Fecha de caducidad: 2010

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”


El sistema político mexicano y sus instituciones enfrentan, inexorablemente, el arribo a la fecha de caducidad. Afanosos –como somos- del respeto por la historia, los mexicanos nos enfilamos a cumplir con el ciclo centenario: 1810, 1910 y 2010.

Cada vez son más numerosas y más sonoras las voces que advierten la proximidad del estallido social; es más, en las altas esferas del poder real se aprestan para acudir puntualmente a la cita centenaria, debidamente provistos de suficiente pólvora para asegurar su eficacia demoledora. De un lado, se estira desmesuradamente la liga de la convivencia armónica, por la vía del empobrecimiento inaceptable, y por la otra, se ofende al respetable con faraónicos montajes de engaño, incluso mediante la violación de la privacidad domiciliaria, hoy rota por la llamada telefónica que, en voz del usurpador, abunda en la mendacidad de los “logros de gobierno”. Por única vez coincido con quien dice gobernarnos: él y su gabinete se distinguen por la eficacia; se impusieron para tronar al país y lo están logrando puntualmente.

De no ser así -haciendo a un lado la hiriente ironía- no podría explicarme la actuación del sedicente presidente de México. El pueblo le dijo, en el 2006, que no lo quería y lo ignoró mediante el fraude electoral; en el 2009 se lo repetimos votando en contra de su partido y propinándole una clarísima derrota, que también pretende ignorar. Calderón supone que quien perdió las elecciones intermedias fue su partido, mas no él; por eso sacrificó a su criatura dirigente panista.

El colmo de un mentiroso es que le dé crédito a sus propias mentiras. En el majestuoso acto de presentación del informe, en la comodidad de palacio y con un público afín, se prodigó en autoelogios a la actividad gubernamental que, en todos los casos, cuantificó como “más que ninguno otro antes” y calificó como eficaz en el logro de sus objetivos. Informó que nos acercamos a la cobertura universal en los servicios de salud, desde luego, sin mencionar que el universo tendría que tener dinero para pagarlos. Hasta se dio el lujo de decir que México había recuperado su papel de líder en América Latina, al grado de presidir el Grupo de Río y que había recibido la más copiosa votación de la historia “para ser miembro de las Naciones Unidas” (sic). No venía al caso aclarar que la presidencia del referido grupo es rotativa y que, en el Consejo de Seguridad de la ONU, manda el poder de veto de cinco potencias, lo demás es comparsa de acompañamiento.

Pero lo realmente efectivo (para los efectos del estallido social me refiero) es el anuncio de que pretende llevar, hasta sus últimas consecuencias, el modelo neoliberal, mediante reformas de cuarta y quinta generación para, de esa manera, demostrarle al mundo entero que en México somos tan machos que insistimos en aplicarlas, cuando los otros países han claudicado en su empeño, seguramente por cobardía. Anuncia nuevos intentos por privatizar la producción energética, como si hubiera pasado de noche el amplio debate del año pasado. Amenaza con, ahora sí, plantear la reforma laboral para “ver al patrón que me mandó llamar anteayer”. Eliminar toda suerte de regulación gubernamental, en aras de dejar en plena libertad de acción a las empresas extranjeras que, por la gracia de Dios, nos brindan la oportunidad de progresar. También se profundizará en la guerra contra el crimen organizado, sin detenerse a considerar el fracaso registrado.

Calderón, en su demencia, decreta que la crisis ya pasó. Punto. Ahora es preciso que todos los mexicanos estemos unidos para enfrentar el reto de progresar en sana armonía, principalmente para resarcir los boquetes registrados en las finanzas públicas. Como quien dice: ¡Vengan todos a pagar por los desastres que les provocamos! ¡Esa sí que es democracia participativa! Se anuncian los aumentos en los costos de los servicios prestados por el estado, principalmente de combustibles y energía eléctrica, pero se soslaya la exigencia de la contribución fiscal de las grandes empresas. Creo que, ahora sí, el que obedece al alias de “el espurio 2” va a lograr la unidad a que convoca: todos unidos contra Calderón.

Por lo demás, al resto de los mexicanos, a los que no alcanzamos boleto para entrar al reino de la felicidad, al infeliciaje pues, no nos queda otra que intentar conducir el estallido social con el menor costo posible, pero sin cancelarlo. La movilización habrá que llevarla hasta el paro nacional, antes que el paro se dé de manera natural, por inanición. Andrés Manuel recorre el país convocando y organizando. Nadie más lo hace. Ya es hora de responder todos.

Comentarios