Álvaro Cepeda Neri
La ocupación militar-policiaca para la requisa (es decir, la intervención y manejo directo de la empresa por otro personal) y su todavía no iniciado proceso de liquidación... ¡para –dice la Secretaría de Energía–, crear otra empresa!, es decir: salir de Guatemala para entrar a guatepior, tiene como crisis del conflicto entre los electricistas, su élite sindical y el gobierno federal calderonista, muchas caras.
Es un problema-poliedro. Y una de ellas es la tensión existente entre los empleados de LyFC y los consumidores, los cuales fueron tratados con la punta del pie, cada vez que era necesario ir a sus oficinas para tratar problemas relacionados con el servicio.
Eran filas de espera para ser atendidos por déspotas oficinistas que, en un 99 por ciento, no resolvían los problemas y los clientes se retiraban, después de perder miserablemente el tiempo (los versos aquellos del periodista Renato Leduc, que se volvieron pegajosa canción: “El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí... etc”), cuando en su mayoría, son mexicanos ocupados en sobrevivir con su trabajo cotidiano.
Se habían ganado los electricistas de oficina el odio de los consumidores; en la lectura de los medidores, por lo general, alteraban la cantidad de energía para que los recibos llegaran con pagos exagerados. Es verdad que lo mismo pasa con los empleados de la Comisión Federal de Electricidad (la que ahora se encarga de LyFC); pero, el caso ahora es con los trabajadores de la empresa que está a punto de pasar a mejor vida.
Los consumidores por eso han mostrado, si no indiferencia, no pocos manifestaron su conformidad con la medida precipitada de Calderón y Lozano Alarcón quienes estuvieron tendiendo la trampa a los dirigentes sindicales que, con el gobierno federal y otros particulares (Telmex, la vistosa Torre de la avenida Reforma, donde está involucrada la familia del secretario de Comunicaciones: los Molinar Horcasitas, y otros más) hicieron de LyFC un botín.
Un botín como son Pemex, la CFE y otras empresas públicas. El caso es que los clientes de la empresa en crisis política, porque no sabemos a dónde va el conflicto que se enreda, tenían cuentas pendientes con los empleados quienes los trataban con desprecio. Estos, por eso, no han apoyado lo que debe estar por encima de venganzas; pero, no podemos negar que los clientes de LyFC tenían la razón y que esta cara del conflicto está restándole apoyos a lo que es la lucha obrera.
Estos trabajadores no vislumbraron que en un problema, como el que ahora enfrentan, necesitarían del pueblo. Mismo que se está dividiendo ante el abuso del poder presidencial. Empero, las mayorías conscientes del asunto se han sumado a las protestas de los electricistas que, como empleados, trataron con prepotencia a los consumidores. Estos en general, como consumidores son tratados muy mal por los empleados privados y públicos. Y las caras sucias por el abuso del poder, no se lavan con arrepentimientos.
La ocupación militar-policiaca para la requisa (es decir, la intervención y manejo directo de la empresa por otro personal) y su todavía no iniciado proceso de liquidación... ¡para –dice la Secretaría de Energía–, crear otra empresa!, es decir: salir de Guatemala para entrar a guatepior, tiene como crisis del conflicto entre los electricistas, su élite sindical y el gobierno federal calderonista, muchas caras.
Es un problema-poliedro. Y una de ellas es la tensión existente entre los empleados de LyFC y los consumidores, los cuales fueron tratados con la punta del pie, cada vez que era necesario ir a sus oficinas para tratar problemas relacionados con el servicio.
Eran filas de espera para ser atendidos por déspotas oficinistas que, en un 99 por ciento, no resolvían los problemas y los clientes se retiraban, después de perder miserablemente el tiempo (los versos aquellos del periodista Renato Leduc, que se volvieron pegajosa canción: “El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí... etc”), cuando en su mayoría, son mexicanos ocupados en sobrevivir con su trabajo cotidiano.
Se habían ganado los electricistas de oficina el odio de los consumidores; en la lectura de los medidores, por lo general, alteraban la cantidad de energía para que los recibos llegaran con pagos exagerados. Es verdad que lo mismo pasa con los empleados de la Comisión Federal de Electricidad (la que ahora se encarga de LyFC); pero, el caso ahora es con los trabajadores de la empresa que está a punto de pasar a mejor vida.
Los consumidores por eso han mostrado, si no indiferencia, no pocos manifestaron su conformidad con la medida precipitada de Calderón y Lozano Alarcón quienes estuvieron tendiendo la trampa a los dirigentes sindicales que, con el gobierno federal y otros particulares (Telmex, la vistosa Torre de la avenida Reforma, donde está involucrada la familia del secretario de Comunicaciones: los Molinar Horcasitas, y otros más) hicieron de LyFC un botín.
Un botín como son Pemex, la CFE y otras empresas públicas. El caso es que los clientes de la empresa en crisis política, porque no sabemos a dónde va el conflicto que se enreda, tenían cuentas pendientes con los empleados quienes los trataban con desprecio. Estos, por eso, no han apoyado lo que debe estar por encima de venganzas; pero, no podemos negar que los clientes de LyFC tenían la razón y que esta cara del conflicto está restándole apoyos a lo que es la lucha obrera.
Estos trabajadores no vislumbraron que en un problema, como el que ahora enfrentan, necesitarían del pueblo. Mismo que se está dividiendo ante el abuso del poder presidencial. Empero, las mayorías conscientes del asunto se han sumado a las protestas de los electricistas que, como empleados, trataron con prepotencia a los consumidores. Estos en general, como consumidores son tratados muy mal por los empleados privados y públicos. Y las caras sucias por el abuso del poder, no se lavan con arrepentimientos.
Comentarios
Que la nueva estructura federal es lujosa y flamante, que ha ganado premios de productividad y que su sistema administrativo es wonderful, ha, ha, eso de que no tienen vicios no es creible.
Y la infraestructura debastada, saqueada, quien va a invertir para modernisas los sistemas internos, en fin, en unos cuantos años a que poder superior la van a pasar cuando sus argumentos si les conviene sea que es inoperante y no existe presupuesto para su reconstitución.
Pero quiza eso nunca pase, quiza ni siquiera sea necesario, el poder y los recursos, la riqueza y la energia sigue siendo ajena del pueblo.