Álvaro Cepeda Neri
El calderonismo pisa a fondo el acelerador de las privatizaciones y simultáneamente pone las condiciones para que los tenientes del Ejército (lo de mexicano está por verse) reclamen ejercer los tres poderes federales, enderezando un golpismo anticonstitucional que, invocando a Victoriano Huerta, provoque el golpe de Estado. Es la manera de privatizar los poderes públicos del Estado federal y encaminar al país al Estado unitario militar.
Los soldados y sus mandos inmediatos están hartos de ser usados como policías, mientras existen arreglos entre políticos y capos de las drogas que se hacen justicia por propia mano, y entregan a las autoridades a narcos menores de los que los Chapos Guzmán, los Zetas, La Familia y demás facciones, se quieren deshacer.
El territorio está ocupado, en un 70 por ciento por los narcotraficantes que defienden su coto de caza a sangre y fuego con sus sicarios-paramilitares. Y el 30 por ciento restante está militarizado. En medio de ese control están atrapados los mexicanos.
Chihuahua es un estado narco, se decir: propiedad del narcotráfico. Ciudad Juárez es su capital y centro de operaciones comerciales y financieras. Y van por Sonora, Sinaloa, Durango, Guerrero, Oaxaca, Jalisco y el Distrito Federal. Ya desde este último se maneja el imperio de las drogas.
En ese contexto Calderón y el PAN apuran las privatizaciones de las empresas públicas: Pemex, CFE y la ya en liquidación LyFC, para que los narcos y capitales afines las compren. Quiere privatizar la UNAM, el Politécnico, Tecnológicos y demás instituciones de estudios superiores (El Colegio de México, El Colegio Nacional, etc.) que, por mandato de la Constitución es una educación gratuita (los ricos tienen sus escuelas, incluyendo a la Libre de Derecho donde estudiaron los panistas) y debe ser financiada por el gobierno usando recursos de los mexicanos. Y ha propuesto en su anteproyecto de gasto, mínimos subsidios para los servicios educativos.
El PAN (con El Yunque, sociedad secreta religiosa, estilo Ku-kux-klan) quiere quebrar económicamente esas instituciones (como lo hacen con las empresas públicas) para que cierren sus puertas. Así, engrosar las filas de los jodidos, al echar a la calle a millones de estudiantes que sólo terminen estudios de secundaria, para que medio puedan leer y escribir y, con los demás trabajadores, ofrecerse como mano de obra barata para las oleadas de maquiladoras que puedan llegar.
Y que sólo existan universidades y tecnológicos privados, para los hijos de los ricos. Se trata de empobrecer hasta culturalmente a la Nación. Para ello, Calderón cuenta con empresarios, banqueros y la narcopolítica.
Se trata de que nuestro país sea militarizado, para que la corrupción tienda puentes entre soldados y narcos, con lo que Colombia se convertiría en una sucursal de la matriz mexicana. Sin escuelas de estudios superiores para impartir educación laica, gratuita, republicana y demócrata, militares y narcotraficantes ocuparían la dirección del Estado militar-policiaco.
El calderonismo pisa a fondo el acelerador de las privatizaciones y simultáneamente pone las condiciones para que los tenientes del Ejército (lo de mexicano está por verse) reclamen ejercer los tres poderes federales, enderezando un golpismo anticonstitucional que, invocando a Victoriano Huerta, provoque el golpe de Estado. Es la manera de privatizar los poderes públicos del Estado federal y encaminar al país al Estado unitario militar.
Los soldados y sus mandos inmediatos están hartos de ser usados como policías, mientras existen arreglos entre políticos y capos de las drogas que se hacen justicia por propia mano, y entregan a las autoridades a narcos menores de los que los Chapos Guzmán, los Zetas, La Familia y demás facciones, se quieren deshacer.
El territorio está ocupado, en un 70 por ciento por los narcotraficantes que defienden su coto de caza a sangre y fuego con sus sicarios-paramilitares. Y el 30 por ciento restante está militarizado. En medio de ese control están atrapados los mexicanos.
Chihuahua es un estado narco, se decir: propiedad del narcotráfico. Ciudad Juárez es su capital y centro de operaciones comerciales y financieras. Y van por Sonora, Sinaloa, Durango, Guerrero, Oaxaca, Jalisco y el Distrito Federal. Ya desde este último se maneja el imperio de las drogas.
En ese contexto Calderón y el PAN apuran las privatizaciones de las empresas públicas: Pemex, CFE y la ya en liquidación LyFC, para que los narcos y capitales afines las compren. Quiere privatizar la UNAM, el Politécnico, Tecnológicos y demás instituciones de estudios superiores (El Colegio de México, El Colegio Nacional, etc.) que, por mandato de la Constitución es una educación gratuita (los ricos tienen sus escuelas, incluyendo a la Libre de Derecho donde estudiaron los panistas) y debe ser financiada por el gobierno usando recursos de los mexicanos. Y ha propuesto en su anteproyecto de gasto, mínimos subsidios para los servicios educativos.
El PAN (con El Yunque, sociedad secreta religiosa, estilo Ku-kux-klan) quiere quebrar económicamente esas instituciones (como lo hacen con las empresas públicas) para que cierren sus puertas. Así, engrosar las filas de los jodidos, al echar a la calle a millones de estudiantes que sólo terminen estudios de secundaria, para que medio puedan leer y escribir y, con los demás trabajadores, ofrecerse como mano de obra barata para las oleadas de maquiladoras que puedan llegar.
Y que sólo existan universidades y tecnológicos privados, para los hijos de los ricos. Se trata de empobrecer hasta culturalmente a la Nación. Para ello, Calderón cuenta con empresarios, banqueros y la narcopolítica.
Se trata de que nuestro país sea militarizado, para que la corrupción tienda puentes entre soldados y narcos, con lo que Colombia se convertiría en una sucursal de la matriz mexicana. Sin escuelas de estudios superiores para impartir educación laica, gratuita, republicana y demócrata, militares y narcotraficantes ocuparían la dirección del Estado militar-policiaco.
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