Pedro Antonio Navarro / Apro
Refugiado desde el pasado 21 de septiembre en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, el presidente derrocado de ese país centroamericano, Manuel Zelaya, habla de su situación personal y de lo que espera de la comunidad internacional.
Sin ninguna garantía sobre su seguridad–la sede diplomática brasileña se encuentra rodeada por tropas del Ejército hondureño que, en algunas ocasiones, han lanzado gases lacrimógenos hacia el interior del inmueble--, y con las comunicaciones restringidas a unas pocas llamadas internacionales, Manuel Zelaya insta a la comunidad internacional a perseverar en el empeño del retorno a la democracia en su país, y avisa de que este precedente supone un peligro real para todos aquellos gobiernos democráticos del subcontinente que se atrevan a emprender reformas sociales.
Esta es la entrevista:
P.- ¿Cómo se encuentra de ánimo después de todos los recientes acontecimientos adversos?
R.- Estoy muy bien. Espiritualmente yo soy fuerte. Me he criado en la lucha, y desde abajo, uno aprende a resistir los problemas.
P.- Después de que el Congreso hondureño se haya pronunciado en contra de su reposición en su cargo presidencial, ¿cuál es la situación que se está viviendo en el país?
R.- Aquí se está ratificando algo que nosotros creíamos que se quedaba en el pasado: golpes de estado militares, apoyados por Estados Unidos. No hay otra forma de describir esto. Precisamente, porque a pesar de todo el esfuerzo que ha hecho la comunidad internacional, EEUU empezó a apoyar la dictadura; hicieron elecciones bajo la represión, igual que hicieron en Afganistán e Iraq. Nos han deteriorado lo que podríamos haber construido a través del diálogo. Esta es la realidad. Ellos son un país libre, independiente, pero mi deber es aclararle a la comunidad internacional qué es lo que está pasando en el fondo aquí: el retorno de los militares a la vida cívica de las naciones y de las democracias de América Latina es, realmente, un retroceso sin precedentes para nuestros países y nuestros pueblos.
P.- ¿Se siente engañado, traicionado por Estados Unidos?
R.- Creo que no debo juzgar sus opciones. Simplemente comentarlas para que los pueblos de América y los presidentes sepan lo que está pasando.
P.- Al mismo tiempo parece que la actitud estadounidense está arrastrando a otros países como Canadá, Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica; pese a que el resto de las naciones continúan con su condena firme del golpe militar.
R.- Mire, que un país se asocie con otro para buscar la paz, parece loable, pero que se asocie para legitimar un golpe de estado y para blanquearlo, es como ponerle una soga al cuello a todos los presidentes de América Latina. Ahora, el que pretenda hacer un mínimo de reformas está siendo amenazado con este precedente que se está creando aquí en Honduras.
P.- Al margen de la actitud de EEUU y los países mencionados, ¿cómo valora usted el papel que ha ejercido la comunidad internacional frente al golpe en su país?
R.- La comunidad internacional está clara en sus principios. Lo que pasa es que cuando una potencia del tamaño de Estados Unidos cambia esos valores por una negociación interna que iniciaron entre ellos… Dijeron claramente que habían negociado realizar las elecciones con o sin la presencia del presidente. O sea, que ya no importaba la democracia, sino el pacto entre los que iban a competir en las elecciones. Yo soy un líder político democrático, soy el presidente de Honduras, y me dejaron por fuera, no permitieron que mi gente participara, les reprimieron. Aquí ha habido asesinatos, más de 3 mil 500 personas detenidas; más de cien personas que han sido asesinadas, homicidios sin aclaración. No hay un solo detenido en relación con estos crímenes. Todo esto es un pésimo precedente que destruye la imagen de la democracia para América Latina que está impulsando la Organización de Estados Americanos (OEA). Porque la Carta Democrática de la OEA, prácticamente la ha archivado Estados Unidos con esta actuación.
P.- Contrasta enormemente con la actitud de EEUU la que está manteniendo el presidente brasileño. ¿Cómo valora usted esa posición en este proceso tan desgraciado?
R.- Todos los presidentes de América, incluyendo las declaraciones públicas de Obama, han sido congruentes con la defensa del principio de que la soberanía popular no puede ser interrumpida por otro poder del Estado; lo que se conoce como golpe de estado. Y cuando amarran a un presidente y lo sacan a balazos para otro país, es un golpe de estado militar. Todas las declaraciones han sido congruentes, y estoy satisfecho con ese apoyo que he recibido. Sin embargo, la crisis en Honduras hoy se agrava más, porque el candidato que ganó las elecciones, con un 40% o menos de participación de los electores, ahora se ha unido con el régimen golpista. Había un plan subalterno detrás de todo lo que se estaba haciendo a nivel internacional.
P.- Lo que le ha sucedido a usted y a su país sienta un precedente peligroso en un continente con una larga tradición de asonadas militares. ¿Puede esto abrir la puerta a la tentación de nuevos golpes de estado? ¿Se ha generado inseguridad en el resto del continente?
R.- En el siglo XX se produjeron 45 golpes de Estado en América Latina. Ninguno se resolvió de esta forma; muchos de ellos duraron años, pero todos llegaron a un consenso, a un diálogo nacional para ir a elecciones supervisadas. Es la primera vez que los mismos Estados Unidos están apoyando que la dictadura, por sí misma, haga las elecciones, que nos monte un fraude frente al mundo, sin supervisión de la OEA, ni de Naciones Unidas o de la Unión Europea, y que, además, se burle de nosotros, porque bajo represión ningunas elecciones son legítimas, porque grandes grupos de la población no se pueden expresar.
Lo que hicieron en Afganistán y en Iraq ahora lo están haciendo aquí, en Honduras. Y es evidente que el Congreso, extralimitándose de sus funciones, con un abuso de poder inimaginable, acaba de ratificar el decreto que me destituyó en junio. El Congreso no puede destituir a un presidente; falsificaron mi firma para decir que había renunciado; se unieron con los militares para que me desterraran del país. Esta acción del Congreso no está reconocida por ningún país democrático del mundo. Realmente han cometido un delito; a confesión de parte, relevo de prueba.
P.- Ante la situación generada, ¿qué puede hacer el resto de la comunidad internacional para conseguir el retorno de la normalidad democrática a su país?
R.- En primer lugar, apoyar la demanda que presentamos ante la Corte Penal Internacional para que Honduras pueda condenar a los criminales que están reprimiendo, asesinando a la población, y que se pueda castigar a los que dieron un golpe de estado, cometiendo un delito de lesa humanidad, contra el principal derecho de los pueblos para defender sus conquistas. La democracia es un derecho inherente de los pueblos, especialmente de los pueblos pobres: Es su ocasión de ‘poner claros’ a los poderosos y hacer las reformas que nuestro país necesita. En este caso, cuando se quita y se roba la democracia al pueblo, se violan los Derechos Humanos de toda una sociedad.
La comunidad internacional también tiene instrumentos que no desencadenó, precisamente porque Estados Unidos se opuso a ello. Se estuvieron tratando de impulsar, especialmente, por parte de Naciones Unidas. Eran instrumentos que tienen que ver con actividades económicas de los países. Porque este golpe de estado, lógicamente surge desde una élite económica, que a través de sus instrumentos políticos ‘contartan’ a los militares para sacar al presidente que estaba haciendo reformas sociales, desde la legalidad y con el sustento democrático y pacífico.
Esto es el retorno de la barbarie frente a la civilización y la razón. Por eso creo que la comunidad internacional debe poner sus barbas en remojo en América Latina, porque han regresado los militares en el siglo XXI, con métodos más sofisticados de represión y de tortura, como las armas químicas que han usado contra nosotros aquí, en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa.
También en lo político una forma más sofistica da de actuar, legitimando un golpe de estado a través de elecciones fraudulentas sin supervisión internacional y marginando a un gran porcentaje de la población. Le puedo demostrar que en las elecciones del pasado 29 de noviembre sólo ha participado el 40 por ciento del electorado. Es una elección ilegítima. El gobierno que reconozca este tipo de elección está como autorizando que a ellos también los derroquen.
P.- Visto lo sucedido, lo que sí parece claro es que la oligarquía latinoamericana tiene el punto de mira puesto contra aquellos gobiernos que intentan implementar reformas sociales.
R.- Que existan oligarquías, grupos de poder o grupos económicos, élites económicas, es parte del contexto del modelo de desarrollo capitalista. Que existan no es el problema. El problema es que tomen el poder por las armas; el problema es que deroguen la democracia para empezar a manipular, mentir engañar, jugar con cartas marcadas. El poder, se supone que en una democracia, reside en el pueblo. Y el poder es parte de un proceso democrático. Cuando estas oligarquías asumen el poder del país, ya no se conforman con hacer dinero, sino que necesitan el poder en sí. Entonces empiezan a reprimir a los pueblos; se constituyen en criminales, sangrientas y carnívoras, que es lo que está sucediendo en Honduras.
P.- Existe mucha preocupación en el exterior por su seguridad y su situación personal. ¿En qué situación queda? ¿Qué va a hacer? ¿Ha decidido gestionar su exilio a un país democrático y seguro?
R.- Por el momento permanezco aquí, en la Embajada de Brasil, mientras este país así lo autorice, y me mantengo en resistencia, igual que el pueblo, luchando contra la represión y contra la pérdida de nuestra democracia. Me mantengo firme.
P.- ¿Liderará usted, desde dentro del país, el movimiento de resistencia para recuperar la democracia?
R.- Aquí estoy rodeado de militares, prácticamente prisionero, y sólo recibo algunas llamadas internacionales que me permiten. Se me hace imposible ejercer la función política.
Refugiado desde el pasado 21 de septiembre en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, el presidente derrocado de ese país centroamericano, Manuel Zelaya, habla de su situación personal y de lo que espera de la comunidad internacional.
Sin ninguna garantía sobre su seguridad–la sede diplomática brasileña se encuentra rodeada por tropas del Ejército hondureño que, en algunas ocasiones, han lanzado gases lacrimógenos hacia el interior del inmueble--, y con las comunicaciones restringidas a unas pocas llamadas internacionales, Manuel Zelaya insta a la comunidad internacional a perseverar en el empeño del retorno a la democracia en su país, y avisa de que este precedente supone un peligro real para todos aquellos gobiernos democráticos del subcontinente que se atrevan a emprender reformas sociales.
Esta es la entrevista:
P.- ¿Cómo se encuentra de ánimo después de todos los recientes acontecimientos adversos?
R.- Estoy muy bien. Espiritualmente yo soy fuerte. Me he criado en la lucha, y desde abajo, uno aprende a resistir los problemas.
P.- Después de que el Congreso hondureño se haya pronunciado en contra de su reposición en su cargo presidencial, ¿cuál es la situación que se está viviendo en el país?
R.- Aquí se está ratificando algo que nosotros creíamos que se quedaba en el pasado: golpes de estado militares, apoyados por Estados Unidos. No hay otra forma de describir esto. Precisamente, porque a pesar de todo el esfuerzo que ha hecho la comunidad internacional, EEUU empezó a apoyar la dictadura; hicieron elecciones bajo la represión, igual que hicieron en Afganistán e Iraq. Nos han deteriorado lo que podríamos haber construido a través del diálogo. Esta es la realidad. Ellos son un país libre, independiente, pero mi deber es aclararle a la comunidad internacional qué es lo que está pasando en el fondo aquí: el retorno de los militares a la vida cívica de las naciones y de las democracias de América Latina es, realmente, un retroceso sin precedentes para nuestros países y nuestros pueblos.
P.- ¿Se siente engañado, traicionado por Estados Unidos?
R.- Creo que no debo juzgar sus opciones. Simplemente comentarlas para que los pueblos de América y los presidentes sepan lo que está pasando.
P.- Al mismo tiempo parece que la actitud estadounidense está arrastrando a otros países como Canadá, Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica; pese a que el resto de las naciones continúan con su condena firme del golpe militar.
R.- Mire, que un país se asocie con otro para buscar la paz, parece loable, pero que se asocie para legitimar un golpe de estado y para blanquearlo, es como ponerle una soga al cuello a todos los presidentes de América Latina. Ahora, el que pretenda hacer un mínimo de reformas está siendo amenazado con este precedente que se está creando aquí en Honduras.
P.- Al margen de la actitud de EEUU y los países mencionados, ¿cómo valora usted el papel que ha ejercido la comunidad internacional frente al golpe en su país?
R.- La comunidad internacional está clara en sus principios. Lo que pasa es que cuando una potencia del tamaño de Estados Unidos cambia esos valores por una negociación interna que iniciaron entre ellos… Dijeron claramente que habían negociado realizar las elecciones con o sin la presencia del presidente. O sea, que ya no importaba la democracia, sino el pacto entre los que iban a competir en las elecciones. Yo soy un líder político democrático, soy el presidente de Honduras, y me dejaron por fuera, no permitieron que mi gente participara, les reprimieron. Aquí ha habido asesinatos, más de 3 mil 500 personas detenidas; más de cien personas que han sido asesinadas, homicidios sin aclaración. No hay un solo detenido en relación con estos crímenes. Todo esto es un pésimo precedente que destruye la imagen de la democracia para América Latina que está impulsando la Organización de Estados Americanos (OEA). Porque la Carta Democrática de la OEA, prácticamente la ha archivado Estados Unidos con esta actuación.
P.- Contrasta enormemente con la actitud de EEUU la que está manteniendo el presidente brasileño. ¿Cómo valora usted esa posición en este proceso tan desgraciado?
R.- Todos los presidentes de América, incluyendo las declaraciones públicas de Obama, han sido congruentes con la defensa del principio de que la soberanía popular no puede ser interrumpida por otro poder del Estado; lo que se conoce como golpe de estado. Y cuando amarran a un presidente y lo sacan a balazos para otro país, es un golpe de estado militar. Todas las declaraciones han sido congruentes, y estoy satisfecho con ese apoyo que he recibido. Sin embargo, la crisis en Honduras hoy se agrava más, porque el candidato que ganó las elecciones, con un 40% o menos de participación de los electores, ahora se ha unido con el régimen golpista. Había un plan subalterno detrás de todo lo que se estaba haciendo a nivel internacional.
P.- Lo que le ha sucedido a usted y a su país sienta un precedente peligroso en un continente con una larga tradición de asonadas militares. ¿Puede esto abrir la puerta a la tentación de nuevos golpes de estado? ¿Se ha generado inseguridad en el resto del continente?
R.- En el siglo XX se produjeron 45 golpes de Estado en América Latina. Ninguno se resolvió de esta forma; muchos de ellos duraron años, pero todos llegaron a un consenso, a un diálogo nacional para ir a elecciones supervisadas. Es la primera vez que los mismos Estados Unidos están apoyando que la dictadura, por sí misma, haga las elecciones, que nos monte un fraude frente al mundo, sin supervisión de la OEA, ni de Naciones Unidas o de la Unión Europea, y que, además, se burle de nosotros, porque bajo represión ningunas elecciones son legítimas, porque grandes grupos de la población no se pueden expresar.
Lo que hicieron en Afganistán y en Iraq ahora lo están haciendo aquí, en Honduras. Y es evidente que el Congreso, extralimitándose de sus funciones, con un abuso de poder inimaginable, acaba de ratificar el decreto que me destituyó en junio. El Congreso no puede destituir a un presidente; falsificaron mi firma para decir que había renunciado; se unieron con los militares para que me desterraran del país. Esta acción del Congreso no está reconocida por ningún país democrático del mundo. Realmente han cometido un delito; a confesión de parte, relevo de prueba.
P.- Ante la situación generada, ¿qué puede hacer el resto de la comunidad internacional para conseguir el retorno de la normalidad democrática a su país?
R.- En primer lugar, apoyar la demanda que presentamos ante la Corte Penal Internacional para que Honduras pueda condenar a los criminales que están reprimiendo, asesinando a la población, y que se pueda castigar a los que dieron un golpe de estado, cometiendo un delito de lesa humanidad, contra el principal derecho de los pueblos para defender sus conquistas. La democracia es un derecho inherente de los pueblos, especialmente de los pueblos pobres: Es su ocasión de ‘poner claros’ a los poderosos y hacer las reformas que nuestro país necesita. En este caso, cuando se quita y se roba la democracia al pueblo, se violan los Derechos Humanos de toda una sociedad.
La comunidad internacional también tiene instrumentos que no desencadenó, precisamente porque Estados Unidos se opuso a ello. Se estuvieron tratando de impulsar, especialmente, por parte de Naciones Unidas. Eran instrumentos que tienen que ver con actividades económicas de los países. Porque este golpe de estado, lógicamente surge desde una élite económica, que a través de sus instrumentos políticos ‘contartan’ a los militares para sacar al presidente que estaba haciendo reformas sociales, desde la legalidad y con el sustento democrático y pacífico.
Esto es el retorno de la barbarie frente a la civilización y la razón. Por eso creo que la comunidad internacional debe poner sus barbas en remojo en América Latina, porque han regresado los militares en el siglo XXI, con métodos más sofisticados de represión y de tortura, como las armas químicas que han usado contra nosotros aquí, en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa.
También en lo político una forma más sofistica da de actuar, legitimando un golpe de estado a través de elecciones fraudulentas sin supervisión internacional y marginando a un gran porcentaje de la población. Le puedo demostrar que en las elecciones del pasado 29 de noviembre sólo ha participado el 40 por ciento del electorado. Es una elección ilegítima. El gobierno que reconozca este tipo de elección está como autorizando que a ellos también los derroquen.
P.- Visto lo sucedido, lo que sí parece claro es que la oligarquía latinoamericana tiene el punto de mira puesto contra aquellos gobiernos que intentan implementar reformas sociales.
R.- Que existan oligarquías, grupos de poder o grupos económicos, élites económicas, es parte del contexto del modelo de desarrollo capitalista. Que existan no es el problema. El problema es que tomen el poder por las armas; el problema es que deroguen la democracia para empezar a manipular, mentir engañar, jugar con cartas marcadas. El poder, se supone que en una democracia, reside en el pueblo. Y el poder es parte de un proceso democrático. Cuando estas oligarquías asumen el poder del país, ya no se conforman con hacer dinero, sino que necesitan el poder en sí. Entonces empiezan a reprimir a los pueblos; se constituyen en criminales, sangrientas y carnívoras, que es lo que está sucediendo en Honduras.
P.- Existe mucha preocupación en el exterior por su seguridad y su situación personal. ¿En qué situación queda? ¿Qué va a hacer? ¿Ha decidido gestionar su exilio a un país democrático y seguro?
R.- Por el momento permanezco aquí, en la Embajada de Brasil, mientras este país así lo autorice, y me mantengo en resistencia, igual que el pueblo, luchando contra la represión y contra la pérdida de nuestra democracia. Me mantengo firme.
P.- ¿Liderará usted, desde dentro del país, el movimiento de resistencia para recuperar la democracia?
R.- Aquí estoy rodeado de militares, prácticamente prisionero, y sólo recibo algunas llamadas internacionales que me permiten. Se me hace imposible ejercer la función política.
Comentarios