalco para convertir el lecho lodoso en ubérrimas tierras de cultivo, hicieron cada vez más difícil mantener el equilibrio entre tierra firme y zonas susceptibles de inundarse.

Recientemente se ha dicho que, con el hundimiento de la ciudad, debido a lo poroso del subsuelo y a la extracción de los depósitos de agua del mismo, en cualquier momento podemos enfrentar una catástrofe. Lo cierto es que durante los recientes gobiernos de la ciudad no se ha dejado de trabajar en el asunto y se toman las medidas adecuadas, entre las cuales se incluyen sistemas modernos de bombeo para extraer el agua del valle hacia las cuencas en declive, que la lleven al mar, con lo que la acción oficial se adelanta a una contingencia lamentablemente posible.

Con la inundación en el valle de México de hace unas semanas, se vio como las autoridades urbanas actuaron con rapidez y evitaron daños mayores. Lo que corresponde a los habitantes de esta ciudad es prevenirnos para las épocas de sequía, con lo que algunos expertos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México han llamado "cosecha de lluvia", término que ya está incorporado a la ley de la materia y que consiste básicamente, como se hace en muchas zonas en las que las sequías son prolongadas, en almacenar el agua de las épocas de lluvia para emplearla racionalmente en las de escasez.

Una sugerencia se presentó como parte de la campaña política en la delegación Benito Juárez para que la experiencia de la cosecha de lluvia se iniciara precisamente en los grandes edificios de oficinas públicas, que cuentan por lo general, con amplias zonas en las que pueden instalarse cisternas de gran capacidad para el almacenamiento del indispensable liquido. Sin duda, muchos edificios particulares, tanto de viviendas como de negocios, fabricas, centros comerciales y otros más pueden apoyar el programa. Es fundamental que todos colaboremos para resolver este problema y también muy importante, que las autoridades encargadas del mismo, en lugar de crear climas de miedo e inseguridad, asesoren, induzcan y apoyen a la población en lo que a ésta le corresponde y por parte de lo que a ellas les compete, simplemente cumplan con su deber.

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