Francisco Rodríguez
CADA UNO HA presentado su visión para el futuro del país en respectivos diez puntos.
El de Felipe Calderón es archiconocido debido a la enorme difusión y publicidad que se le dio en su momento… aunque en menos de tres meses ya se haya olvidado:
1) Frenar la pobreza. 2) Cobertura universal de salud. 3) Educación de calidad. 4) Reforma profunda de las finanzas públicas. 5) Reformas al sector energético. 6) Reforma al sector de las telecomunicaciones. 7) Reforma laboral. 8) Reforma regulatoria de fondo. 9) Profundizar y ampliar la lucha frontal contra el crimen y por la seguridad de los ciudadanos. 10) Reforma política a fondo.
El de Andrés Manuel López Obrador, como es costumbre, no ha recibido la atención de los medios, pero aún así se transmite a través de blogs y trabajos de analistas no alineados:
1) Rescatar al Estado y ponerlo al servicio del pueblo y de la nación. 2) Democratizar los medios masivos de comunicación. 3) Crear una nueva economía. 4) Combatir las prácticas monopólicas. 5) Abolir los privilegios fiscales. 6) Ejercer la política como imperativo ético y llevar a la práctica la austeridad republicana. 7) Fortalecer al sector energético. 8) Alcanzar la soberanía alimentaria. 9) Establecer el Estado de bienestar. 10) Promover una nueva corriente de pensamiento.
El decálogo de Felipe Calderón abortó –perdone usted el uso de este término, ahora tan demonizado-- en cuanto el mismísimo ocupante de Los Pinos envió al Congreso sus iniciativas de presupuestos de ingresos y egresos para el 2010. Más de lo mismo. Y exagerado, además. Ninguna reforma. Los mismos causantes al fisco. Más gravámenes para éstos. Más pobres. Menores oportunidades de acceso a la salud. Los mismos privilegiados –más, todavía--, del sector telecomunicaciones, a quienes hasta se exenta de pagar impuestos…
El decálogo de Andrés Manuel López Obrador, pareciera igual de difícil de cumplir si, para empezar, habrá de ser sometido al abundamiento encargado a un puñado de intelectuales orgánicos al lopezobradarismo. ¿Hasta ahí va a llegar? ¿Quedará plasmado en un bonito documento? Y después, ¿qué? ¿A esperar tres años? ¿Y si otra vez hay defraudación de la voluntad popular?
Dice el colega José Antonio Sallard: “El decálogo obradorista se fundamenta en su convicción de que es mucho el atraso y el deterioro de la vida pública del país. Para él, si no hay una renovación tajante y se mantiene el mismo régimen de opresión, corrupción y privilegios, no vamos a poder revertir la decadencia ni lograr el renacimiento de México.
“Me parece que López Obrador expone con certeza el qué, pero no el cómo llegar a los objetivos expuestos. ¿Buen camino? ¿Regresen a sus ciudades, barrios, colonias, comunidades y pueblos, convencidos de que las cosas van a cambiar porque tenemos la razón y estamos trabajando sinceramente por una causa justa? Sus palabras no parecen suficientes para los miles de seguidores que acudieron, una vez más, a escuchar a su líder.
“Convicción, sí. Organización, también. Lucha pacífica, desde luego. Pero si todo queda en una simple estrategia mediática, en llamados que se diluyen en el vacío, entonces los resultados pueden ser absolutamente opuestos a lo esperado. La desesperación y el hambre pueden llevar al estallido social y a la primacía de las posiciones más radicales. La resistencia civil pacífica, definitivamente, es otra cosa. Ya no digamos la huelga general y la revocación de mandato. ¿Qué sigue, ciudadano Andrés Manuel?”
Y sí, ¿qué sigue? ¿Esperar a que el decálogo de FCH acabe por no llevarnos a ninguna parte? ¿Esperar tres laaaargos años para ver si AMLO puede poner en práctica el suyo?
Índice Flamígero: Zócalo lleno, eso sí. El arrastre popular de López Obrador es inocultable, aún para los medios que prefieren ignorar a muchos miles de mexicanos que ya no sólo están en contra, sino muy enojados contra el status quo.
CADA UNO HA presentado su visión para el futuro del país en respectivos diez puntos.
El de Felipe Calderón es archiconocido debido a la enorme difusión y publicidad que se le dio en su momento… aunque en menos de tres meses ya se haya olvidado:
1) Frenar la pobreza. 2) Cobertura universal de salud. 3) Educación de calidad. 4) Reforma profunda de las finanzas públicas. 5) Reformas al sector energético. 6) Reforma al sector de las telecomunicaciones. 7) Reforma laboral. 8) Reforma regulatoria de fondo. 9) Profundizar y ampliar la lucha frontal contra el crimen y por la seguridad de los ciudadanos. 10) Reforma política a fondo.
El de Andrés Manuel López Obrador, como es costumbre, no ha recibido la atención de los medios, pero aún así se transmite a través de blogs y trabajos de analistas no alineados:
1) Rescatar al Estado y ponerlo al servicio del pueblo y de la nación. 2) Democratizar los medios masivos de comunicación. 3) Crear una nueva economía. 4) Combatir las prácticas monopólicas. 5) Abolir los privilegios fiscales. 6) Ejercer la política como imperativo ético y llevar a la práctica la austeridad republicana. 7) Fortalecer al sector energético. 8) Alcanzar la soberanía alimentaria. 9) Establecer el Estado de bienestar. 10) Promover una nueva corriente de pensamiento.
El decálogo de Felipe Calderón abortó –perdone usted el uso de este término, ahora tan demonizado-- en cuanto el mismísimo ocupante de Los Pinos envió al Congreso sus iniciativas de presupuestos de ingresos y egresos para el 2010. Más de lo mismo. Y exagerado, además. Ninguna reforma. Los mismos causantes al fisco. Más gravámenes para éstos. Más pobres. Menores oportunidades de acceso a la salud. Los mismos privilegiados –más, todavía--, del sector telecomunicaciones, a quienes hasta se exenta de pagar impuestos…
El decálogo de Andrés Manuel López Obrador, pareciera igual de difícil de cumplir si, para empezar, habrá de ser sometido al abundamiento encargado a un puñado de intelectuales orgánicos al lopezobradarismo. ¿Hasta ahí va a llegar? ¿Quedará plasmado en un bonito documento? Y después, ¿qué? ¿A esperar tres años? ¿Y si otra vez hay defraudación de la voluntad popular?
Dice el colega José Antonio Sallard: “El decálogo obradorista se fundamenta en su convicción de que es mucho el atraso y el deterioro de la vida pública del país. Para él, si no hay una renovación tajante y se mantiene el mismo régimen de opresión, corrupción y privilegios, no vamos a poder revertir la decadencia ni lograr el renacimiento de México.
“Me parece que López Obrador expone con certeza el qué, pero no el cómo llegar a los objetivos expuestos. ¿Buen camino? ¿Regresen a sus ciudades, barrios, colonias, comunidades y pueblos, convencidos de que las cosas van a cambiar porque tenemos la razón y estamos trabajando sinceramente por una causa justa? Sus palabras no parecen suficientes para los miles de seguidores que acudieron, una vez más, a escuchar a su líder.
“Convicción, sí. Organización, también. Lucha pacífica, desde luego. Pero si todo queda en una simple estrategia mediática, en llamados que se diluyen en el vacío, entonces los resultados pueden ser absolutamente opuestos a lo esperado. La desesperación y el hambre pueden llevar al estallido social y a la primacía de las posiciones más radicales. La resistencia civil pacífica, definitivamente, es otra cosa. Ya no digamos la huelga general y la revocación de mandato. ¿Qué sigue, ciudadano Andrés Manuel?”
Y sí, ¿qué sigue? ¿Esperar a que el decálogo de FCH acabe por no llevarnos a ninguna parte? ¿Esperar tres laaaargos años para ver si AMLO puede poner en práctica el suyo?
Índice Flamígero: Zócalo lleno, eso sí. El arrastre popular de López Obrador es inocultable, aún para los medios que prefieren ignorar a muchos miles de mexicanos que ya no sólo están en contra, sino muy enojados contra el status quo.
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