Álvaro Cepeda Neri
Resulta que don Alonso Lujambio (candidato de Calderón para sucederlo; mientras Molinar Horcasitas es el preferido de Margarita Zavala, para una disputa presidencial dentro de tres años que no ganará el PAN) tuvo muchísimas ganas de que la Orquesta Sinfónica Infantil ejecutara varias piezas y en complicidad con su amigo y empleado Enrique Barrios, así se hizo el sábado uno de agosto, para terminar la semana con un concierto de voces infantiles e instrumentos de viento y cuerdas.
Y convertido, por obra y gracia del inquilino de Los Pinos, en mandamás de la secretaría de Educación (lo de pública ya sobra, en un régimen que está privatizándola), ordenó Lujambio que se presentaran los 160 niños de la orquesta en los patios de la dependencia.
Era mediodía. El sol caía como plomo derretido. Y como si los niños fueran propiedad de Lujambio y Barrios, los expusieron a los rayos solares durante casi tres horas. Unos se insolaran y todos, con el reflejo de esa luz al rebotar en sus instrumentos sufrieron “quemaduras en la retina, córnea y lesiones de primero y segundo grado en la piel” (nota de Karina Avilés, en La Jornada: 3/VIII/09).
Más de la mitad de los niños-músicos, entre 14 y 16 años, desde las nueve de la mañana estuvieron ensayando para “deleitar” al empleado de Calderón. Todos ellos se quedaron ciegos por varias horas y tuvieron que irse a sus casas con parches, guiados por sus padres en calidad de lazarillos.
Por todos los medios Lujambio y Barrios trataron de ocultar las quemaduras de los niños. Los encerraron en un hotel y a otros se los llevaron a una clínica el Seguro Social, donde los atendieron por “órdenes superiores”. A la reportera que siguió los hechos, un guarura de Lujambio, la tomó fuertemente del brazo, lastimándola, y la sacó de las habitaciones, para que no siguiera entrevistando a los niños que lloraban.
El titular de la SEP, que renunció al cargo de presidente del IFAI (el inservible instituto para la información federal) donde lo impuso Calderón y del que aseguró nunca renunciar, se presentó en el hospital para evitar la ceguera, les llevó pizzas (comida chatarra) y les puso gotas en los ojos, haciéndose el compadecido.
Lujambio, por medios solares se parece al desgobernador Robinson-Bours, ya que ambos provocaron severas lesiones por quemaduras a niños que estaban bajo su responsabilidad. A los funcionarios nada les importa la suerte de los gobernados. Lujambio, como Fox, son altos, pero les falta algo en sus respectivas cabezas. A este tipo de hombres se les acusa de “alto vacío”.
Fox y Lujambio sólo son de gran estatura. Salvo que, de tener cerebro y un mínimo de inteligencia, sean usados como garrochas, postes o algo semejante. El chapito Bours (el reverso de la moneda) y Lujambio, de tan relamido peinado, coinciden en haber (Bours, sobre todo) causado quemaduras a los niños, y son responsables por delitos que van desde homicidios hasta lesiones en los ojos. Por lo tanto ya deberían estar bajo arresto. Pero este es el sistema panista de la impunidad.
Resulta que don Alonso Lujambio (candidato de Calderón para sucederlo; mientras Molinar Horcasitas es el preferido de Margarita Zavala, para una disputa presidencial dentro de tres años que no ganará el PAN) tuvo muchísimas ganas de que la Orquesta Sinfónica Infantil ejecutara varias piezas y en complicidad con su amigo y empleado Enrique Barrios, así se hizo el sábado uno de agosto, para terminar la semana con un concierto de voces infantiles e instrumentos de viento y cuerdas.
Y convertido, por obra y gracia del inquilino de Los Pinos, en mandamás de la secretaría de Educación (lo de pública ya sobra, en un régimen que está privatizándola), ordenó Lujambio que se presentaran los 160 niños de la orquesta en los patios de la dependencia.
Era mediodía. El sol caía como plomo derretido. Y como si los niños fueran propiedad de Lujambio y Barrios, los expusieron a los rayos solares durante casi tres horas. Unos se insolaran y todos, con el reflejo de esa luz al rebotar en sus instrumentos sufrieron “quemaduras en la retina, córnea y lesiones de primero y segundo grado en la piel” (nota de Karina Avilés, en La Jornada: 3/VIII/09).
Más de la mitad de los niños-músicos, entre 14 y 16 años, desde las nueve de la mañana estuvieron ensayando para “deleitar” al empleado de Calderón. Todos ellos se quedaron ciegos por varias horas y tuvieron que irse a sus casas con parches, guiados por sus padres en calidad de lazarillos.
Por todos los medios Lujambio y Barrios trataron de ocultar las quemaduras de los niños. Los encerraron en un hotel y a otros se los llevaron a una clínica el Seguro Social, donde los atendieron por “órdenes superiores”. A la reportera que siguió los hechos, un guarura de Lujambio, la tomó fuertemente del brazo, lastimándola, y la sacó de las habitaciones, para que no siguiera entrevistando a los niños que lloraban.
El titular de la SEP, que renunció al cargo de presidente del IFAI (el inservible instituto para la información federal) donde lo impuso Calderón y del que aseguró nunca renunciar, se presentó en el hospital para evitar la ceguera, les llevó pizzas (comida chatarra) y les puso gotas en los ojos, haciéndose el compadecido.
Lujambio, por medios solares se parece al desgobernador Robinson-Bours, ya que ambos provocaron severas lesiones por quemaduras a niños que estaban bajo su responsabilidad. A los funcionarios nada les importa la suerte de los gobernados. Lujambio, como Fox, son altos, pero les falta algo en sus respectivas cabezas. A este tipo de hombres se les acusa de “alto vacío”.
Fox y Lujambio sólo son de gran estatura. Salvo que, de tener cerebro y un mínimo de inteligencia, sean usados como garrochas, postes o algo semejante. El chapito Bours (el reverso de la moneda) y Lujambio, de tan relamido peinado, coinciden en haber (Bours, sobre todo) causado quemaduras a los niños, y son responsables por delitos que van desde homicidios hasta lesiones en los ojos. Por lo tanto ya deberían estar bajo arresto. Pero este es el sistema panista de la impunidad.
Comentarios