Francisco Rodríguez
Los cortesanos morirían de aburrimiento si no supieran rellenar su tiempo con las ceremonias.
Eckermann
ESTÁ CIENTÍFICAMENTE COMPROBADO: Fue Felipe Calderón quien, a través de sus colaboradores --y, por supuesto, con la “invaluable” ayuda de comentaristas de los medios en su nómina— echó a andar la especie de que cada el primero de septiembre se había convertido en “El Día del Presidente” y que, para ser más democráticos (jejeje) había que derogarlo.
Todo ello después de que, en 2007, apenas si había tenido oportunidad de permanecer unos minutos en San Lázaro, de donde prácticamente fue sacado en vilo por el numeroso personal encargado de brindarle seguridad.
Para 2008, durante todo el mes de agosto, la maquinaria propagandística que tiene a su principal motor en Los Pinos dedicó todos sus afanes a “persuadir” sobre la conveniencia de que, ante el alboroto democrático que la sola presencia de Calderón provocaba en el recinto del Congreso de la Unión, lo mejor sería que sólo enviase su texto a la consideración de los legisladores y que, a cambio de su ausencia, los secretarios del Despacho pudiesen ser citados –previo acuerdo--, a abundar detalles sobre lo informado.
Jubilosos, los adictos al régimen –no importa cuál sea si priísta, panista o eventualmente perredista; lo importante es mantenerse uncidos a la ubre presupuestal-- aplaudieron a rabiar. Se acabó la fea tradición del “Día del Presidente”. Ya no más confeti tricolor flotando sobre su trayecto. Ni ¡vivas-vivas! Menos aún porras. Escenografía que, por cierto, jamás hubiese podido armársele a Calderón, habida cuenta de la animadversión que en su contra priva sobremanera en la capital nacional.
Pero, ¡oh sorpresa! Lo que los aplaudidores no habían considerado cual una remota posibilidad siquiera, es que del “Día del Presidente” el país brincaría al del “Día del Reyezuelo”.
Ya no en el Palacio Legislativo. Ahora en el Palacio Nacional desde 2008 se inauguraron nuevos fastos. Menos “democráticos”, en efecto. Más cortesanos, eso sí.
Orador único. Escenografía majestuosa. Con cortesanos que ni por equivocación dejarían de aplaudir. Lo más importante, el año anterior cuando menos, sin interpelaciones.
Hasta el año anterior, cuando menos, porque en esta ocasión, la de esta mañana, Calderón sí podría ser interpelado por alguno de los legisladores que acepten asistir a su reprogramada presentación de un mensaje que, con motivo de la obligación constitucional de presentar el informe del estado que guarda la res publica, brindará desde el Palacio Nacional.
Controlado el acceso y seguramente rodeado el primer cuadro del Distrito Federal por todo tipo de “operativos” en los que intervengan no sólo las diversas policías, incluso elementos de las Fuerzas Armadas, ¿podrán éstas impedir el acceso de legisladores con fuero constitucional a un evento?
Le hablo del polémico diputado petista Gerardo Fernández Noroña quien, aún desprovisto de fuero, se ha convertido en un verdadero reto de imaginación a elementos del Estado Mayor Presidencial desde los tiempos en los que Ernesto Zedillo ostentaba la Primera Magistratura.
Fernández Noroña, quien mes a mes acude a Los Pinos a recordar a Calderón su calidad de “espurio” –lo hizo ayer, ya con fuero-- ha anunciado que, aún sin invitación, se hará presente en la fastuosa ceremonia que se llevará a cabo en el principal de los edificios cívicos del Zócalo.
¿Le impedirán el acceso, siendo como es representante popular?
Hacerlo implicaría un conflicto adicional entre dos poderes que, de ahora en adelante, vivirán en permanente contradicción.
Peor aún: no irá solo. Acudirá acompañado de otros legisladores que, también con fuero, no podrán ser privados del acceso a un recinto público, por más controlado que esté su acceso.
¿Y sí ya ni en el Palacio Nacional puede Calderón “estar a gusto”, en qué otro palacio podrá esconderse en 2010?
Siempre queda, como reserva, el Archivo General de la Nación. Lecumberri. El que fuese conocido como “El Palacio Negro”, ¿o no?
Índice Flamígero: Si como se rumora, Luis Felipe Bravo Mena está perfilado para suceder a Eduardo Medina-Mora en la titularidad de la PGR, “va a emprender una cruzada contra la delincuencia, cual si fuese combate a los vampiros –dice un inteligente lector del Índice--: con ajos y crucifijos. Sobre todo con crucifijos”… Ya se acerca el 5 de septiembre. Se cumplirán dos meses del incendio de la guardería ABC, en Hermosillo. Y lo único nuevo es que los propietarios son gente decente, maravillosa. La justicia aguarda. + + + Cifras para no creer: el aumento constante del IPC de la Bolsa Mexicana de Valores, la paridad peso-dólar, y la popularidad de Felipe Calderón. Cifras literalmente ¡increíbles!
Los cortesanos morirían de aburrimiento si no supieran rellenar su tiempo con las ceremonias.
Eckermann
ESTÁ CIENTÍFICAMENTE COMPROBADO: Fue Felipe Calderón quien, a través de sus colaboradores --y, por supuesto, con la “invaluable” ayuda de comentaristas de los medios en su nómina— echó a andar la especie de que cada el primero de septiembre se había convertido en “El Día del Presidente” y que, para ser más democráticos (jejeje) había que derogarlo.
Todo ello después de que, en 2007, apenas si había tenido oportunidad de permanecer unos minutos en San Lázaro, de donde prácticamente fue sacado en vilo por el numeroso personal encargado de brindarle seguridad.
Para 2008, durante todo el mes de agosto, la maquinaria propagandística que tiene a su principal motor en Los Pinos dedicó todos sus afanes a “persuadir” sobre la conveniencia de que, ante el alboroto democrático que la sola presencia de Calderón provocaba en el recinto del Congreso de la Unión, lo mejor sería que sólo enviase su texto a la consideración de los legisladores y que, a cambio de su ausencia, los secretarios del Despacho pudiesen ser citados –previo acuerdo--, a abundar detalles sobre lo informado.
Jubilosos, los adictos al régimen –no importa cuál sea si priísta, panista o eventualmente perredista; lo importante es mantenerse uncidos a la ubre presupuestal-- aplaudieron a rabiar. Se acabó la fea tradición del “Día del Presidente”. Ya no más confeti tricolor flotando sobre su trayecto. Ni ¡vivas-vivas! Menos aún porras. Escenografía que, por cierto, jamás hubiese podido armársele a Calderón, habida cuenta de la animadversión que en su contra priva sobremanera en la capital nacional.
Pero, ¡oh sorpresa! Lo que los aplaudidores no habían considerado cual una remota posibilidad siquiera, es que del “Día del Presidente” el país brincaría al del “Día del Reyezuelo”.
Ya no en el Palacio Legislativo. Ahora en el Palacio Nacional desde 2008 se inauguraron nuevos fastos. Menos “democráticos”, en efecto. Más cortesanos, eso sí.
Orador único. Escenografía majestuosa. Con cortesanos que ni por equivocación dejarían de aplaudir. Lo más importante, el año anterior cuando menos, sin interpelaciones.
Hasta el año anterior, cuando menos, porque en esta ocasión, la de esta mañana, Calderón sí podría ser interpelado por alguno de los legisladores que acepten asistir a su reprogramada presentación de un mensaje que, con motivo de la obligación constitucional de presentar el informe del estado que guarda la res publica, brindará desde el Palacio Nacional.
Controlado el acceso y seguramente rodeado el primer cuadro del Distrito Federal por todo tipo de “operativos” en los que intervengan no sólo las diversas policías, incluso elementos de las Fuerzas Armadas, ¿podrán éstas impedir el acceso de legisladores con fuero constitucional a un evento?
Le hablo del polémico diputado petista Gerardo Fernández Noroña quien, aún desprovisto de fuero, se ha convertido en un verdadero reto de imaginación a elementos del Estado Mayor Presidencial desde los tiempos en los que Ernesto Zedillo ostentaba la Primera Magistratura.
Fernández Noroña, quien mes a mes acude a Los Pinos a recordar a Calderón su calidad de “espurio” –lo hizo ayer, ya con fuero-- ha anunciado que, aún sin invitación, se hará presente en la fastuosa ceremonia que se llevará a cabo en el principal de los edificios cívicos del Zócalo.
¿Le impedirán el acceso, siendo como es representante popular?
Hacerlo implicaría un conflicto adicional entre dos poderes que, de ahora en adelante, vivirán en permanente contradicción.
Peor aún: no irá solo. Acudirá acompañado de otros legisladores que, también con fuero, no podrán ser privados del acceso a un recinto público, por más controlado que esté su acceso.
¿Y sí ya ni en el Palacio Nacional puede Calderón “estar a gusto”, en qué otro palacio podrá esconderse en 2010?
Siempre queda, como reserva, el Archivo General de la Nación. Lecumberri. El que fuese conocido como “El Palacio Negro”, ¿o no?
Índice Flamígero: Si como se rumora, Luis Felipe Bravo Mena está perfilado para suceder a Eduardo Medina-Mora en la titularidad de la PGR, “va a emprender una cruzada contra la delincuencia, cual si fuese combate a los vampiros –dice un inteligente lector del Índice--: con ajos y crucifijos. Sobre todo con crucifijos”… Ya se acerca el 5 de septiembre. Se cumplirán dos meses del incendio de la guardería ABC, en Hermosillo. Y lo único nuevo es que los propietarios son gente decente, maravillosa. La justicia aguarda. + + + Cifras para no creer: el aumento constante del IPC de la Bolsa Mexicana de Valores, la paridad peso-dólar, y la popularidad de Felipe Calderón. Cifras literalmente ¡increíbles!
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