Guillermo Almeyra
México pende, como un ahorcado, de la cuerda trenzada por el PRI y el PAN que lo ata a Estados Unidos. Ningún otro país latinoamericano está en la situación de deber importar todo del norte y de exportar allá el petróleo y sus habitantes "sobrantes" a causa de las políticas antinacionales de sus gobiernos. Ahora bien, la crisis de Estados Unidos, en particular, y de todo el sistema capitalista mundial, se prolongará por años y el precio del combustible no basta ni bastará para impedir la caída de la economía mexicana. Por su parte, las remesas de los emigrantes disminuirán, debido a la situación laboral en Estados Unidos, y el turismo caerá, debido al aumento de la inseguridad y de los desastres ambientales resultantes de la crisis económica y del recalentamiento global, que son consecuencia directa del capitalismo.
Para salir de su crisis actual, que se prolongará cerca de dos lustros, el capitalismo necesita utilizar urgente y ferozmente la crisis para que la paguen sus víctimas. O sea, destruir conquistas de civilización prolongando la edad para las jubilaciones, robando el dinero de los jubilados y pensionados, reduciendo los gastos sociales (educación, sanidad, vivienda). Pero no le basta con reducir cada vez más los salarios indirectos, recurriendo incluso a impuestos infames y regresivos, como el IVA sobre los alimentos o aquellos sobre los salarios: también debe aumentar el despojo de los salarios de las generaciones anteriores que sirvieron para construir las empresas públicas fundamentales para el desarrollo nacional y robar al país y a sus generaciones futuras las palancas para otro tipo posible de economía. Debe aumentar la tasa de plusvalía relativa y, al mismo tiempo, acabar con la seguridad en el empleo, aumentar los horarios de trabajo, empeorar las condiciones laborales, desvalorizar la mano de obra, o sea, extorsionar plusvalía absoluta aumentando la miseria y la explotación para que un puñado de grandes monopolios extranjeros con sus socios mexicanos recomponga la tasa de ganancia a costa de la destrucción de la sociedad, acompañada por la depredación y destrucción del ambiente (aguas, bosques, mares).
Por supuesto, el capitalismo y sus agentes gubernamentales prevén que habrá resistencia. De ahí la militarización de México con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, que es una parte esencial del capital y podría ser controlado si se controlasen los bancos (o las bases yanquis en Panamá y Colombia dirigidas contra el creciente antimperialismo en la región y contra los movimientos sociales). De ahí también la ferocidad, la ilegalidad y el ensañamiento contra quienes resisten (Atenco, APPO). De ahí igualmente la inconstitucionalidad y la brutalidad de la embestida contra Luz y Fuerza del Centro, a la que sabotearon durante años, y contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, el más democrático, combativo y consecuente de todo el sindicalismo mexicano tan marcado por la corrupción y sobre cuyos dirigentes más infames (como La Güera Rodríguez Alcaine o Elba Esther Gordillo) se ha apoyado el gobierno PRI-PAN del gran capital y de los monopolios y financieros imperialistas. En esta tarea antinacional los grandes medios de desinformación, al servicio de gobernantes y fuerzas antinacionales, se encargan de preparar el terreno de las operaciones represivas mediante su "artillería", ocultando y callando las protestas y resistencias, mintiendo, calumniando a las víctimas del capitalismo.
El ataque contra el SME, parado ahora por una juez valiente, pero que no cesará, no está dirigido sólo contra un contingente obrero: busca destruir todas las organizaciones obreras y populares independientes, acabar con las solidaridades, impedir la resistencia a la ofensiva en todos los frentes contra lo conseguido desde la Revolución Mexicana en este siglo de luchas en México y en el mundo.
Alienta por eso que así lo hayan considerado los campesinos de Zacatecas, de Jalisco, de Michoacán, que hicieron llegar toneladas de frijol, maíz y arroz, respectivamente, a sus hermanos del SME. También el sostén estudiantil a la lucha de un sindicato que apoyó siempre todas las causas justas (desde la rebelión zapatista en Chiapas hasta la APPO) y la decisión de un grupo de organizaciones y militantes de la otra campaña de participar en la lucha de los electricistas. Porque este combate impone dos reflexiones. La primera es que permite crear la base, en la acción conjunta en defensa del SME y de LFC, para un frente amplio de resistencia nacional que agrupe sindicatos democráticos, agrupaciones obreras anticharras, movimientos y grupos campesinos, organizaciones indígenas, grupos estudiantiles y de ciudadanos, organizaciones civiles y defensoras de los derechos humanos y democráticos, movimientos de ciudadanos y de jubilados para pelear juntos por la defensa del SME y de LFC, de Pemex amenazada, de los derechos democráticos laborales y constitucionales, por la defensa de los campesinos, del maíz y del ambiente, amenazados por los transgénicos de la Monsanto, por la libertad de los presos de Atenco y de todos los presos políticos, por un plan nacional anticrisis y de desarrollo. La segunda es que es obviamente utópico pensar que este régimen, tras los fraudes descarados de 1988 y de 2006, reconocerá en 2012 la eventual victoria electoral de una candidatura popular. Por eso, si se quiere llegar a votar libremente, hay que imponer con las movilizaciones y las luchas (huelgas, paros, manifestaciones, cortes, ocupaciones) el derecho a la ocupación del suelo público en defensa de los derechos constitucionales, para desembocar en la convocatoria por esas luchas de una asamblea nacional constituyente para decidir quién gobierna y a favor de quién se debe gobernar este país. Mexicanos, nos han declarado la guerra. Respondamos al grito de SME.
México pende, como un ahorcado, de la cuerda trenzada por el PRI y el PAN que lo ata a Estados Unidos. Ningún otro país latinoamericano está en la situación de deber importar todo del norte y de exportar allá el petróleo y sus habitantes "sobrantes" a causa de las políticas antinacionales de sus gobiernos. Ahora bien, la crisis de Estados Unidos, en particular, y de todo el sistema capitalista mundial, se prolongará por años y el precio del combustible no basta ni bastará para impedir la caída de la economía mexicana. Por su parte, las remesas de los emigrantes disminuirán, debido a la situación laboral en Estados Unidos, y el turismo caerá, debido al aumento de la inseguridad y de los desastres ambientales resultantes de la crisis económica y del recalentamiento global, que son consecuencia directa del capitalismo.
Para salir de su crisis actual, que se prolongará cerca de dos lustros, el capitalismo necesita utilizar urgente y ferozmente la crisis para que la paguen sus víctimas. O sea, destruir conquistas de civilización prolongando la edad para las jubilaciones, robando el dinero de los jubilados y pensionados, reduciendo los gastos sociales (educación, sanidad, vivienda). Pero no le basta con reducir cada vez más los salarios indirectos, recurriendo incluso a impuestos infames y regresivos, como el IVA sobre los alimentos o aquellos sobre los salarios: también debe aumentar el despojo de los salarios de las generaciones anteriores que sirvieron para construir las empresas públicas fundamentales para el desarrollo nacional y robar al país y a sus generaciones futuras las palancas para otro tipo posible de economía. Debe aumentar la tasa de plusvalía relativa y, al mismo tiempo, acabar con la seguridad en el empleo, aumentar los horarios de trabajo, empeorar las condiciones laborales, desvalorizar la mano de obra, o sea, extorsionar plusvalía absoluta aumentando la miseria y la explotación para que un puñado de grandes monopolios extranjeros con sus socios mexicanos recomponga la tasa de ganancia a costa de la destrucción de la sociedad, acompañada por la depredación y destrucción del ambiente (aguas, bosques, mares).
Por supuesto, el capitalismo y sus agentes gubernamentales prevén que habrá resistencia. De ahí la militarización de México con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, que es una parte esencial del capital y podría ser controlado si se controlasen los bancos (o las bases yanquis en Panamá y Colombia dirigidas contra el creciente antimperialismo en la región y contra los movimientos sociales). De ahí también la ferocidad, la ilegalidad y el ensañamiento contra quienes resisten (Atenco, APPO). De ahí igualmente la inconstitucionalidad y la brutalidad de la embestida contra Luz y Fuerza del Centro, a la que sabotearon durante años, y contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, el más democrático, combativo y consecuente de todo el sindicalismo mexicano tan marcado por la corrupción y sobre cuyos dirigentes más infames (como La Güera Rodríguez Alcaine o Elba Esther Gordillo) se ha apoyado el gobierno PRI-PAN del gran capital y de los monopolios y financieros imperialistas. En esta tarea antinacional los grandes medios de desinformación, al servicio de gobernantes y fuerzas antinacionales, se encargan de preparar el terreno de las operaciones represivas mediante su "artillería", ocultando y callando las protestas y resistencias, mintiendo, calumniando a las víctimas del capitalismo.
El ataque contra el SME, parado ahora por una juez valiente, pero que no cesará, no está dirigido sólo contra un contingente obrero: busca destruir todas las organizaciones obreras y populares independientes, acabar con las solidaridades, impedir la resistencia a la ofensiva en todos los frentes contra lo conseguido desde la Revolución Mexicana en este siglo de luchas en México y en el mundo.
Alienta por eso que así lo hayan considerado los campesinos de Zacatecas, de Jalisco, de Michoacán, que hicieron llegar toneladas de frijol, maíz y arroz, respectivamente, a sus hermanos del SME. También el sostén estudiantil a la lucha de un sindicato que apoyó siempre todas las causas justas (desde la rebelión zapatista en Chiapas hasta la APPO) y la decisión de un grupo de organizaciones y militantes de la otra campaña de participar en la lucha de los electricistas. Porque este combate impone dos reflexiones. La primera es que permite crear la base, en la acción conjunta en defensa del SME y de LFC, para un frente amplio de resistencia nacional que agrupe sindicatos democráticos, agrupaciones obreras anticharras, movimientos y grupos campesinos, organizaciones indígenas, grupos estudiantiles y de ciudadanos, organizaciones civiles y defensoras de los derechos humanos y democráticos, movimientos de ciudadanos y de jubilados para pelear juntos por la defensa del SME y de LFC, de Pemex amenazada, de los derechos democráticos laborales y constitucionales, por la defensa de los campesinos, del maíz y del ambiente, amenazados por los transgénicos de la Monsanto, por la libertad de los presos de Atenco y de todos los presos políticos, por un plan nacional anticrisis y de desarrollo. La segunda es que es obviamente utópico pensar que este régimen, tras los fraudes descarados de 1988 y de 2006, reconocerá en 2012 la eventual victoria electoral de una candidatura popular. Por eso, si se quiere llegar a votar libremente, hay que imponer con las movilizaciones y las luchas (huelgas, paros, manifestaciones, cortes, ocupaciones) el derecho a la ocupación del suelo público en defensa de los derechos constitucionales, para desembocar en la convocatoria por esas luchas de una asamblea nacional constituyente para decidir quién gobierna y a favor de quién se debe gobernar este país. Mexicanos, nos han declarado la guerra. Respondamos al grito de SME.
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