Álvaro Cepeda Neri / Conjeturas
En Los Pinos (en el sexenio de Salinas, al corruptísimo Diego Fernández de Cevallos le apodaban La Ardilla, porque no salía de ahí arreglando sus transas) el cercanísimo grupo de Calderón, salvo Patricia Flores, directora de la Oficina Presidencial, recibe toda clase de majaderías y frases altisonantes, como cuando Zedillo agarraba parejo desde Liébano Sáenz, no se había escuchado tan amenazante frase que retumbó por toda la residencia.
Ésta la mandó construir Lázaro Cárdenas para transitorio hospedaje del presidente en turno para no usar el Castillo de Chapultepec, donde más actuaban como monarcas sexenales los que la ocuparon desde Porfirio Díaz hasta Calles y que nunca uso Benito Juárez por su formación republicana, una vez que el fallido emperador Maximiliano, tuvo en ese Castillo su hogar con doña Carlota, del que se ausentaba para ir a Cuernavaca y pasarla con su amante mexicana.
Pues bien, acostumbrado Calderón a gritarles a sus inmediatos subordinados: los titulares de las 17 secretarías, menos ahora la de Gobernación, en una de sus reuniones de acuerdo presidencial, estaba el penalista, llegado a su cargo por de faul defenestrar a Ramírez Acuña, se hicieron de palabras porque Fernando Gómez-Mont y Ureta discrepaba de las órdenes calderonistas.
El inquilino de Los Pinos (algunos, entre ellos el suscrito, piensan que sólo por la mitad del año 2010, ya que renunciaría por “causa grave” en los términos constitucionales) se enfureció y estaba poniendo como “lazo de cochino” al robusto titular de Gobernación, cuando éste lo paró en seco con la exclamación: “¡A mí no me grites o te entrego tu despacho!”.
Y cuentan los demás pajaritos (pues me lo contó un pajarito, un día antes de que Ricardo Alemán, el enteradísimo columnista de Itinerario político, publicara la misma versión y que inicia contando a los lectores que “Felipe Calderón es un político de mecha corta y que muestra episodios de enojo extremo”: El Universal: 17/XI/09). Y cuentan, ya en coro los demás pajaritos que se enteraron por el primero de ellos y que entran y salen de Los Pinos... ¡al fin pájaros!, que de inmediato Calderón bajó la guardia, para seguir conversando con Gómez-Mont.
Éste quisiera ser sucesor de Calderón, cuando menos como candidato del PAN en 2012, si Calderón llega a la otra orilla de su malísimo sexenio. Pero, sabe ya Gómez-Mont que Lujambio es el favorito de Calderón, y están enlistados: Molinar Horcasitas (el melenudo titular de la SCT); la señora Vázquez Mota, el caballo de Troya del millonario González Barrera, alias el Maseco; y que esperan turno: García Luna, aunque usted no lo crea; y Ernesto Cordero.
Por fuera de Los Pinos, anda “caliente” el conspirador Manuel Espino y la gira por su panfleto: Empezar de nuevo. E insiste: Ramírez Acuña y su pandilla de Jalisco, entidad donde nació Victoriano Huerta, cuyo fantasma anda rondando, con su tufo alcohólico y su militarismo golpista. El grito de Gómez-Mont lo ha puesto fuera de la sucesión.
En Los Pinos (en el sexenio de Salinas, al corruptísimo Diego Fernández de Cevallos le apodaban La Ardilla, porque no salía de ahí arreglando sus transas) el cercanísimo grupo de Calderón, salvo Patricia Flores, directora de la Oficina Presidencial, recibe toda clase de majaderías y frases altisonantes, como cuando Zedillo agarraba parejo desde Liébano Sáenz, no se había escuchado tan amenazante frase que retumbó por toda la residencia.
Ésta la mandó construir Lázaro Cárdenas para transitorio hospedaje del presidente en turno para no usar el Castillo de Chapultepec, donde más actuaban como monarcas sexenales los que la ocuparon desde Porfirio Díaz hasta Calles y que nunca uso Benito Juárez por su formación republicana, una vez que el fallido emperador Maximiliano, tuvo en ese Castillo su hogar con doña Carlota, del que se ausentaba para ir a Cuernavaca y pasarla con su amante mexicana.
Pues bien, acostumbrado Calderón a gritarles a sus inmediatos subordinados: los titulares de las 17 secretarías, menos ahora la de Gobernación, en una de sus reuniones de acuerdo presidencial, estaba el penalista, llegado a su cargo por de faul defenestrar a Ramírez Acuña, se hicieron de palabras porque Fernando Gómez-Mont y Ureta discrepaba de las órdenes calderonistas.
El inquilino de Los Pinos (algunos, entre ellos el suscrito, piensan que sólo por la mitad del año 2010, ya que renunciaría por “causa grave” en los términos constitucionales) se enfureció y estaba poniendo como “lazo de cochino” al robusto titular de Gobernación, cuando éste lo paró en seco con la exclamación: “¡A mí no me grites o te entrego tu despacho!”.
Y cuentan los demás pajaritos (pues me lo contó un pajarito, un día antes de que Ricardo Alemán, el enteradísimo columnista de Itinerario político, publicara la misma versión y que inicia contando a los lectores que “Felipe Calderón es un político de mecha corta y que muestra episodios de enojo extremo”: El Universal: 17/XI/09). Y cuentan, ya en coro los demás pajaritos que se enteraron por el primero de ellos y que entran y salen de Los Pinos... ¡al fin pájaros!, que de inmediato Calderón bajó la guardia, para seguir conversando con Gómez-Mont.
Éste quisiera ser sucesor de Calderón, cuando menos como candidato del PAN en 2012, si Calderón llega a la otra orilla de su malísimo sexenio. Pero, sabe ya Gómez-Mont que Lujambio es el favorito de Calderón, y están enlistados: Molinar Horcasitas (el melenudo titular de la SCT); la señora Vázquez Mota, el caballo de Troya del millonario González Barrera, alias el Maseco; y que esperan turno: García Luna, aunque usted no lo crea; y Ernesto Cordero.
Por fuera de Los Pinos, anda “caliente” el conspirador Manuel Espino y la gira por su panfleto: Empezar de nuevo. E insiste: Ramírez Acuña y su pandilla de Jalisco, entidad donde nació Victoriano Huerta, cuyo fantasma anda rondando, con su tufo alcohólico y su militarismo golpista. El grito de Gómez-Mont lo ha puesto fuera de la sucesión.
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