Tolerancia e intolerancia

Teodoro Rentería Arróyave

De Ninguna manera nos ubicamos en la capilla absurda de los fatalistas, sin embargo a veces cuesta trabajo convencerse de lo contrario cuando se aborda la realidad de nuestro país. La fatalidad nos persigue, argumentan, cuando en México los gobernantes tienen un doble rasero en todo: en su doble discurso, en su doble moral, en su tolerancia e intolerancia según sea la persona o la organización a que se le quiera premiar o castigar.

El ejemplo más inmediato por su actualidad es el del sindicalismo: se castiga hasta con la desaparición de la empresa al Sindicato Mexicano de Electricista y se contemporiza con dos monstruos de la corrupción y la prepotencia: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, SNTE, y el Sindicato de Trabajadores de la República Mexicana.

Los líderes de estos dos últimos, la maestra Elba Esther Gordillo y Carlos Romero de Chams, respectivamente, se comprometieron con los panistas Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, al grado tal que se asegura que sin su apoyo jamás habrían logrado acceder al poder; en cambio el líder electricista, Martín Esparza Flores prefirió irse por las izquierdas de Andrés Manuel López Obrador.

Los apoyos políticos son naturales, lo que no se vale es que el pago de favores se haga a costa del pueblo, como es el caso de la educación pública y las maniobras para continuar en la privatización de la principal industria del país en violación constante al mandamiento constitucional; en contraste se castigue con severidad a los contrarios hasta dejar en la desocupación a 46 mil mexicanos y a sus familias.

¿Por qué señalamos lo anterior? Simple, porque en México se aplica la intolerancia con el SME y la tolerancia total con el SNTE, que está más comprometido con los intereses electoreros que con la causa de su origen y responsabilidad: la educación.

No lo decimos nosotros. Durante el foro “Hacia un sistema de evaluación docente en México: Prácticas internacionales, criterios y mecanismos”, organizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, se hicieron dos señalamientos que por su gravedad resultan denuncias públicas:

La enseñanza en el país se ha mezclado con los intereses electorales del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, SNTE, en detrimento del aprendizaje de los niños, advirtió Lucrecia Santibáñez Martínez, una de las expertas del ramo más reconocidas en el mundo e integrante del consejo consultivo de México ante la OCDE.

La Misma Organización, en el mismo foro, calificó como “perverso” mantener en las aulas a profesores que reprueben constantemente las evaluaciones y coincidió en que es “incorrecto” que los docentes sin habilidades conduzcan la educación mexicana: “tendría que haber sanciones en contra de los profesores, sobre todo aquellos con bajo desempeño que no acepten capacitación”.

Como era de esperarse, Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, respondió que el diseño del sistema educativo y las condiciones laborales del magisterio “no permiten” castigar a los afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Lo dicho: fatalidad o no, en México los políticos se manejan con el doble rasero: para unos, toda la tolerancia; para los otros, la más brutal de las intolerancias.

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