Clero mexicano y Vaticano cómplices de Marcial Maciel

Eduardo Ibarra Aguirre

Una larga y prolija historia de pederastia, enriquecimiento lícito e ilícito, trasiego de influencias religiosas y políticas, falsificación de la identidad propia y la de sus hijos, mitomanía clínica, abuso sexual de sus vástagos, formidables nexos con los hombres y mujeres del poder eclesiástico, político y económico de México, el Vaticano y la aldea global que lo protegieron, arrojan 13 años de investigación periodística sobre Marcial Maciel Degollado.

La historia de esta compleja y costosa búsqueda del periodismo de investigación comenzó el 14 de abril de 1997 con las notas de Salvador Guerrero Chiprés en La Jornada,diario que ahora omite el crédito al actual comisionado ciudadano del Instituto de Acceso a la Información Pública del Distrito Federal.

Continuó con un reportaje de la revista Contenido, gracias al cual Blanca Estela Lara Gutiérrez, pareja sentimental y madre de dos de los quién sabe cuántos hijos de Maciel Degollado, descubrió el verdadero perfil de uno de los más influyentes y oscuros religiosos en el Vaticano.

Prosiguió en Círculo rojo, el programa que dirigieron Carmen Aristegui Flores y Javier Solórzano Zinser en El canal de las estrellas, en 2001, mismo que no resistió la prueba de someter a duda la verdad única con la que siempre se alinea y lucra Televisa.

Más tarde, CNI Canal 40 fue sometido a un draconiano bloqueo publicitario impulsado por Lorenzo Servitje Sendra –el magnate de la comida chatarra que coadyuva a que los mexicanos ocupen el primer lugar mundial en sobrepeso y obesidad infantil--, sólo porque Ciro Gómez Leyva se atrevió a informar más sobre los demonios que anidaban en el alma y el cuerpo del tío en segundo grado de Martha María Sahagún Jiménez, la tesorera de los Legionarios de Cristo en Guanajuato.

Y, más recientemente, las excelentes entrevistas de Aristegui Flores a Omar, José Raúl y Christian González Lara, los tres hijos del también adicto a la morfina que llegó a presentarse como agente de la estadunidense Agencia Central de Inteligencia, integran partes ineludibles de una bitácora periodística que contrasta, como la noche al día, con el absoluto desinterés mostrado hasta la saciedad por los órganos de procuración e impartición de justicia, la complicidad de la jerarquía católica –como es el caso de Norberto Rivera Carrera quien altaneramente aseguró que Guerrero Chiprés cumplió con su obligación profesional a cambio de dinero--, así como de Karol Wojtila y Joseph Ratzinguer, muchísimo más el polaco que el alemán, pues éste decidió que Maciel se dedicara a una vida de retiro y está en curso una auditoría a la orden también conocida como los millonarios de Cristo. Todo indica que a Benedicto XVI sólo le interesan los muy terrenales dineros de la Legión de Cristo, que encabezó el confesor y casamentero preferido por los plutócratas mexicanos y sus familiares.

La complicidad y el encubrimiento del Vaticano y sus hombres en México seguramente provocará que el costo a pagar por el control de daños generado le resulte demasiado caro a la Iglesia católica. Por ello se apresuró la Conferencia del Episcopado Mexicano, en boca de José de Jesús Aguilar Valdés, a declarar al depredador de niños y mujeres: persona “no sana de sus facultades mentales e inclusive se puede catalogar de criminal”.

Tiene razón Aguilar Valdés, pero oculta --como lo hicieron sus pares y también los superiores jerárquicos con Maciel durante tres décadas ininterrumpidas, en primerísimo lugar Juan Pablo II--, las causas estructurales y los dogmas, como el celibato, que forjaron al demoníaco sacerdote, amén de no a asumir las responsabilidades espirituales y materiales con los cientos de afectados, empezando por los hijos y las esposas.

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