Álvaro Cepeda Neri
El periodismo de investigación que, con veracidad y contrastando los hechos, practica como estilo personal el grupo de reporteros de la revista semanal Contralínea, encabezados por su director y coordinador Miguel Badillo, ha publicado en un libro, corregido y actualizado, los reportajes que aparecieron en ella entre 2007 y 2008, con el título de: Morir en la miseria (editorial Océano de México).
Éste recoge la dramáticamente explosiva sobrevivencia de los mexicanos en situación de hambruna (casi 20 millones en zonas urbanas y 15 en zonas rurales de comunidades indígenas) y expone cómo ese drama aumentó durante el foxismo y el calderonismo.
Y Calderón para justificar el aumento de impuestos, supuestamente para canalizar un gasto mayor a la atención de la pobreza, dijo y con él su entonces todavía secretario de Desarrollo Social (Sedesol), que los mexicanos en condiciones de pobreza, ascendían a más de 50 millones.
Ahora el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), apéndice del calderonismo, informó que casi 82 millones de mexicanos están inmersos en las categorías de empobrecimiento. De estos, 69 millones no tienen ninguna seguridad social, 43 millones están al margen de cualquiera asistencia de salud y el 77 por ciento tiene carencias, debido al desempleo, los bajos salarios y la inflación.
La nueva metodología del INEGI, de Coneval y de Sedesol, que desinforman a la opinión pública, está restando mexicanos en situación de pobreza. El investigador Julio Boltvinik, a pregunta del reportero Roberto González (La Jornada: 12/XII/09), respondió que le han restado a la población en pobreza cerca de 4 millones, con lo que los mexicanos con hambre (y sed de justicia, para agregarle lo de la divisa de la Centenaria Revolución de 1910), suman 86 millones.
Esta cifra es un volcán a punto de estallar, ya que a su desesperada situación se agrega el desempleo de 50 millones y la advertencia de que en 2010 la economía mexicana seguirá atrapada en falta de crecimiento, cierre de empresas (ya lo hicieron casi once mil en todo el país), más despedidos y aumento de precios.
No tiene ni estrategia ni tiempo el calderonismo para siquiera empezar a atender el gravísimo problema nacional. Y no hay milagros, pues hasta de la Basílica de Guadalupe su rector le pasó revista a la inseguridad, desempleo e impunidad que tiene a los mexicanos entre la espada del hambre y la pared de la rebelión contra la administración y el gobierno calderonista.
El que 24 millones de mexicanos tengan posibilidades para no caer en la pobreza no es una frontera para contener a 86 millones que por hambre se vean empujado a manifestarse con el riesgo de hacer contacto con la violencia y que 2010 sea el año de una explosiva revuelta nacional incontrolable, incluso al precio de un baño de sangre de policías y militares ya en la calle con varios frentes. La pobreza ha sido siempre la pólvora, sobre la pradera seca, que puede ser encendida por la mínima expresión de indignación social.
El periodismo de investigación que, con veracidad y contrastando los hechos, practica como estilo personal el grupo de reporteros de la revista semanal Contralínea, encabezados por su director y coordinador Miguel Badillo, ha publicado en un libro, corregido y actualizado, los reportajes que aparecieron en ella entre 2007 y 2008, con el título de: Morir en la miseria (editorial Océano de México).
Éste recoge la dramáticamente explosiva sobrevivencia de los mexicanos en situación de hambruna (casi 20 millones en zonas urbanas y 15 en zonas rurales de comunidades indígenas) y expone cómo ese drama aumentó durante el foxismo y el calderonismo.
Y Calderón para justificar el aumento de impuestos, supuestamente para canalizar un gasto mayor a la atención de la pobreza, dijo y con él su entonces todavía secretario de Desarrollo Social (Sedesol), que los mexicanos en condiciones de pobreza, ascendían a más de 50 millones.
Ahora el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), apéndice del calderonismo, informó que casi 82 millones de mexicanos están inmersos en las categorías de empobrecimiento. De estos, 69 millones no tienen ninguna seguridad social, 43 millones están al margen de cualquiera asistencia de salud y el 77 por ciento tiene carencias, debido al desempleo, los bajos salarios y la inflación.
La nueva metodología del INEGI, de Coneval y de Sedesol, que desinforman a la opinión pública, está restando mexicanos en situación de pobreza. El investigador Julio Boltvinik, a pregunta del reportero Roberto González (La Jornada: 12/XII/09), respondió que le han restado a la población en pobreza cerca de 4 millones, con lo que los mexicanos con hambre (y sed de justicia, para agregarle lo de la divisa de la Centenaria Revolución de 1910), suman 86 millones.
Esta cifra es un volcán a punto de estallar, ya que a su desesperada situación se agrega el desempleo de 50 millones y la advertencia de que en 2010 la economía mexicana seguirá atrapada en falta de crecimiento, cierre de empresas (ya lo hicieron casi once mil en todo el país), más despedidos y aumento de precios.
No tiene ni estrategia ni tiempo el calderonismo para siquiera empezar a atender el gravísimo problema nacional. Y no hay milagros, pues hasta de la Basílica de Guadalupe su rector le pasó revista a la inseguridad, desempleo e impunidad que tiene a los mexicanos entre la espada del hambre y la pared de la rebelión contra la administración y el gobierno calderonista.
El que 24 millones de mexicanos tengan posibilidades para no caer en la pobreza no es una frontera para contener a 86 millones que por hambre se vean empujado a manifestarse con el riesgo de hacer contacto con la violencia y que 2010 sea el año de una explosiva revuelta nacional incontrolable, incluso al precio de un baño de sangre de policías y militares ya en la calle con varios frentes. La pobreza ha sido siempre la pólvora, sobre la pradera seca, que puede ser encendida por la mínima expresión de indignación social.
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