Historia de un resentimiento

Ramón Alfonso Sallard

Acaba de caer en mis manos una obra muy interesante. La encontré perdida entre varios volúmenes menores en una librería de viejo. Se trata de Historia de un resentimiento, de Gregorio Marañón, primera edición, editorial Espasa Calpe, 1939.

El autor, contemporáneo de José Ortega y Gasset, dedica un capítulo de su texto a describir qué es el resentimiento y también las principales características del resentido. Veamos:

--El resentimiento no es un pecado, sino una pasión; una pasión de ánimo que puede conducir, es cierto, al pecado, y, a veces, a la locura o al crimen.

--El resentimiento, aunque se parece mucho a la envidia y al odio, es diferente de los dos. La envidia y el odio son pecados de proyección estrictamente individual. Suponen siempre un duelo entre el que odia o envidia y el odiado o envidiado. El resentimiento es una pasión que tiene mucho de impersonal, de social.

--Coincide muchas veces el resentimiento con la timidez. El hombre fuerte reacciona con directa energía ante la agresión y automáticamente expulsa, como un cuerpo extraño, el agravio de su conciencia. Esta elasticidad salvadora no existe en el resentido. Muchos hombres que ofrecen la otra mejilla después de la bofetada no lo hacen por virtud, sino para disimular su cobardía; y su forzada humildad se convierte después en resentimiento. Pero, si alguna vez alcanzan a ser fuertes, con la fortaleza advenediza que da el mando social, estalla tardíamente la venganza, disfrazada hasta entonces de resignación.

--Es muy típico de los resentidos, no sólo la incapacidad de agradecer, sino la facilidad con la que transforman el favor que les hacen los demás en combustible de su resentimiento. Hay una frase de Robespierre, trágico resentido, que no se puede leer sin escalofrío, tal es la claridad que proyecta en la psicología de la Revolución: “Sentí, desde muy temprano, la penosa esclavitud del agradecimiento”. Cuando se hace el bien a un resentido, el bienhechor queda inscrito en la lista negra de su incordialidad.

--El resentido es siempre una persona sin generosidad. Sin duda, la pasión contraria al resentimiento es la generosidad, que no hay que confundir con la capacidad para el perdón. El que es generoso no suele tener necesidad de perdonar, porque está siempre dispuesto a comprenderlo todo, y es, por lo tanto, inaccesible a la ofensa que supone el perdón.

--El resentido no es necesariamente malo. Puede, incluso, ser bueno, si le es favorable la vida. Sólo ante la contrariedad y la injusticia se hace resentido; es decir, ante los trances en que se purifica el hombre de calidad superior. Únicamente cuando el resentimiento se acumula y envenena por completo el alma, puede expresarse por un acto criminal.

--Todas las circunstancias que favorecen el resentimiento coinciden frecuentemente con un tipo físico y mental determinado. Suelen ser los resentidos, muchas veces, individuos asténicos, altos y flacos, propensos a la vida interior y a esa frialdad afectiva que caracteriza a los esquizofrénicos.

Mañana continúo con el tema.

Comentarios