Retrospectiva: Los Beltrán Leyva y el poder político

Jorge Fernández Menéndez *

La historia de los hermanos Beltrán Leyva en el narcotráfico es antigua: se trata de uno de los grupos del crimen organizado con una inserción más firme y que durante años se manejó con bajo perfil y controlando, no sólo con la violencia y la coerción, sino también a través de la corrupción, muchos de los principales resortes del poder, varios de ellos ligados a autoridades de origen panista y del ala más dura de ese partido, la que acaba de dejar la dirección del mismo y tuvo su control durante el gobierno de Fox.

Datos al respecto hay muchos. Poco después de que asumiera el poder Ignacio Loyola se realizó, en 1997, un amplio operativo en la ciudad de Querétaro, donde fueron cateados diez domicilios pertenecientes a los hermanos Beltrán Leyva, particularmente de Arturo, el mayor de ellos y el más importante en la estructura de la organización. Poco antes se había realizado en una de esas residencias una fastuosa fiesta con la participación de numerosos narcotraficantes, de la llamada organización de Sinaloa, que en realidad es mucho más amplia y cubre buena parte del territorio del país: allí estuvieron Ismael El Mayo Zambada, Juan José El Azul Esparragoza y fue una de las últimas apariciones de Amado Carrillo Fuentes, asesinado poco después por una fracción de esa misma organización durante una operación de cirugía estética en el Distrito Federal (para ver toda la información de esta historia consultar el libro De los maras a los Zetas, escrito por este autor y Víctor Ronquillo y publicado en 2006 por Grijalvo). Del operativo quedaron innumerables fotos que demostraban la penetración de la familia Beltrán Leyva en la sociedad queretana y sus contactos con personajes importantes en ése y otros estados. Desde entonces, quedó en claro que los Beltrán Leyva habían trascendido los límites de su zona de influencia, la frontera sonorense, y tenían capacidad de operación en el resto del país.

Tuvieron que pasar muchos años, hasta 2005, cuando se dio un nuevo golpe contra los Beltrán Leyva. Ese año, con información proporcionada por la inteligencia estadunidense, que le sigue los pasos desde hace años a ese grupo, se ubicó una enorme mansión en el Estado de México, en Huixquilucan, donde vivían Clara Laborín y su compañero, Héctor Beltrán. Allí se encontraron muchas fotos, incluidas varias de aquella fiesta en Querétaro, pero también innumerables cintas de grabaciones telefónicas realizadas por Beltrán Leyva con muchos interlocutores (una costumbre que en su momento había iniciado Amado Carrillo, como una forma de control y también de presión contra colaboradores olvidadizos de su organización). Durante ese cateo llamó la atención un nombre manuscrito en una agenda de Beltrán Leyva (que logró huir), donde se consignaba el nombre de Nahum Acosta, su teléfono particular y su número de celular. También había una tarjeta de presentación de éste como director de giras de la Presidencia de la República. Cuando se analizaron las cintas se comprobó que en varias de ellas había pláticas de Acosta con Héctor Beltrán (apodado El Ingeniero), donde se hablaba de las giras presidenciales e incluso de entrega de dinero de El Ingeniero a Acosta. Además, en el cateo se encuentran los planos de un spa que se estaba construyendo en Acapulco, llamado Debanhy. En las llamadas, Acosta insiste en preguntarle a su interlocutor sobre cuándo se terminaría el negocio en Acapulco.

Había muchos más datos duros de esa relación, incluido el descubrimiento de que la visa de Estados Unidos le había sido retirada desde diez años atrás a Acosta, por su presunta relación con el cártel de Amado Carrillo y los Beltrán Leyva y, como se sabe, Acosta fue detenido y el presidente Fox reconoció públicamente que el narcotráfico había logrado penetrar Los Pinos. Pero algo sucedió y la detención del director de giras se dio al mismo tiempo que el proceso para elegir al candidato presidencial del PAN y la elección de quien lo había llevado a trabajar a la presidencia, Manuel Espino, al liderazgo del PAN. Repentinamente, un juez decidió que las pruebas no eran admisibles, porque se trataba de grabaciones privadas (aunque incluso las voces de Acosta y de Beltrán fueron autentificadas por agencias estadunidenses), y el ex funcionario quedó en libertad. Incluso así, a su salida de prisión, Espino le volvió a conseguir un puesto en Pemex y lo llevó, como invitado, a un acto con Felipe Calderón, lo que provocó uno de los mayores distanciamientos entre éste y el entonces dirigente panista.

Todo esto viene a cuento por la detención de Alfredo Beltrán Leyva, junto con Héctor, y bajo el mando de Arturo, uno de los tres líderes de esa organización que nominalmente se dice que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán, pero, en términos de operación cotidiana, lideran los Beltrán Leyva e Ismael El Mayo Zambada. Se ha informado, luego del operativo del Ejército que permitió detener a Alfredo junto con su guardia de seguridad, en Culiacán, que éste era el jefe de la operación, en casi todo el Pacífico, de los grupos de sicarios que operaban en Guerrero y Sinaloa, pero, además, de las relaciones políticas que mantiene este grupo en varios estados del país. Los operativos realizados la mañana de ayer en San Ángel Inn y Coyoacán, en el DF, permitieron detener a once sicarios y decomisar un amplio arsenal. Pero, aparte, pone de manifiesto lazos con grupos de poder en la capital: no fue una casualidad que se impidió acceder en esos operativos a agentes locales y, sobre todo, a la Judicial capitalina.

No es, por supuesto, un tema partidario: los Beltrán Leyva crecieron con el cobijo priista, penetraron profundamente en sectores del PAN y ahora también se comprueba que perredistas. El narcotráfico no tiene ideología, sino intereses, y hay grupos políticos y de poder que tienen sed de recursos. Eso termina uniéndolos.

* Publicado el 23 de enero de 2008

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