Ramón Alfonso Sallard
Resistencia Civil Pacífica, como ya se dijo, es el nombre del movimiento social y el conjunto de acciones llevadas a cabo por el obradorismo, que incluye movilizaciones de protesta y hasta bloqueos a la labor legislativa dentro y fuera de los recintos parlamentarios. Algunas de sus prácticas podrían aproximarse a la Desobediencia Civil. Sin embargo, ésta implica asumir posiciones ciertamente pacíficas y profundamente humanistas, pero mucho más radicales que las realizadas hasta hoy por el líder opositor y sus adeptos.
La Desobediencia Civil tiene un fundamento ético, filosófico y político. En esencia, es un acto consciente de desobediencia a la ley, aunque no todos los casos de desacato pueden inscribirse en ese marco. El desobediente civil realiza su acción de manera pública. El delincuente común se esconde. El primero está dispuesto a ser castigado por transgredir u oponerse a algo que considera injusto. El segundo no tiene propósitos cívicos.
El creador de la Desobediencia Civil fue el norteamericano Henry David Thoreau en su obra homónima publicada en mayo de 1849. Los principios que ahí expuso influyeron en personajes como León Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King y César Chávez, entre varios más. Incluso hay algunas referencias explícitas al concepto de desobediencia civil en las obras de dos de las personalidades más notables del siglo XX: Einstein y Russell.
Gandhi usó la estrategia de la desobediencia civil en la India, siendo ésta todavía una colonia del imperio británico. Su propósito era lograr la independencia de forma no violenta, tal como ocurrió, luego de largos años de lucha. Durante décadas, Gandhi boicoteó al gobierno colonial inglés a través de huelgas, movilizaciones y llamados a desacatar la autoridad y las leyes injustas impuestas por los invasores. Él veía con toda claridad que el camino menos costoso para su pueblo era la lucha pacífica, pues la superioridad de los ingleses aplastaría cualquier rebelión armada.
Otra personalidad destacada en la desobediencia civil fue el líder chicano César Chávez. En la década de los 60 del siglo pasado, recurrió a este método para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores agrícolas en Estados Unidos, mayoritariamente de origen mexicano. Sin embargo, fue Martin Luther King, líder del movimiento de los derechos civiles en ese país, quien obtuvo la mayor resonancia y logros, al punto de ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Hasta el final –fue asesinado por eso--, predicó la transgresión pública de las leyes racistas contra la comunidad afroamericana a la que pertenecía. Triunfó después de muerto. Sin esta lucha sería imposible que hoy fuera presidente de Estados Unidos Barack Obama.
La idea de la desobediencia civil le nació a Henry David Thoreau el 13 de mayo de 1846, cuando el presidente Polk le declaró la guerra a México. Incluso, el escritor norteamericano pasó una noche en la cárcel de su pueblo natal por rehusarse a pagar el impuesto personal, que financiaba la incursión bélica y también el sistema esclavista estadounidense.
El escritor sentenció: “el pueblo norteamericano tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo”. Thoreau reclamó el derecho a la revolución, pero a una revolución pacífica, que se iniciaría con la negación al pago de impuestos por parte de la población. Esto, teóricamente, supondría la limitación de recursos al gobierno.
¿Usted cree, lectora, lector, que en el México actual tendría eco un llamado a la desobediencia civil que incluyera el no pago de los injustos impuestos aprobados recientemente? ¿O el rechazo al pago de la luz en protesta por el despido de 45 mil trabajadores?
Son sólo algunos ejemplos que Andrés Manuel López Obrador, el mexicano con mayor convocatoria entre la población, debería estar ya planteándose. ¿Se animará a transformar la Resistencia Civil Pacífica en un movimiento de Desobediencia Civil?
Resistencia Civil Pacífica, como ya se dijo, es el nombre del movimiento social y el conjunto de acciones llevadas a cabo por el obradorismo, que incluye movilizaciones de protesta y hasta bloqueos a la labor legislativa dentro y fuera de los recintos parlamentarios. Algunas de sus prácticas podrían aproximarse a la Desobediencia Civil. Sin embargo, ésta implica asumir posiciones ciertamente pacíficas y profundamente humanistas, pero mucho más radicales que las realizadas hasta hoy por el líder opositor y sus adeptos.
La Desobediencia Civil tiene un fundamento ético, filosófico y político. En esencia, es un acto consciente de desobediencia a la ley, aunque no todos los casos de desacato pueden inscribirse en ese marco. El desobediente civil realiza su acción de manera pública. El delincuente común se esconde. El primero está dispuesto a ser castigado por transgredir u oponerse a algo que considera injusto. El segundo no tiene propósitos cívicos.
El creador de la Desobediencia Civil fue el norteamericano Henry David Thoreau en su obra homónima publicada en mayo de 1849. Los principios que ahí expuso influyeron en personajes como León Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King y César Chávez, entre varios más. Incluso hay algunas referencias explícitas al concepto de desobediencia civil en las obras de dos de las personalidades más notables del siglo XX: Einstein y Russell.
Gandhi usó la estrategia de la desobediencia civil en la India, siendo ésta todavía una colonia del imperio británico. Su propósito era lograr la independencia de forma no violenta, tal como ocurrió, luego de largos años de lucha. Durante décadas, Gandhi boicoteó al gobierno colonial inglés a través de huelgas, movilizaciones y llamados a desacatar la autoridad y las leyes injustas impuestas por los invasores. Él veía con toda claridad que el camino menos costoso para su pueblo era la lucha pacífica, pues la superioridad de los ingleses aplastaría cualquier rebelión armada.
Otra personalidad destacada en la desobediencia civil fue el líder chicano César Chávez. En la década de los 60 del siglo pasado, recurrió a este método para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores agrícolas en Estados Unidos, mayoritariamente de origen mexicano. Sin embargo, fue Martin Luther King, líder del movimiento de los derechos civiles en ese país, quien obtuvo la mayor resonancia y logros, al punto de ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Hasta el final –fue asesinado por eso--, predicó la transgresión pública de las leyes racistas contra la comunidad afroamericana a la que pertenecía. Triunfó después de muerto. Sin esta lucha sería imposible que hoy fuera presidente de Estados Unidos Barack Obama.
La idea de la desobediencia civil le nació a Henry David Thoreau el 13 de mayo de 1846, cuando el presidente Polk le declaró la guerra a México. Incluso, el escritor norteamericano pasó una noche en la cárcel de su pueblo natal por rehusarse a pagar el impuesto personal, que financiaba la incursión bélica y también el sistema esclavista estadounidense.
El escritor sentenció: “el pueblo norteamericano tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo”. Thoreau reclamó el derecho a la revolución, pero a una revolución pacífica, que se iniciaría con la negación al pago de impuestos por parte de la población. Esto, teóricamente, supondría la limitación de recursos al gobierno.
¿Usted cree, lectora, lector, que en el México actual tendría eco un llamado a la desobediencia civil que incluyera el no pago de los injustos impuestos aprobados recientemente? ¿O el rechazo al pago de la luz en protesta por el despido de 45 mil trabajadores?
Son sólo algunos ejemplos que Andrés Manuel López Obrador, el mexicano con mayor convocatoria entre la población, debería estar ya planteándose. ¿Se animará a transformar la Resistencia Civil Pacífica en un movimiento de Desobediencia Civil?
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