Prólogo político
Álvaro Cepeda Neri
En una de sus excesivas intervenciones públicas, don Felipe Calderón, eufórico (aunque con su voz de siempre con “gallos”) insistió que la Nación, la nave estatal con el gobierno a bordo, entre motín y botín, la sociedad y el Estado, ya van saliendo de los estragos de la crisis económica generada por la falta de una política económica gubernamental eficaz, y las oleadas de la recesión mundial causada por el desastre financiero estadounidense tras la malísima administración de Bush Jr. y que tiene gran parecido con lo que fue Fox y es Calderón.
Que vamos, pues, saliendo del precipicio cuando, simultáneamente, el INEGI anunciaba que los despidos al mes de julio eran de casi 3 millones, de la escasa población económicamente activa en el mercado formal.
Llama mi atención que Calderón se incluya entre los damnificados: “Vamos saliendo de la crisis”. Esto de “vamos” como se dice, me huele a manada. Y si sumamos a los desempleados, desde hace cuatro sexenios (la debacle empezó con Salinas, y no para), ya tenemos más de 20 millones, si no es que más, pues en el comercio informal, callejero, sobreviven 16 millones en todo el país.
La tasa de empobrecimiento rebasa los 60 millones, que apenas tienen para mal comer, vestirse y comprar las cada vez más caras medicinas. Y el sistema de salud pública sólo habla, habla y habla de cómo enfrentará la pandemia gripal que amenaza con renacer.
No estamos ni siquiera tocando fondo, ya que la caída sigue con la falta de empleos, de inversión, escaso consumo, paro de la producción industrial, agrícola, ganadera; cierre de empresas medianas y pequeñas, mientras como hongos nacen changarros de tamales, tacos y “garnachas” y, ante la excesiva competencia (en cada esquina) también mueren esas desesperadas maneras para conseguir una ridícula ganancia.
Millones de jóvenes han sido echados a la calle, por la falta de cupo en preparatorias, bachilleratos y universidades públicas, mientras desertan, por falta de dinero para pagar colegiaturas, de las escuelas privadas.
Calderón, empero, insiste en que ya se ve la lucecita al final del túnel. Lo que no sabe, por miopía (y no tanto de su vista, que ya lo vimos estrenando lentes para leer, ahora que estuvo codo a codo con Carlos Slim, para rogarle a éste que invierta más), que esa lucecita que se ve es el tren de más recesión, más inflación y más desempleo que viene en sentido contrario y va a seguir arrollándonos.
Esto a menos que como en una especie de la Roma Republicana, el Senado tome en sus manos el control del timón del Estado (deje a Calderón como un presidente de adorno, para que siga perorando sobre el optimismo) y ponga medidas legislativas, vigile su cumplimiento y evalúe sus resultados, con una política económica keynesiana de masiva intervención estatal en el mercado, masivo gasto (utilizando hasta las reservas, que están ociosas) y un compromiso para el máximo, sino es que el pleno empleo. Es esto o la lucecita, que es, a la distancia, el foco del tren, provoque que... nos lleve el tren.
Álvaro Cepeda Neri
En una de sus excesivas intervenciones públicas, don Felipe Calderón, eufórico (aunque con su voz de siempre con “gallos”) insistió que la Nación, la nave estatal con el gobierno a bordo, entre motín y botín, la sociedad y el Estado, ya van saliendo de los estragos de la crisis económica generada por la falta de una política económica gubernamental eficaz, y las oleadas de la recesión mundial causada por el desastre financiero estadounidense tras la malísima administración de Bush Jr. y que tiene gran parecido con lo que fue Fox y es Calderón.
Que vamos, pues, saliendo del precipicio cuando, simultáneamente, el INEGI anunciaba que los despidos al mes de julio eran de casi 3 millones, de la escasa población económicamente activa en el mercado formal.
Llama mi atención que Calderón se incluya entre los damnificados: “Vamos saliendo de la crisis”. Esto de “vamos” como se dice, me huele a manada. Y si sumamos a los desempleados, desde hace cuatro sexenios (la debacle empezó con Salinas, y no para), ya tenemos más de 20 millones, si no es que más, pues en el comercio informal, callejero, sobreviven 16 millones en todo el país.
La tasa de empobrecimiento rebasa los 60 millones, que apenas tienen para mal comer, vestirse y comprar las cada vez más caras medicinas. Y el sistema de salud pública sólo habla, habla y habla de cómo enfrentará la pandemia gripal que amenaza con renacer.
No estamos ni siquiera tocando fondo, ya que la caída sigue con la falta de empleos, de inversión, escaso consumo, paro de la producción industrial, agrícola, ganadera; cierre de empresas medianas y pequeñas, mientras como hongos nacen changarros de tamales, tacos y “garnachas” y, ante la excesiva competencia (en cada esquina) también mueren esas desesperadas maneras para conseguir una ridícula ganancia.
Millones de jóvenes han sido echados a la calle, por la falta de cupo en preparatorias, bachilleratos y universidades públicas, mientras desertan, por falta de dinero para pagar colegiaturas, de las escuelas privadas.
Calderón, empero, insiste en que ya se ve la lucecita al final del túnel. Lo que no sabe, por miopía (y no tanto de su vista, que ya lo vimos estrenando lentes para leer, ahora que estuvo codo a codo con Carlos Slim, para rogarle a éste que invierta más), que esa lucecita que se ve es el tren de más recesión, más inflación y más desempleo que viene en sentido contrario y va a seguir arrollándonos.
Esto a menos que como en una especie de la Roma Republicana, el Senado tome en sus manos el control del timón del Estado (deje a Calderón como un presidente de adorno, para que siga perorando sobre el optimismo) y ponga medidas legislativas, vigile su cumplimiento y evalúe sus resultados, con una política económica keynesiana de masiva intervención estatal en el mercado, masivo gasto (utilizando hasta las reservas, que están ociosas) y un compromiso para el máximo, sino es que el pleno empleo. Es esto o la lucecita, que es, a la distancia, el foco del tren, provoque que... nos lleve el tren.
Comentarios