PRD, lumpen de la política veracruzana

J. Enrique Olivera Arce

No se necesitaba bola de cristal alguna para prever lo que acontecería el pasado domingo con la elección del PRD en la entidad. Si ante toda la nación los vergonzosos dimes y diretes entre las bancadas veracruzanas del PRI y el PAN en San Lázaro marcaran el actual nivel de la política, ayuna de ideología y el mínimo de respeto a las formas y a la sociedad en su conjunto, el recurrente cochinero del partido del sol azteca ubica a este como el lumpen de la política en Veracruz.

No es de extrañarse lo que acontece en la vida política de Veracruz, lo reitero, no es otra cosa que reflejo de la profundidad de la crisis de un sistema de partidos políticos que tiempo ha dejara de responder a la función que la sociedad les tiene encomendados. El pragmatismo pedestre que en ellos se practica ni responde a los intereses de las mayorías ni contribuye a la construcción de la democracia; prevaleciendo el interés de individuos y de grupos que al amparo de los partidos políticos contemplan al país como botín y a la población como servidumbre a su servicio.

Lo mismo a nivel nacional que en nuestra idílica isla de la fantasía, la política, lejos de servir se sirve en beneficio de unos cuantos, registrando el nivel más bajo de toda la historia moderna de México. Luego no debe extrañarnos que así como la delincuencia organizada -lumpen del país llamado a vivir de las migajas-, se impone por sobre el interés del Estado haciendo pesar violencia y capacidad económica y financiera para operar impunemente en provecho propio, un partido político venido a menos, prácticamente marginal y muerto políticamente en Veracruz, desprovisto de toda legitimidad exhibiendo sin pudor sus más bajos instintos, medre a costillas de una sociedad desorientada víctima de la incertidumbre y la corrupción.

El sistema de partidos políticos en su conjunto, se vale de la necesidad y miseria de amplios sectores de la población mayoritaria, prostituyendo a los electores a cambio de votos y exhibiendo con desparpajo su desverguenza bajo una máscara de decencia y civilidad. En tal escenario, el PRD específicamente opera a diferencia de sus congéneres de cuello blanco, cual pandillero de barrio; victimando a los más débiles, a los que no logran superar miseria e ignorancia, a la par que entre los miembros de la pandilla se acuchillan dirimiendo la posesión de un no tan magro botín.

Y aún así, hablan de capital político y lo subastan al mejor postor, negociando lo mismo con el PRI que con el PAN, alianzas y trastupijes electorales cual delincuentes que viven del chantaje y el uso de la violencia como medio y como forma de existencia marginal. Como si la vida política de la entidad requiriera de los servicios de matones a sueldo para asegurar el bien común.

Lo que de manera recurrente observamos al interior del partido del sol azteca en la entidad, no tiene nada que ver con la izquierda y sus movimientos reivindicatorios. Lo mismo en la llamada izquierda parlamentaria que en la izquierda social, lo que queda de ese partido en Veracruz es apenas quizá un mal necesario, una fístula que lastima y ofende pero que se hace necesaria para mendingar apenas mínimas reformas y presuntas conquistas, ante la incapacidad manifiesta de quienes sintiéndose izquierda real se avergüenzan de salir a la calle para exigir aquello a lo que en justicia les corresponde.

No podemos seguir en tal confusión ni requerimos que la crisis de partidos políticos en México toque fondo para erradicar la fístula de entre las filas de la izquierda. Sólo basta querer y participar para poder hacerlo y la solución está en las urnas. Ni un voto al PRD en Veracruz.

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