Capitalismo de Compadres en México

Eduardo Ibarra Aguirre

Para el premio Nobel de Economía 2000, James J. Heckman , “México tiene una cultura política y económica de capitalismo de amigos, la cual ha protegido la creación de monopolios en el país”.

Lo que desde la academia se postula rara ocasión y siempre que no trascienda los muros de los planteles universitarios, además de que en los espacios para el debate periodístico es inexistente, el catedrático de la Universidad de Chicago no se anduvo por las ramas y emitió la tesis ante banqueros, gobernadores de bancos centrales y representantes de organismos internacionales en el foro Retos y estrategias para promover el crecimiento económico, organizado por el Banco de México.

Allí, frente a Guillermo Ortiz Martínez como anfitrión en vísperas de su retiro, se explayó el doctor por Princeton: “Los monopolios que evitan que los innovadores entren a la industria retrasan el crecimiento y elevan los costos”.

Y ejemplificó con lo que los usuarios de la telefonía padecen al pagar las llamadas de tres minutos siete veces más costosas que en Corea del Sur.

Por algo Teléfonos de México es la joya de la corona del emporio de Carlos Slim Helú, y sin ella seguramente no sería el segundo hombre más rico de la aldea global. Es pertinente recordar que la empresa estatal fue privatizada a bajo costo por Carlos Salinas de Gortari y adjudicada al magnate, lo que aún genera sospechas de asociación mercantil. Se hizo bajo los mismos argumentos que se esgrimen para extinguir Luz y Fuerza del Centro: los altísimos costos de operación, la baja productividad de los trabajadores que generan la riqueza. Y la elite burocrática que sólo administra la riqueza no es tocada ni con un despido.

Baste un ejemplo. En 34 meses de gobierno, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa creó 54 mil puestos de director de área hasta subsecretario, lo que representa un gasto de 125 mil millones de pesos, más de lo que se destina a la salud pública de los mexicanos, casi el doble del presupuesto de las universidades públicas, hoy amenazadas con reducciones presupuestales.

Si tal escándalo de gasto se reflejara en la calidad y la eficiencia gubernamentales valdría la pena, pero es la ineptitud lo distintivo en materia de seguridad pública, empleo, salarios, salud, costo de la vida, pobreza extrema, pobreza, transparencia y honradez.

El coautor de teorías y métodos de análisis de datos estadísticos para estudiar comportamientos individuales en economía y otras ciencias sociales, se ocupó también de la fuerte –y añeja, digo yo-- dependencia de las finanzas públicas respecto del petróleo, la falta de competencia en algunos sectores, así como la “elevada desigualdad” entre diversas regiones, lo que debería preocupar a todos –como en la campaña presidencial de 1994 se ocupó Luis Donaldo Colosio Murrieta --, “la sorprendente desigualdad” que frena el crecimiento y obstruye la competitividad, el mal desempeño escolar a pesar de la inversión equivalente a 6 por ciento del producto interno bruto en educación y los altos costos administrativos que lo agrava. La imposición de Elba Esther Gordillo Morales, hace 20 años, al frente del sindicato de profesores explica buena parte del problema, pero pretenden reproducirlo en el SME.

Las observaciones de Heckman no son ajenas a la visión intelectual que nos observa desde las alturas, tampoco a un imperio urgido en invertir en los cotos exclusivos de los monopolios privados, porque los públicos están abiertos a la inversión extranjera, siempre que se respeten las vigorosas prácticas del 10 por ciento en las compras y adquisiciones, o en acciones, como lo evidencia la red de fibra óptica que pertenecía a Luz y Fuerza del Centro.

Es el capitalismo de compadres que hasta los neoliberales ortodoxos repudian.

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