Miguel Ángel Granados Chapa
Al reflexionar aquí ayer sobre los 70 años del PAN, referí que cuatro de sus ex presidentes rompieron con su partido, todos por considerar que Acción Nacional abjuró de su pasado y perdió su identidad. Y eso que esas salidas ocurrieron antes de que ese partido ganara el poder federal, y apenas empezaba a ejercerlo en algunas entidades. Tal tasa de abandono del partido por sus ex dirigentes lo hace un caso excepcional, único en México. Y no se trata de sólo episodios del pasado. La renuncia de Carlos Castillo Peraza no sólo es reciente, ocurrida en la década pasada, sino que sus motivos tienen plena vigencia, porque incumben a Felipe Calderón, que actualmente es el presidente de la República.
Tenemos noticias hasta ahora ignoradas -algunas de ellas supuestas, pero desconocidas con precisión- de las relaciones entre Castillo Peraza y Calderón. Se ha citado hace poco una carta en que el primero reconviene al segundo por algunos de sus defectos, y sabíamos del enfriamiento que sus relaciones experimentaron después de haber mantenido una relación fraternal, con tintes paternofiliales. Pero ahora contamos con la versión de Castillo Peraza, según la confió a Julio Scherer García.
En su libro Secuestrados, que está en circulación desde hace un par de semanas, el periodista que revolucionó Excélsior y fundó Proceso narra entre otros casos de personas dañadas por el delito al que se refiere el título de su más reciente obra, el de su propio hijo Julio Scherer Ibarra. Relata que para reunir en el breve plazo fijado la cantidad ordenada por los captores, al recibir la cual dejarían en libertad a su hijo, acudió a la generosidad diligente de algunos amigos. Entre ellos Castillo Peraza, que prestó a Scherer García 10 mil pesos. Otros aportaron cantidades diversas, hasta sumar la cifra demandada por los secuestradores. Al recordar sus contribuciones, el periodista retrata a cada uno de los amigos que las hicieron. Procede con su cruda sinceridad habitual, reseñando momentos que hubieran alterado y aun destruido la amistad -como una conversación sobre la existencia de Dios con Castillo Peraza- pero siempre con la gratitud de quien quedó obligado para siempre con esos amigos.
Del intelectual panista recogió Scherer García este sumario dictamen sobre el actual presidente de la República: "inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y personas". Dice el periodista que a "su propia torpeza y a Calderón Hinojosa", dueño o víctima de esos atributos, "atribuyó Castillo Peraza una de las decisiones drásticas de su vida: la renuncia al PAN. Ese día, 25 de febrero de 1998, le fue claro que había perdido la pertenencia a una institución que llegó a serle entrañable, que se iba y lo echaban de Acción Nacional. Conocería la orfandad...
"El tiempo y un trato cuidadoso entre Castillo Peraza y yo habían hecho posible una amistad irrenunciable entre nosotros", que incluyó confidencias como la anterior y las que fundan las líneas que siguen:
"Castillo Peraza cuidó el porvenir político de Calderón Hinojosa y Calderón Hinojosa se desentendió de Castillo Peraza cuando éste más lo necesitaba. Se dio así una radical diferencia entre ambos. Las consecuencias tardarían en sobrevenir pero finalmente llegaron, dramáticas: estalló una amistad que muchos tenían por definitiva". Esa relación se había construido por instantes como éste: Calderón Hinojosa insistió una y otra vez ante Castillo Peraza para que le permitiera ser orador a favor suyo en la convención que lo eligió presidente del partido el 5 de febrero de 1993. Finalmente, tras muchas negativas, Castillo Peraza las explicó: "Si Castillo Peraza hablaba por sí mismo y salía airoso de la prueba, él sería el ganador, pero también Calderón Hinojosa. Amigos en el entramado de una relación intensa, maestro y discípulo ascenderían juntos a la cumbre panista. Pero si hablaba Calderón Hinojosa en nombre de Castillo Peraza y perdía, perderían los dos el inmenso futuro de sus sueños". La previsión fue realista. Con Castillo Peraza presidente del PAN, Calderón Hinojosa fue secretario general y después lo reemplazó.
Cuando Carlos se marchó del PAN, "en Acción Nacional empezó a extrañársele. No había en el partido un intelectual de su altura. El paso de Calderón Hinojosa por la Escuela Libre de Derecho fue anodino, y su maestría en la Universidad de Harvard tampoco dejó marca, estudiante mediocre de la carrera de economía. Hombre de pocos libros, sus discursos y artículos carecían del tono superior que sólo da la cultura.
"A la renuncia de Castillo Peraza, Calderón Hinojosa respondió, el 28 de abril, con un texto que publicó La Nación: "La elección de 1997 dejó lecciones para todos. En lo que a la dirigencia respecta, hemos aprendido la nuestra, y estoy seguro que Carlos ha aprendido la suya. Lo medular es que vio completa y satisfecha su vocación y trayectoria política... Al amigo, al compañero, al presidente, a ese gran mexicano, seguramente la historia lo reivindicaría"".
Tras varias confidencias ajenas, Scherer García hace una propia. Un día recibió un telefonema de Felipe Calderón: "Muy lejos el uno del otro, sin más comunicación que la circunstancial, me transmitió su preocupación en una frase reveladora. Qué pensaba Castillo Peraza de él, de Calderón Hinojosa.
"Respondí con la verdad. Por un tiempo la reconciliación sería imposible. Castillo Peraza le había perdido la estima por el trato que había recibido de (Calderón) y por el abandono de los principios" del PAN.
Cajón de Sastre
Los diputados insisten en llamar glosa a esa suerte de informes parciales, temáticos, que miembros del gabinete hacen al informe presidencial. Si lo hacen a sabiendas del significado que en este caso tiene la palabra, hay que aplaudir su sinceridad. Si no es así, si no lo saben, lastiman al presidente de la República, responsable del informe anual, aunque no sea él quien lo escriba personalmente. La primera acepción de la palabra glosa en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que es la "explicación o comentario de un texto oscuro o difícil de entender". Acaso por ello interesó a tan pocos legisladores oír al secretario de Hacienda; la sesión se inició con sólo 291 diputados, y comenzó más de media hora después de lo anunciado, pues abordaron antes asuntos de trámite.
Al reflexionar aquí ayer sobre los 70 años del PAN, referí que cuatro de sus ex presidentes rompieron con su partido, todos por considerar que Acción Nacional abjuró de su pasado y perdió su identidad. Y eso que esas salidas ocurrieron antes de que ese partido ganara el poder federal, y apenas empezaba a ejercerlo en algunas entidades. Tal tasa de abandono del partido por sus ex dirigentes lo hace un caso excepcional, único en México. Y no se trata de sólo episodios del pasado. La renuncia de Carlos Castillo Peraza no sólo es reciente, ocurrida en la década pasada, sino que sus motivos tienen plena vigencia, porque incumben a Felipe Calderón, que actualmente es el presidente de la República.
Tenemos noticias hasta ahora ignoradas -algunas de ellas supuestas, pero desconocidas con precisión- de las relaciones entre Castillo Peraza y Calderón. Se ha citado hace poco una carta en que el primero reconviene al segundo por algunos de sus defectos, y sabíamos del enfriamiento que sus relaciones experimentaron después de haber mantenido una relación fraternal, con tintes paternofiliales. Pero ahora contamos con la versión de Castillo Peraza, según la confió a Julio Scherer García.
En su libro Secuestrados, que está en circulación desde hace un par de semanas, el periodista que revolucionó Excélsior y fundó Proceso narra entre otros casos de personas dañadas por el delito al que se refiere el título de su más reciente obra, el de su propio hijo Julio Scherer Ibarra. Relata que para reunir en el breve plazo fijado la cantidad ordenada por los captores, al recibir la cual dejarían en libertad a su hijo, acudió a la generosidad diligente de algunos amigos. Entre ellos Castillo Peraza, que prestó a Scherer García 10 mil pesos. Otros aportaron cantidades diversas, hasta sumar la cifra demandada por los secuestradores. Al recordar sus contribuciones, el periodista retrata a cada uno de los amigos que las hicieron. Procede con su cruda sinceridad habitual, reseñando momentos que hubieran alterado y aun destruido la amistad -como una conversación sobre la existencia de Dios con Castillo Peraza- pero siempre con la gratitud de quien quedó obligado para siempre con esos amigos.
Del intelectual panista recogió Scherer García este sumario dictamen sobre el actual presidente de la República: "inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y personas". Dice el periodista que a "su propia torpeza y a Calderón Hinojosa", dueño o víctima de esos atributos, "atribuyó Castillo Peraza una de las decisiones drásticas de su vida: la renuncia al PAN. Ese día, 25 de febrero de 1998, le fue claro que había perdido la pertenencia a una institución que llegó a serle entrañable, que se iba y lo echaban de Acción Nacional. Conocería la orfandad...
"El tiempo y un trato cuidadoso entre Castillo Peraza y yo habían hecho posible una amistad irrenunciable entre nosotros", que incluyó confidencias como la anterior y las que fundan las líneas que siguen:
"Castillo Peraza cuidó el porvenir político de Calderón Hinojosa y Calderón Hinojosa se desentendió de Castillo Peraza cuando éste más lo necesitaba. Se dio así una radical diferencia entre ambos. Las consecuencias tardarían en sobrevenir pero finalmente llegaron, dramáticas: estalló una amistad que muchos tenían por definitiva". Esa relación se había construido por instantes como éste: Calderón Hinojosa insistió una y otra vez ante Castillo Peraza para que le permitiera ser orador a favor suyo en la convención que lo eligió presidente del partido el 5 de febrero de 1993. Finalmente, tras muchas negativas, Castillo Peraza las explicó: "Si Castillo Peraza hablaba por sí mismo y salía airoso de la prueba, él sería el ganador, pero también Calderón Hinojosa. Amigos en el entramado de una relación intensa, maestro y discípulo ascenderían juntos a la cumbre panista. Pero si hablaba Calderón Hinojosa en nombre de Castillo Peraza y perdía, perderían los dos el inmenso futuro de sus sueños". La previsión fue realista. Con Castillo Peraza presidente del PAN, Calderón Hinojosa fue secretario general y después lo reemplazó.
Cuando Carlos se marchó del PAN, "en Acción Nacional empezó a extrañársele. No había en el partido un intelectual de su altura. El paso de Calderón Hinojosa por la Escuela Libre de Derecho fue anodino, y su maestría en la Universidad de Harvard tampoco dejó marca, estudiante mediocre de la carrera de economía. Hombre de pocos libros, sus discursos y artículos carecían del tono superior que sólo da la cultura.
"A la renuncia de Castillo Peraza, Calderón Hinojosa respondió, el 28 de abril, con un texto que publicó La Nación: "La elección de 1997 dejó lecciones para todos. En lo que a la dirigencia respecta, hemos aprendido la nuestra, y estoy seguro que Carlos ha aprendido la suya. Lo medular es que vio completa y satisfecha su vocación y trayectoria política... Al amigo, al compañero, al presidente, a ese gran mexicano, seguramente la historia lo reivindicaría"".
Tras varias confidencias ajenas, Scherer García hace una propia. Un día recibió un telefonema de Felipe Calderón: "Muy lejos el uno del otro, sin más comunicación que la circunstancial, me transmitió su preocupación en una frase reveladora. Qué pensaba Castillo Peraza de él, de Calderón Hinojosa.
"Respondí con la verdad. Por un tiempo la reconciliación sería imposible. Castillo Peraza le había perdido la estima por el trato que había recibido de (Calderón) y por el abandono de los principios" del PAN.
Cajón de Sastre
Los diputados insisten en llamar glosa a esa suerte de informes parciales, temáticos, que miembros del gabinete hacen al informe presidencial. Si lo hacen a sabiendas del significado que en este caso tiene la palabra, hay que aplaudir su sinceridad. Si no es así, si no lo saben, lastiman al presidente de la República, responsable del informe anual, aunque no sea él quien lo escriba personalmente. La primera acepción de la palabra glosa en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que es la "explicación o comentario de un texto oscuro o difícil de entender". Acaso por ello interesó a tan pocos legisladores oír al secretario de Hacienda; la sesión se inició con sólo 291 diputados, y comenzó más de media hora después de lo anunciado, pues abordaron antes asuntos de trámite.
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