El color de la derrota y la ridícula minoría

A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce

• Embotellamiento legislativo
• Parálisis


Las consecuencias de la cólera, mi estimado, son más nocivas que las causas que la producen. Pintadito de desesperación el discurso presidencial de Felipe Calderón, quien literalmente está hasta la madre del resultado de su irreflexiva aventura bélica que arroja abusos, muerte y atropellos que barnizan un volátil contexto causando la inusual visita del gabinete de seguridad norteamericano.

Hace lunas que Calderón está de malas, suscitando desencuentros en el terreno partidista y legislativo que ocasiona una seria parálisis que afecta y preocupa a los principales partidos, a la cúpula empresarial y a la clase política. Hoy, el Coliseo San Lázaro navega en un embotellamiento de intereses que se cruzan con los tiempos electorales que contaminan aún más la compleja agenda nacional, urgida de consensos en áreas estratégicas para terminar con el estancamiento que golpea a millones de mexicanos.

Las palabras de Felipe, que en momentos llegó a golpear el atril y elevar innecesariamente la voz, my friend, devela la impotencia, el agotamiento y la irritación cuando señala: ¿qué proponen? ¿Echarnos para atrás? ¿Que los dejemos hacer lo que les da la gana? Es totalmente absurdo e ingenuo. ¿Por qué razón? Porque el problema es haberlos dejado hacer lo que se les da la gana.

Y de ahí, my friend, como si estuviera en tiempos de campaña se aventó a la alberca (sin agua) declarando enfático… quiero una nueva infraestructura legal; una nueva infraestructura de instituciones de seguridad pública, policías más confiables y métodos de investigación, sobre todo una plena autoridad del estado en cada punto del territorio nacional. Eso es lo que quiero. Y que ese entramado sistémico sea tan fuerte que quien quiera que sea que me releve (¡!) tenga forzosamente por ley y por presión de los ciudadanos que es más importante que cumplir el compromiso elemental de proteger a los ciudadanos (¿¿??) ¿Qué hay riesgos? Sí, sí los hay y muy graves. Pero qué otra obligación de gobierno puede ser tan importante como la seguridad y el Estado de derecho: ¿hacer viviendas?, las hacen ustedes y bastante bien. Hay otros, como la educación y la salud que son importantes. Hay muchas actividades y la verdad la más importante de todas es y como gobierno lo que te justifica (¡¡!!) es aplicar la ley, para eso eres gobierno. Cuando abandonamos (kimosabi???) ese principio, México empezó a entrar en problemas.

Y bueno, pues ya lo del color de quién sea (su sucesor) pues ahora sí que, quizá tenga alguna idea… no, no, pero aquí lo importante más que el color del partido, que dé color en el tema de seguridad y la ley. Y eso es lo que debe determinar, yo creo, el rumbo del país.

Chingón.

Estas simpáticas palabras describen, primero, la claudicación de Los Pinos en el cuarto año del sexenio cuando la figura presidencial debe estar fuerte, animada y vigorosa. En segundo lugar, es una grotesca aceptación de facto de lo que no funcionó en su (des)gobierno, porque el México que desea ver Felipe Calderón es, a estas alturas, un wishful thinking. Sobre todo porque la memoria es lo primero que degenera con la edad y olvida que en el Auditorio Nacional aquél aciago diciembre del 2006 instruyó a su gabinete de inútiles desarrollar estrategias, para después volver a anunciar planes para la seguridad pública y un sinfín de puntos whatever, de ahí a la interminable cascada de sonsonetes sobre las variaciones del mismo tema.

Sugestivo que Felipe etiquete a una bola de maleantes como una ridícula minoría que desencadena la carcajada histérica del mordaz respetable.

Esa ridícula minoría se anida poderosa en la esfera más alta del poder federal, estatal y municipal gracias a 40 meses de ausencia de la ley, de impunidad y de corrupción. Esa ridícula minoría ha postrado a su (des)gobierno, ha desgastado y desacreditado al otrora célebre Ejército mexicano, ha vulnerado la seguridad nacional de los Estados Unidos. Esa ridícula minoría ha subyugado a mandatarios como Rodrigo Medina, Leonel Godoy y Marco Adame. Ha oprimido a la grande, mediana y pequeña empresa. Ha amedrentado a millones de mexicanos. Ha demostrado ser ley y aplicar su ley. Esa ridícula minoría ha expulsado a miles de familias. Ha matado inocentes, teñido de sangre y miedo el Vive México. Ha corrompido las instituciones.

En resumen: esa ridícula minoría ha vencido al (des)gobierno de Felipe Calderón que, por legitimarse, no da color desde el 1 de diciembre del 2006.

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