Teodoro Rentería Arróyave
Las noticias malas caen como aguijones que lastiman la piel y las conciencias de los que todavía las conservan. En el terrible renglón de la atención e implementación de la seguridad social los últimos gobiernos han fracasado en forma escandalosa, si tomamos en cuenta que el primer y fundamental compromiso de todo funcionario es asegurar el bienestar de su pueblo al que juró servir y respetar.
Son muchos los grupos vulnerables los que sobreviven en este mar proceloso de la abulia, del desinterés, del egoísmo y de la corrupción. Les asiste la razón a los que indican que en toda sociedad primariamente se debe cuidar de la niñez, de las mujeres y de los adultos mayores.
Llamémosles por su nombre, sin eufemismos, en México los ancianos en lugar de que cuidemos lo que representan: historia y experiencia, en ocasiones cualidades perdidas por la misma edad, puesto que ya lo dieron todo, por falta de programas asistenciales y por la pobreza en que están sumidas más de la mitad de las familias se les convierte en una carga y por consecuencia viven sus últimos años en el más absoluto de los abandonos, en el más terrible de los desamaros. La agonía de la soledad.
Los datos son duros y lacerantes: la inmensa mayoría de los adultos mayores viven en el desamparo y son víctimas de sus familiares que los abandonan porque les representan una carga, así lo da a conocer nada menos que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, un organismo gubernamental, que no puede maquillar las cifras.
Según el informe de ese organismo, en México 8 de cada 10 adultos mayores tienen alguna carencia social, que los hace vulnerables a caer en la pobreza, y 4 de cada 10 ya viven en esa condición.
Además, este sector de la población enfrenta maltrato de sus familiares, cuatro de cada cinco carecen de pensión que les permita vivir con tranquilidad la vejez y apenas 15 por ciento cuentan con seguridad social.
El organismo señala que de los 7 millones de mexicanos de 65 años y más, sólo 18.7 por ciento, es decir, 1.2 millones de personas de este grupo de edad cuentan con ingresos suficientes y viven sin carencia alguna.
El informe indica que 3.11 millones de personas, 43 por ciento, viven en pobreza de moderada a extrema de acuerdo con datos hasta 2008; el 34 por ciento de esta población tenía al menos dos carencias sociales, las cuales podían ser de educación, servicios de salud, seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a los servicios básicos en la vivienda y a la alimentación.
En México “el apoyo a los ancianos es insuficiente frente a los múltiples retos que conlleva su atención y los requerimientos específicos en esta etapa de la vida, que colocan a muchos miembros de este grupo de edad en situación de vulnerabilidad ante enfermedades crónico degenerativas y mentales, discapacidades, rechazo y abandono. En los hogares son relegados, sufren maltrato físico y emocional, despojo de sus bienes; enfrentan falta de trabajo o sólo oferta en actividades de baja calidad y bajos salarios, falta de pensiones y de seguridad social”, denuncia en esa misma línea el Observatorio de Política Social y Derechos Humanos.
En otras palabras, se comprueba una vez más que las políticas públicas en seguridad social y en la lucha a la pobreza son un rotundo fracaso; algo se tendrá que hacer con la inmediatez que a todo esto obliga. Más ruindad e irresponsabilidad nos llevará a estadios de conflictos sociales de imprevisibles consecuencias.
Las noticias malas caen como aguijones que lastiman la piel y las conciencias de los que todavía las conservan. En el terrible renglón de la atención e implementación de la seguridad social los últimos gobiernos han fracasado en forma escandalosa, si tomamos en cuenta que el primer y fundamental compromiso de todo funcionario es asegurar el bienestar de su pueblo al que juró servir y respetar.
Son muchos los grupos vulnerables los que sobreviven en este mar proceloso de la abulia, del desinterés, del egoísmo y de la corrupción. Les asiste la razón a los que indican que en toda sociedad primariamente se debe cuidar de la niñez, de las mujeres y de los adultos mayores.
Llamémosles por su nombre, sin eufemismos, en México los ancianos en lugar de que cuidemos lo que representan: historia y experiencia, en ocasiones cualidades perdidas por la misma edad, puesto que ya lo dieron todo, por falta de programas asistenciales y por la pobreza en que están sumidas más de la mitad de las familias se les convierte en una carga y por consecuencia viven sus últimos años en el más absoluto de los abandonos, en el más terrible de los desamaros. La agonía de la soledad.
Los datos son duros y lacerantes: la inmensa mayoría de los adultos mayores viven en el desamparo y son víctimas de sus familiares que los abandonan porque les representan una carga, así lo da a conocer nada menos que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, un organismo gubernamental, que no puede maquillar las cifras.
Según el informe de ese organismo, en México 8 de cada 10 adultos mayores tienen alguna carencia social, que los hace vulnerables a caer en la pobreza, y 4 de cada 10 ya viven en esa condición.
Además, este sector de la población enfrenta maltrato de sus familiares, cuatro de cada cinco carecen de pensión que les permita vivir con tranquilidad la vejez y apenas 15 por ciento cuentan con seguridad social.
El organismo señala que de los 7 millones de mexicanos de 65 años y más, sólo 18.7 por ciento, es decir, 1.2 millones de personas de este grupo de edad cuentan con ingresos suficientes y viven sin carencia alguna.
El informe indica que 3.11 millones de personas, 43 por ciento, viven en pobreza de moderada a extrema de acuerdo con datos hasta 2008; el 34 por ciento de esta población tenía al menos dos carencias sociales, las cuales podían ser de educación, servicios de salud, seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a los servicios básicos en la vivienda y a la alimentación.
En México “el apoyo a los ancianos es insuficiente frente a los múltiples retos que conlleva su atención y los requerimientos específicos en esta etapa de la vida, que colocan a muchos miembros de este grupo de edad en situación de vulnerabilidad ante enfermedades crónico degenerativas y mentales, discapacidades, rechazo y abandono. En los hogares son relegados, sufren maltrato físico y emocional, despojo de sus bienes; enfrentan falta de trabajo o sólo oferta en actividades de baja calidad y bajos salarios, falta de pensiones y de seguridad social”, denuncia en esa misma línea el Observatorio de Política Social y Derechos Humanos.
En otras palabras, se comprueba una vez más que las políticas públicas en seguridad social y en la lucha a la pobreza son un rotundo fracaso; algo se tendrá que hacer con la inmediatez que a todo esto obliga. Más ruindad e irresponsabilidad nos llevará a estadios de conflictos sociales de imprevisibles consecuencias.
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