Fiascos, pifias, yerros

Francisco Rodríguez

Gobernar es el arte de crear problemas con cuya solución mantiene a la población en vilo.

Ezra Loomis Pound

SE AGOTAN LOS
sinónimos para calificar a la fallida gestión de Felipe Calderón. Al de errada, habría que agregar engañosa, falaz, defectuosa… Los fiascos se suceden uno tras otro. En menos de un mes, por ejemplo, pasmados los mexicanos hemos sido testigos de dos eventos magnificados en torno al ocupante de Los Pinos que resultaron una pifia: El presunto plan de atentado contra su vida por parte de un miembro del Cártel del Golfo y el ridículo “aerosecuestro” con el que un auto definido “iluminado” pedía reunirse con Calderón mismo.



Una gran cobertura merecieron ambos asuntos por girar en torno al michoacano, pero el malogro y falta de sustentabilidad de los “hechos oficiales” no sólo han acrecentado el “sospechosismo”, sino que han reducido mucho más la credibilidad en el ex candidato presidencial del PAN.

1) Tras la difusión de la aprehensión del operador financiero del Cartel del Golfo, Dimas Díaz Ramos el 10 de agosto y su oportuna coincidencia con la cumbre de líderes de Norteamérica Stephen Harper y Barack Obama con Felipe Calderón en Guadalajara, se aventuró que existían planes para atentar contra la vida de este, derivados de su “guerra contra el narcotráfico”.

Originalmente, el boletín oficial de la SS de Genaro García Luna, lo mismo que en una conferencia de prensa y en no pocas entrevistas radiofónicas un alto mando de esa dependencia había consignado que el recién aprehendido era el encargado de llevar a cabo dicho atentado de acuerdo a investigaciones realizadas previamente.

Peor todavía. Entrevistado por los medios, el mismísimo Calderón se mostraba ante sus visitantes y la opinión pública no sólo nacional, incluso la canadiense y la estadounidense, decidido a continuar con su lucha y tan valiente que, decía, no “se dejaría amedrentar” por las amenazas que, derivadas de “su lucha”, podrían ocurrir.

Medios internacionales y de México daban rienda suelta a la nota del presunto atentado y de la lucha “valiente” del anfitrión mexicano. Y durante varios días el vocablo “valiente” nos persiguió. Lo usó Obama, así como Vicente Fox. Diputados panistas y el ex “líder” del CEN blanquiazul Germán Martínez nos lo repitieron hasta el cansancio. Lo mismo que florecieron desplegados “espontáneos” pagados por el sector privado (?) en diarios nacionales alentando en su lucha “valiente” al ocupante de Los Pinos.

Pocas horas después, al darse cuenta de que no existían argumentos sólidos para sostener dicha afirmación, la SS retiró del boletín oficial dichas anotaciones, pero casi nadie se percató del hecho porque salvo uno o dos medios dieron cuenta de la corrección. El show, empero, ya había sido difundido y el mensaje de la lucha “valiente” y decidida ya había llegado allende fronteras aprovechando el trabajo de corresponsales y medios reunidos en Guadalajara y Los Pinos.

Los congresistas estadounidenses que entonces habían condicionado la ayuda en especie al gobierno mexicano en su lucha contra la delincuencia organizada dentro del “Plan Mérida” ya habían escuchado. Casi veinte días después el flujo de ayuda se había desatorado. El vocablo “valiente” dejó de usarse entonces. Había cumplido su misión.

Un mes después, este 9 de septiembre, y auspiciado por los “estrategas” reunidos en el “centro de Control” de Bucareli, México centraba su atención en el presunto aerosecuestrador que con dos latas de un brebaje azucarado había sido capaz de hacer aterrizar el avión, movilizar a todo el equipo de seguridad nacional, fuerza aérea, ejército, PGR, así como aun regimiento de más de cien reporteros ahí convocados.

¿Quién los convocó? ¿Desde cuándo un caso de seguridad nacional se avisa a los medios para dar cobertura antes de asumir el control total y resguardar en este caso la seguridad e integridad de personas e instalaciones no sólo de los pasajeros sino de los reporteros mismos?

“Haiga sido como haiga sido” primero había que asegurar el “rescate” de los pasajeros y exaltar el “heroico” comportamiento de los pilotos y sobrecargos que, sobreactuados, fueron entrevistados en TV hasta el cansancio. Hubiesen mejor decidido aterrizar en un aeropuerto menos congestionado debido a la presunta carga explosiva que desde los cielos veracruzanos ya sabían el supuesto secuestrador tenía en mano.

Sin siquiera un chaleco de seguridad, otro “valiente”, Genaro García Luna se apersonó en el escenario del montaje. Desde la torre de control y con traductora, desactivó todas las amenazas, personalmente y en persona. De costa a costa a costa. De frontera a frontera. Y en vivo y a todo color.

La cobertura de este evento teatral contribuyó a disimular el enojo creciente por el incremento a impuestos dentro del paquete fiscal presentado por el mismo señor Calderón, lo mismo que las denuncias contra su gobierno por violaciones a derechos humanos que Human Watch Rights, Amnistía Internacional y la ONU han difundido y que afectarían con justificadas razón la buscada estabilidad presupuestal de Carstens y compañía.
Dos burdas escenografías con final feliz que no logra esconder el fiasco. ¿Qué le queda ahora ante la credibilidad dilapidada? Apostar quizá al fenómeno “Timbiriche” del que cierta televisora ha sabido sacar provecho.

Índice Flamígero: Fueron las azafatas las verdaderas heroínas del “aerosecuestro”. Cuando el iluminado “aerosecuestrador” clamaba que en México sobrevendría una tragedia de proporciones descomunales que destruiría completamente al país, el eufemísticamente llamado “personal de vuelo” le informó que tal tragedia ya se había presentado. Que dio inicio el 1 de diciembre de 2006. Desarmado, Josmar Flores soltó las latas repletas de arena adornadas de lucecitas y comenzó a lamentarse. “Llegué tarde… llegué demasiado tarde.” Ni hablar. A ver si para la próxima…

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