Pedro Echeverría V.
1. En la primera sesión de trabajo de la 61 Legislatura, 10 diputados, ocho de ellos mujeres, solicitaron licencia indefinida para permitir así la llegada de sus suplentes, la mayoría del sexo masculino. Cada tres años algunas legisladoras piden licencia para que hombres ocupen sus curules, las cuales fueron otorgadas en principio a ellas solamente para cumplir con la cuota legal de género. De las 10 solicitudes, ocho correspondían a dos diputadas del PRI, Ana María Rojas y Yulma Rocha; cuatro del PVEM, Carolina García Cañón, Mariana Ivette Ezeta Salcedo, Laura Elena Ledesma y Katia Garza Romo; una del PT, Anel Patricia Nava, y otra del PRD, Olga Luz Espinoza. De concretarse los cambios, el Partido Verde Ecologista de México entregaría al menos una curul a personas vinculadas a las televisoras.
2. No se puede adelantar juicios acerca de los reales móviles definitivos de las renuncias de las diputadas a sus curules. ¿Por celos de los maridos, por inexperiencia política y miedo a fallar, por el sexismo y el machismo que domina entre los políticos, por la tradición religiosa que sigue pesando? Lo que sea, lo importante es que son muchas más mujeres que hombres –proporcionalmente- las que renuncian. Mi pregunta de siempre es si la política es un oficio de hombres o la política está tan diseñada por los hombres que cuando gobiernan las mujeres lo hacen exactamente igual que los hombres. Es posible que las mujeres logren tener una presencia igualitaria en la política oficial y en la lucha en las calles, pero para ello debe haber una gran revolución para que los hombres logren tener una presencia igualitaria en la casa y las tareas de las mujeres.
3. La realidad es que sea hombre o mujer quien ocupe la curul no es importante porque quienes siempre han ordenado el rumbo de los votos son las camarillas de tres o cuatro de cada partido. De los 500 legisladores que conforman la llamada “cámara baja” son menos de 20 los que se ponen de acuerdo para inclinar los votos en uno u otro sentido. Pero claro, los 500 votan y obtienen ingresos que están por arriba de los 250 mil pesos al mes. Hombre, mujer u homosexual en las cámaras tienen el mismo derecho de no representar a nadie, de obtener la diputación por el hecho de pertenecer a la camarilla mayoritaria de su partido y de guardar la disciplina política que se requiera. Las llamadas cuotas de género son sólo una manera de disfrazar y simular –una vez más- la democracia. Son los hombres quienes hicieron la política a su imagen y semejanza.
4. La batalla de las mujeres por la igualdad política, sexual, económica con el hombre es absolutamente justa, no debería ponerse en duda, pero aunque lleva más de un siglo, quizá tenga que esperar otros 100 años. Al parecer todavía se encuentra en las universidades y en algunos sectores de la burguesía y las clases medias. Incluso el que la mujer se haya integrado a la producción capitalista y haya vivido interesantes jalones históricos liberadores como la década de los sesenta, no ha significado crecimiento de la conciencia. La religión católica y sus dos mil años, así como todas las fuerzas de derecha dominadas por ella, han contado con el suficiente peso para aplastar cualquier asomo de rebeldía. La fuerza de la tradición, las costumbres y la religión sigue dominando en el 90 por ciento de los hogares mexicanos y de Latinoamérica.
5. Hasta los años sesenta, antes que se registre la gran revolución liberadora hippiosa, colorida, rocanrolera, sexual y marihuanesca, todo mundo tenía “la obligación” de casarse, tener hijos y familia; parecía que entre los chavos de hace 50 años la conciencia de unos pocos se había adelantado a la realidad. A los pocos años, a partir de los setenta y los ochenta, el capitalismo tomó otro ritmo de desarrollo e integró a todos aquellos jóvenes rebeldes a su sociedad de conformismo y confort. Nos integraron –a pesar de nuestra resistencia y muchas veces con gusto- a “hacer la revolución” en las universidades y centros de educación superior. Hoy la inmensa mayoría de aquellos rebeldes son connotados investigadores, laureados escritores, altos funcionarios de partidos y de gobierno. El capitalismo sigue tan campante como entonces.
6. El feminismo radical liberacionista, por falta de grandes movimientos revolucionarios de masas nacionales e internacionales, fue aislado al parecer para luego transformarse en los llamados “estudios de género” universitarios bien pagados. En lugar de las batallas de las mujeres en las calles para agrupar a amas de casa, campesinas y obreras –junto a los hombres conscientes- para luchas por sus derechos económicos, políticos y sexuales, la burguesía política hoy regala, incluso reglamenta ( vía partidos) cuotas legislativas de género. Quizá ninguna diputada, senadora, gobernadora, de los partidos de derecha (PAN, PRI, Verde, Alianza) tiene alguna idea de feminismo, de liberación o sepa del real significado de liberación sexual, pero sí saben mucho de “pecado” y de respeto a las tradiciones de la familia. Pero todas pelean por su cuota de género.
7. En las condiciones del México actual en la que domina un presidencialismo y una partidocracia; en que a la población le importa un carajo lo que suceda porque están al margen de la política y los asuntos de Estado y en que las mujeres y los hombres de partido se manejan de igual a igual dentro de la misma corrupción, al pueblo vale un comino que gobierne un hombre o una mujer, que sea diputado o diputada, que haya cuota alta o baja de hombres o mujeres. El pueblo ve a seres humanos cerca o lejos de él, a personas bondadosas o malas que los sirven o los agraden y a partidos y políticos que sólo actúan en beneficio propio. Sabe el pueblo que para que las cosas cambien realmente se requiere de una gran revolución que ponga de pie la sociedad que ahora está de cabeza, sociedad que enriquece a unos pocos explotadores y hace más pobres a los productores de la riqueza.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
1. En la primera sesión de trabajo de la 61 Legislatura, 10 diputados, ocho de ellos mujeres, solicitaron licencia indefinida para permitir así la llegada de sus suplentes, la mayoría del sexo masculino. Cada tres años algunas legisladoras piden licencia para que hombres ocupen sus curules, las cuales fueron otorgadas en principio a ellas solamente para cumplir con la cuota legal de género. De las 10 solicitudes, ocho correspondían a dos diputadas del PRI, Ana María Rojas y Yulma Rocha; cuatro del PVEM, Carolina García Cañón, Mariana Ivette Ezeta Salcedo, Laura Elena Ledesma y Katia Garza Romo; una del PT, Anel Patricia Nava, y otra del PRD, Olga Luz Espinoza. De concretarse los cambios, el Partido Verde Ecologista de México entregaría al menos una curul a personas vinculadas a las televisoras.
2. No se puede adelantar juicios acerca de los reales móviles definitivos de las renuncias de las diputadas a sus curules. ¿Por celos de los maridos, por inexperiencia política y miedo a fallar, por el sexismo y el machismo que domina entre los políticos, por la tradición religiosa que sigue pesando? Lo que sea, lo importante es que son muchas más mujeres que hombres –proporcionalmente- las que renuncian. Mi pregunta de siempre es si la política es un oficio de hombres o la política está tan diseñada por los hombres que cuando gobiernan las mujeres lo hacen exactamente igual que los hombres. Es posible que las mujeres logren tener una presencia igualitaria en la política oficial y en la lucha en las calles, pero para ello debe haber una gran revolución para que los hombres logren tener una presencia igualitaria en la casa y las tareas de las mujeres.
3. La realidad es que sea hombre o mujer quien ocupe la curul no es importante porque quienes siempre han ordenado el rumbo de los votos son las camarillas de tres o cuatro de cada partido. De los 500 legisladores que conforman la llamada “cámara baja” son menos de 20 los que se ponen de acuerdo para inclinar los votos en uno u otro sentido. Pero claro, los 500 votan y obtienen ingresos que están por arriba de los 250 mil pesos al mes. Hombre, mujer u homosexual en las cámaras tienen el mismo derecho de no representar a nadie, de obtener la diputación por el hecho de pertenecer a la camarilla mayoritaria de su partido y de guardar la disciplina política que se requiera. Las llamadas cuotas de género son sólo una manera de disfrazar y simular –una vez más- la democracia. Son los hombres quienes hicieron la política a su imagen y semejanza.
4. La batalla de las mujeres por la igualdad política, sexual, económica con el hombre es absolutamente justa, no debería ponerse en duda, pero aunque lleva más de un siglo, quizá tenga que esperar otros 100 años. Al parecer todavía se encuentra en las universidades y en algunos sectores de la burguesía y las clases medias. Incluso el que la mujer se haya integrado a la producción capitalista y haya vivido interesantes jalones históricos liberadores como la década de los sesenta, no ha significado crecimiento de la conciencia. La religión católica y sus dos mil años, así como todas las fuerzas de derecha dominadas por ella, han contado con el suficiente peso para aplastar cualquier asomo de rebeldía. La fuerza de la tradición, las costumbres y la religión sigue dominando en el 90 por ciento de los hogares mexicanos y de Latinoamérica.
5. Hasta los años sesenta, antes que se registre la gran revolución liberadora hippiosa, colorida, rocanrolera, sexual y marihuanesca, todo mundo tenía “la obligación” de casarse, tener hijos y familia; parecía que entre los chavos de hace 50 años la conciencia de unos pocos se había adelantado a la realidad. A los pocos años, a partir de los setenta y los ochenta, el capitalismo tomó otro ritmo de desarrollo e integró a todos aquellos jóvenes rebeldes a su sociedad de conformismo y confort. Nos integraron –a pesar de nuestra resistencia y muchas veces con gusto- a “hacer la revolución” en las universidades y centros de educación superior. Hoy la inmensa mayoría de aquellos rebeldes son connotados investigadores, laureados escritores, altos funcionarios de partidos y de gobierno. El capitalismo sigue tan campante como entonces.
6. El feminismo radical liberacionista, por falta de grandes movimientos revolucionarios de masas nacionales e internacionales, fue aislado al parecer para luego transformarse en los llamados “estudios de género” universitarios bien pagados. En lugar de las batallas de las mujeres en las calles para agrupar a amas de casa, campesinas y obreras –junto a los hombres conscientes- para luchas por sus derechos económicos, políticos y sexuales, la burguesía política hoy regala, incluso reglamenta ( vía partidos) cuotas legislativas de género. Quizá ninguna diputada, senadora, gobernadora, de los partidos de derecha (PAN, PRI, Verde, Alianza) tiene alguna idea de feminismo, de liberación o sepa del real significado de liberación sexual, pero sí saben mucho de “pecado” y de respeto a las tradiciones de la familia. Pero todas pelean por su cuota de género.
7. En las condiciones del México actual en la que domina un presidencialismo y una partidocracia; en que a la población le importa un carajo lo que suceda porque están al margen de la política y los asuntos de Estado y en que las mujeres y los hombres de partido se manejan de igual a igual dentro de la misma corrupción, al pueblo vale un comino que gobierne un hombre o una mujer, que sea diputado o diputada, que haya cuota alta o baja de hombres o mujeres. El pueblo ve a seres humanos cerca o lejos de él, a personas bondadosas o malas que los sirven o los agraden y a partidos y políticos que sólo actúan en beneficio propio. Sabe el pueblo que para que las cosas cambien realmente se requiere de una gran revolución que ponga de pie la sociedad que ahora está de cabeza, sociedad que enriquece a unos pocos explotadores y hace más pobres a los productores de la riqueza.
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