Dolia Estévez
La presencia de México en la Asamblea General de la ONU y en la tercera cumbre del Grupo de los 20 (G-20) pasó prácticamente inadvertida en el debate político y en la cobertura mediática. Y es que sumido en la peor ola de violencia desde la Revolución, México aparece en el radar internacional, pero no por su peso o iniciativas de política exterior, sino por su guerra al narcotráfico, homicidios, decapitados, corrupción sistémica, desigualdad social y emigración ilegal a EU; 90% de la cobertura sobre México tiene que ver con esos temas; el resto con la exitosa avaricia de Carlos Slim.
Vale preguntarse: ¿a qué fue Felipe Calderón a Nueva York, donde ni siquiera pronunció un discurso ante la ONU o se entrevistó con Barack Obama? Irónicamente, según algunos observadores, su actividad más importante fue la cena a puerta cerrada (privada, dicen en Los Pinos) con los bien servidos ejecutivos del puñado de instituciones financieras estadounidenses (Citigroup y Bank of America), que junto con sus pares europeos (BBVA, HSBC, Santander y Scotia) controlan 70% de la cartera total de la banca mexicana.
Los banqueros expresaron preocupación por la caída histórica del crecimiento económico en 2009. A diferencia de otros países emergentes, México no da señales de iniciar la recuperación, no obstante las medidas contracíclicas impuestas por el gobierno. Calderón les dijo a los dueños de los bancos nacionales que el presupuesto federal para 2010 (que incluye un nuevo impuesto de 2% al consumo de bienes y servicios) es la clave para salir de la recesión y lamentó la no disposición del Congreso para aprobarlo. Merrill Lynch, una de las casas de inversión presentes en la cena, le dio la bienvenida con un nuevo informe en el que critica su propuesta de presupuesto, “por no representar un serio intento para eliminar los privilegios fiscales y aumentar la base tributaria”.
¿Y a qué fue Calderón a Pittsburgh donde la voz de México no se escuchó ni en los pasillos? Lo único que trascendió fue el texto preparado de su discurso sobre el Fondo Verde, esquema que ha venido impulsando sin éxito desde la primera Cumbre del G-20, en noviembre. Las naciones emergentes del G-20 que cuentan son China, Brasil, India, Surcorea y Sudáfrica, no México. ¿Debe México seguir en el G-20? ¿Vale la pena gastar millones de dólares en viáticos y preparativos para dar pena ajena? ¿Usted, qué opina lector?
LA GRAN FALLA DEL G-20
El comunicado final del G-20 enumera una larga lista de acertadas metas que cada nación debe cumplir como, por ejemplo, eliminar barreras al comercio y reducir déficits fiscales. Sin embargo, es una letanía de promesas, no de obligaciones. Como en las dos previas cumbres, el G-20 deja a discreción de cada gobierno el cumplimiento de los puntos de acuerdo. En ningún momento plantea la imposición de sanciones contra los que no cumplan. Ésta ha sido y seguirá siendo la gran falla del G-20 que ha permitido que los países desacaten los compromisos adquiridos, como el de no elevar barreras arancelarias.
De acuerdo con un informe publicado por Global Trade Alert y el Banco Mundial, en la víspera de la reunión, a partir de noviembre pasado los países del G-20 han concretado 20 “descaradas medidas proteccionistas” y tienen 134 más en vías de poner en práctica. El documento prevé que aun cuando la recuperación económica prospere, el desempleo seguirá aumentando, lo que intensificará las presiones internas para tomar medidas proteccionistas. Que no sorprenda si entre ahora y la próxima cumbre, en junio de 2010 en Canadá, el comunicado del G-20 sólo sea letra muerta.
CONTRASTES
Sumo mi voto simbólico a favor de la candidatura de Mariclaire Acosta, comprometida defensora de los derechos humanos, para la Presidencia de la CNDH. No conozco mejor candidata. Por el contrario, Sigrid Artz, la ex asesora de temas de seguridad de Calderón, no es la persona idónea para comisionada del IFAI. Está más identificada con el secretismo que con la transparencia.
La presencia de México en la Asamblea General de la ONU y en la tercera cumbre del Grupo de los 20 (G-20) pasó prácticamente inadvertida en el debate político y en la cobertura mediática. Y es que sumido en la peor ola de violencia desde la Revolución, México aparece en el radar internacional, pero no por su peso o iniciativas de política exterior, sino por su guerra al narcotráfico, homicidios, decapitados, corrupción sistémica, desigualdad social y emigración ilegal a EU; 90% de la cobertura sobre México tiene que ver con esos temas; el resto con la exitosa avaricia de Carlos Slim.
Vale preguntarse: ¿a qué fue Felipe Calderón a Nueva York, donde ni siquiera pronunció un discurso ante la ONU o se entrevistó con Barack Obama? Irónicamente, según algunos observadores, su actividad más importante fue la cena a puerta cerrada (privada, dicen en Los Pinos) con los bien servidos ejecutivos del puñado de instituciones financieras estadounidenses (Citigroup y Bank of America), que junto con sus pares europeos (BBVA, HSBC, Santander y Scotia) controlan 70% de la cartera total de la banca mexicana.
Los banqueros expresaron preocupación por la caída histórica del crecimiento económico en 2009. A diferencia de otros países emergentes, México no da señales de iniciar la recuperación, no obstante las medidas contracíclicas impuestas por el gobierno. Calderón les dijo a los dueños de los bancos nacionales que el presupuesto federal para 2010 (que incluye un nuevo impuesto de 2% al consumo de bienes y servicios) es la clave para salir de la recesión y lamentó la no disposición del Congreso para aprobarlo. Merrill Lynch, una de las casas de inversión presentes en la cena, le dio la bienvenida con un nuevo informe en el que critica su propuesta de presupuesto, “por no representar un serio intento para eliminar los privilegios fiscales y aumentar la base tributaria”.
¿Y a qué fue Calderón a Pittsburgh donde la voz de México no se escuchó ni en los pasillos? Lo único que trascendió fue el texto preparado de su discurso sobre el Fondo Verde, esquema que ha venido impulsando sin éxito desde la primera Cumbre del G-20, en noviembre. Las naciones emergentes del G-20 que cuentan son China, Brasil, India, Surcorea y Sudáfrica, no México. ¿Debe México seguir en el G-20? ¿Vale la pena gastar millones de dólares en viáticos y preparativos para dar pena ajena? ¿Usted, qué opina lector?
LA GRAN FALLA DEL G-20
El comunicado final del G-20 enumera una larga lista de acertadas metas que cada nación debe cumplir como, por ejemplo, eliminar barreras al comercio y reducir déficits fiscales. Sin embargo, es una letanía de promesas, no de obligaciones. Como en las dos previas cumbres, el G-20 deja a discreción de cada gobierno el cumplimiento de los puntos de acuerdo. En ningún momento plantea la imposición de sanciones contra los que no cumplan. Ésta ha sido y seguirá siendo la gran falla del G-20 que ha permitido que los países desacaten los compromisos adquiridos, como el de no elevar barreras arancelarias.
De acuerdo con un informe publicado por Global Trade Alert y el Banco Mundial, en la víspera de la reunión, a partir de noviembre pasado los países del G-20 han concretado 20 “descaradas medidas proteccionistas” y tienen 134 más en vías de poner en práctica. El documento prevé que aun cuando la recuperación económica prospere, el desempleo seguirá aumentando, lo que intensificará las presiones internas para tomar medidas proteccionistas. Que no sorprenda si entre ahora y la próxima cumbre, en junio de 2010 en Canadá, el comunicado del G-20 sólo sea letra muerta.
CONTRASTES
Sumo mi voto simbólico a favor de la candidatura de Mariclaire Acosta, comprometida defensora de los derechos humanos, para la Presidencia de la CNDH. No conozco mejor candidata. Por el contrario, Sigrid Artz, la ex asesora de temas de seguridad de Calderón, no es la persona idónea para comisionada del IFAI. Está más identificada con el secretismo que con la transparencia.
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