Juan Francisco Coloane
La lectura de las decisiones que expresan la conducta internacional de los países se hace cada vez más compleja. Lo que parece ser no es, y a menudo cuando una cuestión emerge como crítica el tema real más profundo es otro.
Es tentador reducir el análisis de los conflictos armados en Colombia y Afganistán por ejemplo, “a la tradición de los señores de la guerra y las drogas”. O que la carrera armamentista se debe a conflictos no resueltos entre los países, en el caso de Perú y Chile.
Irán se presenta como la gran amenaza, siendo que el problema mayor está en los marcados y permanentes desequilibrios de poder en el plano mundial.
Brasil aspira a poderío nuclear bélico para protección de su territorio y sus riquezas, mientras se omiten decenas de factores que tienen que ver con la continua oposición entre Alianza Transatlántica y el “resto” (los potenciales enemigos).
Cuál es este “resto”. ¿Donde está Brasil el pedazo mayor, en esta región o Argentina, el que sigue? Claramente en ese “resto” estará Rusia y China, al menos que Rusia renuncie a sus antiguas zonas de influencia y se sume a la OTAN para luchar contra un nuevo “resto”.
En el atractivo tráfico de las conjeturas, por alguna razón se evita reconocer problemas tanto en el marco conceptual que se utiliza, como en el “marco global” que se quiere abordar.
Es así que el análisis de las relaciones internacionales no expresa indicios de recuperación respecto a la formula de administrar poder generada por la Guerra Fría (GF).
Gran parte de esta complejidad responde al hecho de que los Estados y sus políticas (poderes, sistema político), no han reconstituido su rol de gobernar distendidos de la presión que significó operar bajo 50 años y más de GF.
Quedaron estructuras blindadas para este formato de operación y se comprueba resistencia al cambio.
¿Por qué? El formato GF ha resultado eficaz y rentable. El negocio continúa estando en la confrontación y la guerra.
Los efectos reales de esta forma particular de dominación no se han evaluado en toda su dimensión y una legión de políticos, académicos y comunicadores decretaron simplemente su fin como si fuera un artefacto manipulable y no una cultura impregnada en el “hacer Estado”.
El análisis de las relaciones internacionales principalmente, forma parte de este fenómeno que alimenta la distorsión (en la información y el análisis) que es una forma de cerco invisible, otro muro.
Un área particularmente afectada por estos fenómenos, es aquella de la información pública, a pesar de la tendencia creciente a constituir sociedades más abiertas y democráticas que contemplen la diversidad.
Está plasmado por bloques corporativos transnacionales insertados en el ámbito de las comunicaciones, instaurando una reconocida homogeneización en la información y el análisis en función de compactar mensajes constatándose grados preocupantes de distorsión.
Sucede porque la estructura de Guerra Fría – como cultura- no se ha erradicado, y cobija espléndidamente las formas de poder de estas corporaciones. Al ser su propia creación, es inconcebible que deje de existir.
Esa cultura se expresa de diversas formas. En la política ha tenido su ejecutor dilecto, el neoconservadurismo dominante repartido en posiciones de poder y formando una suerte de eje: Neoconservadurismo-Guerra Fría.
Un rasgo de la gravitación global de la corriente neo conservadora ha sido la homogeneidad en la información, cuya expresión máxima se manifiesta en las coberturas informativas de las intervenciones militares.
En Afganistán, Irak, en las operaciones contra las FARC, o las que se ejecutan en territorios palestinos, en el golpe de estado en Honduras, se observa ese fenómeno de homogeneizar la información y compactar un mensaje.
El eje Neoconservadurismo-Guerra Fría invade amplios territorios y no es un fenómeno puramente estadounidense. También está presente en operaciones brutales como el asesinato de Benazir Bhutto, el golpe de estado en Honduras, o la reticencia de un sector israelí a la autonomía palestina. Las operaciones encubiertas para lograr objetivos, el lobby desenfrenado usando la coerción, el secretismo en las relaciones de poder forman parte del catálogo y fortalecen el cerco a la información.
La capacidad para administrar poder con esta fórmula está casi intacta en las academias, en el sistema político, en los ejércitos, y está enraizada en la estructura del poder.
Es una formula exitosa de difícil observación porque todo se hace bajo la pátina de la democracia y las libertades públicas.
Intentar reducir la distorsión en el análisis sociopolítico, es tan antiguo como el ser mismo. La posibilidad de ejercitar un análisis sin distorsión o sin compromisos – referido al sesgo personal o a la presión de un grupo de interés- es un desafío central en las libertades públicas.
La posibilidad de elaborar un análisis que refleje una situación lo más próximo a lo que es, y no a cómo un individuo o que algún grupo interesado desee que fuera, es una meta constante para proteger la autonomía de las personas.
El incremento de los niveles de participación ciudadana en las decisiones políticas y de estado, está directamente relacionado a los niveles de autonomía y libertad de expresión. Este incremento será insuficiente mientras no se eleven las capacidades analíticas de la población, lo que está directamente relacionado al acceso a la información. Para que ocurra, hay que romper el cerco, los nuevos muros.
Esa posición cercana a las personas es lo que está en disputa y en la cual tanto la información como el análisis han sido las principales víctimas del accionar del eje Neoconservadurismo-Guerra Fría que se implanta en la década de los años 80.
Este período todavía es objeto de un insuficiente análisis, permaneciendo encapsulado en el facilismo analítico que habla del modelo neoliberal y el imperialismo, como que lo explicara todo y no es así. ¿Alemania con Angela Merkel y Francia con Nicolás Sarkozy son más o menos imperialista que EEUU con Barack Obama u Holanda con su monarquía?
En los años 80 el neo neoconservadurismo implanta el ajuste estructural a la economía global, se consolida como ideología dominante y con la debacle soviética comprueba la eficacia de su herramienta operacional la Guerra Fría.
Es más grave que un modelo neoliberal. Neoconservadurismo y Guerra Fría, son como las dos pinzas de un gigantesco cangrejo que perfectamente podría aparecer en las películas de ciencia ficción de los años 50, cuando el cine oficial de Hollywood homologaba creaturas extrañas con la llegada del comunismo o la invasión asiática. Pero no es ficción.
La contaminación neoconservadora es más poderosa que el cangrejo inventado para las masas. Adquiere cuerpo sólido en las reflexiones de la última Asamblea General de la ONU y la reunión de Pittsburgh del G-20. Con el triunfo de A. Merkel en Alemania, con la arremetida de los conservadores en el Reino Unido, con la fortaleza de Sarkozy y Berlusconi a pesar de la crisis. Casi nadie quiere reformar el capitalismo.
El sistema capitalista después de la crisis quedó tan expuesto que regresó a los fundamentos más básicos: conservación y mayor autoritarismo.
La lectura de las decisiones que expresan la conducta internacional de los países se hace cada vez más compleja. Lo que parece ser no es, y a menudo cuando una cuestión emerge como crítica el tema real más profundo es otro.
Es tentador reducir el análisis de los conflictos armados en Colombia y Afganistán por ejemplo, “a la tradición de los señores de la guerra y las drogas”. O que la carrera armamentista se debe a conflictos no resueltos entre los países, en el caso de Perú y Chile.
Irán se presenta como la gran amenaza, siendo que el problema mayor está en los marcados y permanentes desequilibrios de poder en el plano mundial.
Brasil aspira a poderío nuclear bélico para protección de su territorio y sus riquezas, mientras se omiten decenas de factores que tienen que ver con la continua oposición entre Alianza Transatlántica y el “resto” (los potenciales enemigos).
Cuál es este “resto”. ¿Donde está Brasil el pedazo mayor, en esta región o Argentina, el que sigue? Claramente en ese “resto” estará Rusia y China, al menos que Rusia renuncie a sus antiguas zonas de influencia y se sume a la OTAN para luchar contra un nuevo “resto”.
En el atractivo tráfico de las conjeturas, por alguna razón se evita reconocer problemas tanto en el marco conceptual que se utiliza, como en el “marco global” que se quiere abordar.
Es así que el análisis de las relaciones internacionales no expresa indicios de recuperación respecto a la formula de administrar poder generada por la Guerra Fría (GF).
Gran parte de esta complejidad responde al hecho de que los Estados y sus políticas (poderes, sistema político), no han reconstituido su rol de gobernar distendidos de la presión que significó operar bajo 50 años y más de GF.
Quedaron estructuras blindadas para este formato de operación y se comprueba resistencia al cambio.
¿Por qué? El formato GF ha resultado eficaz y rentable. El negocio continúa estando en la confrontación y la guerra.
Los efectos reales de esta forma particular de dominación no se han evaluado en toda su dimensión y una legión de políticos, académicos y comunicadores decretaron simplemente su fin como si fuera un artefacto manipulable y no una cultura impregnada en el “hacer Estado”.
El análisis de las relaciones internacionales principalmente, forma parte de este fenómeno que alimenta la distorsión (en la información y el análisis) que es una forma de cerco invisible, otro muro.
Un área particularmente afectada por estos fenómenos, es aquella de la información pública, a pesar de la tendencia creciente a constituir sociedades más abiertas y democráticas que contemplen la diversidad.
Está plasmado por bloques corporativos transnacionales insertados en el ámbito de las comunicaciones, instaurando una reconocida homogeneización en la información y el análisis en función de compactar mensajes constatándose grados preocupantes de distorsión.
Sucede porque la estructura de Guerra Fría – como cultura- no se ha erradicado, y cobija espléndidamente las formas de poder de estas corporaciones. Al ser su propia creación, es inconcebible que deje de existir.
Esa cultura se expresa de diversas formas. En la política ha tenido su ejecutor dilecto, el neoconservadurismo dominante repartido en posiciones de poder y formando una suerte de eje: Neoconservadurismo-Guerra Fría.
Un rasgo de la gravitación global de la corriente neo conservadora ha sido la homogeneidad en la información, cuya expresión máxima se manifiesta en las coberturas informativas de las intervenciones militares.
En Afganistán, Irak, en las operaciones contra las FARC, o las que se ejecutan en territorios palestinos, en el golpe de estado en Honduras, se observa ese fenómeno de homogeneizar la información y compactar un mensaje.
El eje Neoconservadurismo-Guerra Fría invade amplios territorios y no es un fenómeno puramente estadounidense. También está presente en operaciones brutales como el asesinato de Benazir Bhutto, el golpe de estado en Honduras, o la reticencia de un sector israelí a la autonomía palestina. Las operaciones encubiertas para lograr objetivos, el lobby desenfrenado usando la coerción, el secretismo en las relaciones de poder forman parte del catálogo y fortalecen el cerco a la información.
La capacidad para administrar poder con esta fórmula está casi intacta en las academias, en el sistema político, en los ejércitos, y está enraizada en la estructura del poder.
Es una formula exitosa de difícil observación porque todo se hace bajo la pátina de la democracia y las libertades públicas.
Intentar reducir la distorsión en el análisis sociopolítico, es tan antiguo como el ser mismo. La posibilidad de ejercitar un análisis sin distorsión o sin compromisos – referido al sesgo personal o a la presión de un grupo de interés- es un desafío central en las libertades públicas.
La posibilidad de elaborar un análisis que refleje una situación lo más próximo a lo que es, y no a cómo un individuo o que algún grupo interesado desee que fuera, es una meta constante para proteger la autonomía de las personas.
El incremento de los niveles de participación ciudadana en las decisiones políticas y de estado, está directamente relacionado a los niveles de autonomía y libertad de expresión. Este incremento será insuficiente mientras no se eleven las capacidades analíticas de la población, lo que está directamente relacionado al acceso a la información. Para que ocurra, hay que romper el cerco, los nuevos muros.
Esa posición cercana a las personas es lo que está en disputa y en la cual tanto la información como el análisis han sido las principales víctimas del accionar del eje Neoconservadurismo-Guerra Fría que se implanta en la década de los años 80.
Este período todavía es objeto de un insuficiente análisis, permaneciendo encapsulado en el facilismo analítico que habla del modelo neoliberal y el imperialismo, como que lo explicara todo y no es así. ¿Alemania con Angela Merkel y Francia con Nicolás Sarkozy son más o menos imperialista que EEUU con Barack Obama u Holanda con su monarquía?
En los años 80 el neo neoconservadurismo implanta el ajuste estructural a la economía global, se consolida como ideología dominante y con la debacle soviética comprueba la eficacia de su herramienta operacional la Guerra Fría.
Es más grave que un modelo neoliberal. Neoconservadurismo y Guerra Fría, son como las dos pinzas de un gigantesco cangrejo que perfectamente podría aparecer en las películas de ciencia ficción de los años 50, cuando el cine oficial de Hollywood homologaba creaturas extrañas con la llegada del comunismo o la invasión asiática. Pero no es ficción.
La contaminación neoconservadora es más poderosa que el cangrejo inventado para las masas. Adquiere cuerpo sólido en las reflexiones de la última Asamblea General de la ONU y la reunión de Pittsburgh del G-20. Con el triunfo de A. Merkel en Alemania, con la arremetida de los conservadores en el Reino Unido, con la fortaleza de Sarkozy y Berlusconi a pesar de la crisis. Casi nadie quiere reformar el capitalismo.
El sistema capitalista después de la crisis quedó tan expuesto que regresó a los fundamentos más básicos: conservación y mayor autoritarismo.
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