Rogelio Ramírez de la O
La economía estadounidense muestra crecientes signos de ir a una segunda caída, aun con los estímulos fiscales que impulsaron la compra de vivienda y la modificación de hipotecas para facilitar su pago.
Pero el hecho abrumador es que las hipotecas modificadas presentan alto incumplimiento 12 meses después. Por ejemplo, las modificadas en el segundo trimestre de 2008 están hoy 56.2% en incumplimiento.
No sólo han dejado de pagar las hipotecas subprime (de mayor riesgo), sino también las de deudores solventes.
Esto, porque en más de 15 millones de hipotecas la deuda excede al precio de la vivienda. Así, un programa gubernamental encaminado a facilitar la venta de viviendas, dando liquidez al sistema financiero, subsidiando la compra de la primera casa y reduciendo la tasa de interés hipotecaria, no ha logrado impedir el deterioro del mercado.
La explicación reside en la economía real. La familia promedio tiene deudas por 125% de su ingreso. Una nueva caída de precios (que será inevitable) reducirá aún más el consumo y la confianza. La economía estadounidense no va a recuperarse como el gobierno hoy espera y ha supuesto en su Presupuesto de Egresos.
Peor, una segunda caída traerá nuevas complicaciones. Una es que los bienes raíces comerciales tienen activos cerca de la insolvencia por 140 mil millones de dólares, cuando a mediados de 2008 no llegaban a 20 mil millones. En este sector las quiebras serán aún mayores, teniendo 3 trillones de dólares de pasivos, la mayoría con bancos. Los espacios comerciales vacíos superan 10% del espacio. De ahí que esté desplomada la construcción comercial.
En el plano global, una segunda caída estadounidense frenará la incipiente recuperación global y forzará caídas en los precios de las bolsas y la confianza. Y como esto ocurriría después de apoyos fiscales y monetarios masivos en la mayor parte de países, harán ver como desesperadas las nuevas medidas que adopten los gobiernos.
Entre otros, por el alto nivel de deuda pública de Estados Unidos y Europa, lo que preocupa a inversionistas de bonos, presiona al dólar y poco a poco lleva al proteccionismo.
El proteccionismo será la puntilla a la globalización como la conocemos y una lección para los gobiernos que esperan que el consumidor estadounidense aumente su consumo para ellos volver a crecer con exportaciones. Nada más ingenuo ni falto de sofisticación. Y de ingenuidad también pecan los empresarios que aseguran que la globalización está intacta.
El gobierno mexicano ha estado y sigue estando divorciado de la realidad en el seguimiento de esta crisis. Una muestra es que ya declaró el fin de la recesión, quizá sin percatarse de los problemas de vivienda y bienes raíces en nuestro vecino.
Ahora, sólo en parte es cierto que la crisis de 2009 inició afuera. México ya tenía su propia crisis, excepto que el gobierno y los empresarios habían aprendido a vivir con ella, gracias a altos ingresos del petróleo y a la estabilidad financiera. La crisis consistía en que la economía no crecía más que 2.5% por año y eso obligaba a emigrar a medio millón de personas cada año.
Un recrudecimiento ahora de la recesión estadounidense con secuelas financieras globales expone al gobierno y por ende a México a riesgos mucho mayores, y con efectos aún más negativos que los vividos hasta ahora. Su problema ha sido equivocarse en el diagnóstico y en el origen carecer de un proyecto genuino para administrar el país.
La economía estadounidense muestra crecientes signos de ir a una segunda caída, aun con los estímulos fiscales que impulsaron la compra de vivienda y la modificación de hipotecas para facilitar su pago.
Pero el hecho abrumador es que las hipotecas modificadas presentan alto incumplimiento 12 meses después. Por ejemplo, las modificadas en el segundo trimestre de 2008 están hoy 56.2% en incumplimiento.
No sólo han dejado de pagar las hipotecas subprime (de mayor riesgo), sino también las de deudores solventes.
Esto, porque en más de 15 millones de hipotecas la deuda excede al precio de la vivienda. Así, un programa gubernamental encaminado a facilitar la venta de viviendas, dando liquidez al sistema financiero, subsidiando la compra de la primera casa y reduciendo la tasa de interés hipotecaria, no ha logrado impedir el deterioro del mercado.
La explicación reside en la economía real. La familia promedio tiene deudas por 125% de su ingreso. Una nueva caída de precios (que será inevitable) reducirá aún más el consumo y la confianza. La economía estadounidense no va a recuperarse como el gobierno hoy espera y ha supuesto en su Presupuesto de Egresos.
Peor, una segunda caída traerá nuevas complicaciones. Una es que los bienes raíces comerciales tienen activos cerca de la insolvencia por 140 mil millones de dólares, cuando a mediados de 2008 no llegaban a 20 mil millones. En este sector las quiebras serán aún mayores, teniendo 3 trillones de dólares de pasivos, la mayoría con bancos. Los espacios comerciales vacíos superan 10% del espacio. De ahí que esté desplomada la construcción comercial.
En el plano global, una segunda caída estadounidense frenará la incipiente recuperación global y forzará caídas en los precios de las bolsas y la confianza. Y como esto ocurriría después de apoyos fiscales y monetarios masivos en la mayor parte de países, harán ver como desesperadas las nuevas medidas que adopten los gobiernos.
Entre otros, por el alto nivel de deuda pública de Estados Unidos y Europa, lo que preocupa a inversionistas de bonos, presiona al dólar y poco a poco lleva al proteccionismo.
El proteccionismo será la puntilla a la globalización como la conocemos y una lección para los gobiernos que esperan que el consumidor estadounidense aumente su consumo para ellos volver a crecer con exportaciones. Nada más ingenuo ni falto de sofisticación. Y de ingenuidad también pecan los empresarios que aseguran que la globalización está intacta.
El gobierno mexicano ha estado y sigue estando divorciado de la realidad en el seguimiento de esta crisis. Una muestra es que ya declaró el fin de la recesión, quizá sin percatarse de los problemas de vivienda y bienes raíces en nuestro vecino.
Ahora, sólo en parte es cierto que la crisis de 2009 inició afuera. México ya tenía su propia crisis, excepto que el gobierno y los empresarios habían aprendido a vivir con ella, gracias a altos ingresos del petróleo y a la estabilidad financiera. La crisis consistía en que la economía no crecía más que 2.5% por año y eso obligaba a emigrar a medio millón de personas cada año.
Un recrudecimiento ahora de la recesión estadounidense con secuelas financieras globales expone al gobierno y por ende a México a riesgos mucho mayores, y con efectos aún más negativos que los vividos hasta ahora. Su problema ha sido equivocarse en el diagnóstico y en el origen carecer de un proyecto genuino para administrar el país.
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