Laura M. López Murillo
En algún lugar de la estadística, donde la realidad se desplaza de las cimas a las depresiones en una campana de Gauss, la desventura se traduce en porcentajes, las carencias se distribuyen en rangos; pero esa conversión no pondera los niveles de la demagogia, ni los grados de la indefensión…
Dicen los que saben que la contundencia de las cifras reside en los parámetros, porque las ponderaciones dependen de los rangos de la interpretación, y que por eso, el manejo pernicioso de los números produce cantidades discrepantes con la realidad.
Una de las cifras más esquivas en la administración pública es el número de los habitantes que sobreviven en la pobreza. La cifra negra de la miseria suele eludirse en un cuadro sinóptico de los niveles de la pobreza, en la clasificación de las carencias. En petulantes categorías, la pobreza se identifica con el nivel de ingresos, con la ausencia de propiedades, con la carencia de los satisfactores vitales; sin embargo, esa fría clasificación no se considera el grado de la desesperanza, las expresiones de los vicios y la imperiosa necesidad de eludir la cruel realidad.
Recientemente, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), realizó cambios sustanciales en la metodología para la medición de la pobreza; las modificaciones produjeron una reducción insólita y se borraron de la sumatoria tres y medio millones de mexicanos en condición de pobreza.
Atendiendo al criterio establecido en la Ley de Desarrollo Social, se añaden a los parámetros de la pobreza una serie de indicadores relacionados con el acceso a la seguridad social. La nueva metodología establece una medición multidimensional, y ahora, la pobreza se desplaza por debajo de los 64 pesos de ingreso diario y se manifiesta en la carencia de alguno de los derechos sociales: acceso a la salud, educación, espacio en la vivienda, seguridad social.
La ponderación multidimensional pretendía diversificar los rangos de la pobreza para eludir la cifra catastrófica de las políticas públicas, el efecto inmediato fue la reducción del padrón de la pobreza; no obstante, la aplicación de los factores y las dimensiones produjo una paradoja espontánea y se incrementó el indeseable nivel paupérrimo del jodidismo.
La perspectiva multidimensional refleja una magnitud inesperada de la pobreza, la cáustica desigualdad en los niveles del bienestar social y exhibe el fracaso del asistencialismo. El programa Oportunidades es un soberano fracaso, porque no ha aliviado el flagelo de la miseria.
La crueldad de esta paradoja estriba en que la pobreza no es una prioridad en las políticas públicas: las carencias y la indefensión sólo son el argumento principal del discurso proselitista. Los pobres existen para el régimen únicamente en tiempos electorales.
La pobreza continuará expandiéndose en un régimen donde predomina la ausencia de sensibilidad social, que traduce la desventura en porcentajes, que distribuye las carencias en rangos, que elude los niveles de la demagogia y los grados de la indefensión…
Laura M. López Murillo es Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
En algún lugar de la estadística, donde la realidad se desplaza de las cimas a las depresiones en una campana de Gauss, la desventura se traduce en porcentajes, las carencias se distribuyen en rangos; pero esa conversión no pondera los niveles de la demagogia, ni los grados de la indefensión…
Dicen los que saben que la contundencia de las cifras reside en los parámetros, porque las ponderaciones dependen de los rangos de la interpretación, y que por eso, el manejo pernicioso de los números produce cantidades discrepantes con la realidad.
Una de las cifras más esquivas en la administración pública es el número de los habitantes que sobreviven en la pobreza. La cifra negra de la miseria suele eludirse en un cuadro sinóptico de los niveles de la pobreza, en la clasificación de las carencias. En petulantes categorías, la pobreza se identifica con el nivel de ingresos, con la ausencia de propiedades, con la carencia de los satisfactores vitales; sin embargo, esa fría clasificación no se considera el grado de la desesperanza, las expresiones de los vicios y la imperiosa necesidad de eludir la cruel realidad.
Recientemente, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), realizó cambios sustanciales en la metodología para la medición de la pobreza; las modificaciones produjeron una reducción insólita y se borraron de la sumatoria tres y medio millones de mexicanos en condición de pobreza.
Atendiendo al criterio establecido en la Ley de Desarrollo Social, se añaden a los parámetros de la pobreza una serie de indicadores relacionados con el acceso a la seguridad social. La nueva metodología establece una medición multidimensional, y ahora, la pobreza se desplaza por debajo de los 64 pesos de ingreso diario y se manifiesta en la carencia de alguno de los derechos sociales: acceso a la salud, educación, espacio en la vivienda, seguridad social.
La ponderación multidimensional pretendía diversificar los rangos de la pobreza para eludir la cifra catastrófica de las políticas públicas, el efecto inmediato fue la reducción del padrón de la pobreza; no obstante, la aplicación de los factores y las dimensiones produjo una paradoja espontánea y se incrementó el indeseable nivel paupérrimo del jodidismo.
La perspectiva multidimensional refleja una magnitud inesperada de la pobreza, la cáustica desigualdad en los niveles del bienestar social y exhibe el fracaso del asistencialismo. El programa Oportunidades es un soberano fracaso, porque no ha aliviado el flagelo de la miseria.
La crueldad de esta paradoja estriba en que la pobreza no es una prioridad en las políticas públicas: las carencias y la indefensión sólo son el argumento principal del discurso proselitista. Los pobres existen para el régimen únicamente en tiempos electorales.
La pobreza continuará expandiéndose en un régimen donde predomina la ausencia de sensibilidad social, que traduce la desventura en porcentajes, que distribuye las carencias en rangos, que elude los niveles de la demagogia y los grados de la indefensión…
Laura M. López Murillo es Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
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