Álvaro Cepeda Neri
Durante el estira y afloja para dictaminar y enmendar los ingresos federales que se sacarán mayormente de los trabajadores públicos y privados, el señor Calderón repitió la dosis de regaños a los empresarios que evaden, con miles de trampas de sus contadores, el pago de impuestos.
Hace tiempo, un sábado por la mañana el inquilino de Los Pinos (que no paga luz, teléfono, comida, choferes, celulares y hace fiestas con cargo a los dineros del pueblo) dictó durísima filípica a los dueños de la riqueza, banqueros, inversionistas y, en suma, a todo el sector empresarial. Fue un discurso característico de una cruda o de otra manera no se explica cómo Calderón, panista proclive a los ricos, asumía la personalidad de su rival López Obrador con un discurso fulminante contra los económicamente poderosos.
Los que tuvieron conocimiento de esa andanada antiempresarial, no daban crédito y que Calderón no estaba en sus cinco sentidos, ya que fueron los empresarios y más los de tendencia derechista, religiosa y antilaica, quienes aportaron sumas millonarias a su campaña (como las de la familia de Mouriño y éste, cuando quiso cobrar facturas se “accidentó”).
Desde ese sábado no volvió Calderón a alzar la voz contra sus aliados y beneficiarios. Pero, como los empresarios y socios criticaron la propuesta calderonista para obtener multimillonario presupuesto de gastos, entonces el panista los acusó de no pagar impuestos.
Los dimes y diretes no duraron. El regaño fue una llamarada de petate. Y es que los empresarios regresaron a las componendas, con el apoyo-complicidad de diputados y senadores, con las estrategias de abstenerse, abandonar las sesiones o uno que otro votar en contra para que, finalmente, Calderón tenga billones de pesos extraídos de los bolsillos de los mexicanos, de las utilidades cada vez mas magras de Pemex.
Calderón y los empresarios se reconciliaron para repartirse el botín, mientras uno de ellos, al que hizo millonario su papá, Miguelito Alemán Jr. anda diciendo que les preocupa la explosiva situación social.
Como dice la letra de la canción: “duró lo que dura una flor” y tal vez menos, pues en cuestión de días Calderón y los empresarios chocaron las manos, se dieron besos (no como los de Gorvachov y Breznev, los ex presidentes de la mitad de Alemania y la antigua URSS, que acostumbran boca a boca), y acordaron la paz de su mutua complicidad.
Después de todo los legisladores federales, con berrinches teatrales los más, aprobaron cobrar más impuestos y aumentar los vigentes a los mexicanos que cumplen al pie de la letra los requerimientos fiscales, los cautivos a quienes sus patrones les descuentan los impuestos y otros más que no pueden o no quieren eludir sus obligaciones.
Esto mientras los multimillonarios, los millonarios y los ricos (como Televisa, TV-Azteca, Roberto Hernández ex casi dueño de Banamex y otros) seguirán cubriendo, cuando mucho, el uno por ciento de lo que deberían pagar. Somos la nación donde los pobres pagan y la oligarquía se enriquece a manos llenas.
Durante el estira y afloja para dictaminar y enmendar los ingresos federales que se sacarán mayormente de los trabajadores públicos y privados, el señor Calderón repitió la dosis de regaños a los empresarios que evaden, con miles de trampas de sus contadores, el pago de impuestos.
Hace tiempo, un sábado por la mañana el inquilino de Los Pinos (que no paga luz, teléfono, comida, choferes, celulares y hace fiestas con cargo a los dineros del pueblo) dictó durísima filípica a los dueños de la riqueza, banqueros, inversionistas y, en suma, a todo el sector empresarial. Fue un discurso característico de una cruda o de otra manera no se explica cómo Calderón, panista proclive a los ricos, asumía la personalidad de su rival López Obrador con un discurso fulminante contra los económicamente poderosos.
Los que tuvieron conocimiento de esa andanada antiempresarial, no daban crédito y que Calderón no estaba en sus cinco sentidos, ya que fueron los empresarios y más los de tendencia derechista, religiosa y antilaica, quienes aportaron sumas millonarias a su campaña (como las de la familia de Mouriño y éste, cuando quiso cobrar facturas se “accidentó”).
Desde ese sábado no volvió Calderón a alzar la voz contra sus aliados y beneficiarios. Pero, como los empresarios y socios criticaron la propuesta calderonista para obtener multimillonario presupuesto de gastos, entonces el panista los acusó de no pagar impuestos.
Los dimes y diretes no duraron. El regaño fue una llamarada de petate. Y es que los empresarios regresaron a las componendas, con el apoyo-complicidad de diputados y senadores, con las estrategias de abstenerse, abandonar las sesiones o uno que otro votar en contra para que, finalmente, Calderón tenga billones de pesos extraídos de los bolsillos de los mexicanos, de las utilidades cada vez mas magras de Pemex.
Calderón y los empresarios se reconciliaron para repartirse el botín, mientras uno de ellos, al que hizo millonario su papá, Miguelito Alemán Jr. anda diciendo que les preocupa la explosiva situación social.
Como dice la letra de la canción: “duró lo que dura una flor” y tal vez menos, pues en cuestión de días Calderón y los empresarios chocaron las manos, se dieron besos (no como los de Gorvachov y Breznev, los ex presidentes de la mitad de Alemania y la antigua URSS, que acostumbran boca a boca), y acordaron la paz de su mutua complicidad.
Después de todo los legisladores federales, con berrinches teatrales los más, aprobaron cobrar más impuestos y aumentar los vigentes a los mexicanos que cumplen al pie de la letra los requerimientos fiscales, los cautivos a quienes sus patrones les descuentan los impuestos y otros más que no pueden o no quieren eludir sus obligaciones.
Esto mientras los multimillonarios, los millonarios y los ricos (como Televisa, TV-Azteca, Roberto Hernández ex casi dueño de Banamex y otros) seguirán cubriendo, cuando mucho, el uno por ciento de lo que deberían pagar. Somos la nación donde los pobres pagan y la oligarquía se enriquece a manos llenas.
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