Calderón une a México

Francisco Rodríguez

Lean mis labios: impuestos nuevos no.
George H W Bush

POCO ANTES DE
llegar a la primera mitad del periodo sexenal para el cual fue nombrado por un tribunal corrupto y venal, el señor Felipe Calderón finalmente ha conseguido unificar a todo el país, así y sea en su contra.

Su propuesta económica para el fatídico 2010 ha obtenido el más amplio rechazo no sólo de sus opositores partidistas –lo que es lógico--, incluso el de quienes se aliaron con él en el 2006: industriales, financieros, intelectuales orgánicos, clero, académicos y hasta medios de comunicación favorecidos por las carretonadas de dineros públicos empleados para agigantar artificialmente la figura del ocupante de Los Pinos.

Todos advierten, además, la inminencia de un estallido social.

No nada más por la pretensión de seguir expoliando a los contribuyentes cautivos con más altas y hasta nuevas alcabalas, incluso porque las fauces del fisco voraz ahora amenazan con hincar sus venenosos colmillos sobre la población que ahora tendrá que pagar impuestos por comer o adquirir un medicamento para aliviar sus enfermedades.

ACORRALADO Y SOLITARIO, el señor Calderón se sacó de la manga el “impuesto para combatir la pobreza”. Pura demagogia o demagogia pura. Los gobiernos panistas nada hicieron los últimos nueve años a favor de los pobres, excepto aumentar su número, no obstante que manejaron –o dilapidaron— la abundancia producto de las mayores exportaciones de crudo mexicano a precios excepcionalmente altos.

Y ahora con un 2% cargado a todo aquello que cualquiera compre –en un país que además carece de mercado interno--, pretende redimir a casi 80 millones de mexicanos de la situación de miseria en la que vive.

No es para los pobres mexicanos que Calderón demanda ahora un “esfuerzo adicional”, sino –lo dijo Francisco Rojas— para que le cuadren las cuentas… para seguir dilapidando los recursos nacionales en gasto corriente… en altísimos sueldos y prebendas para la nueva capa dorada de la burocracia que, además, ha crecido en 800 por ciento desde el año 2000, justo cuando los panistas sin oficio ni beneficio, llegaron a dizque ejercer el poder.

Vea usted si no: al término del gobierno de Ernesto Zedillo existían seis mil puestos de élite con sueldos promedio de 39 mil pesos mensuales y prestaciones anuales de 200 mil pesos. Para el 2009, esa cifra se dispara a 47 mil 495 plazas con sueldos mensuales promedio de cien mil pesos y prestaciones anuales promedio de 610 mil 957 pesos. Lo anterior representa un crecimiento de 791 por ciento en las plazas de élite del gobierno federal. Por ejemplo, nada más a nivel de subsecretarías, el crecimiento fue extraordinario al pasar, en el periodo de referencia, de 89 a 1 mil 140. El incremento en el nivel de jefes de unidad es de mil 760 por ciento.
Todos son panistas, por supuesto.

SON MUCHOS LOS abusos a una población expoliada que, en plena crisis, pretende infligir el señor Calderón. Pero el emblemático es el nuevo impuesto del 2 por ciento.

Hay quienes sostienen que este fue inicialmente negociado por el ocupante de Los Pinos con los priístas Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones. Que Calderón pretendía un impuesto del 8 por ciento. Que el “patriotismo” –y conveniencia-- de la tlaxcalteca y el sonorense lo redujo seis puntos porcentuales y que fue así como quedó en “sólo” dos.

Pero, dividido el PRI en más bloques que los representados por Paredes y Beltrones, el tema los enfrentó con gobernadores y ex presidentes –Salinas, Zedillo-- que representan a factores reales de poder y, por tal, mantienen alfiles sobre el tablero tricolor.

Todo hace suponer que este 2 por ciento será derrotado. Y con ello también perderán la dirigente formal del PRI y el coordinador de la bancada del Revolucionario en la Cámara Alta: los “negociadores”.

NO HACE FALTA que Lolita se convierta en Dolores. Es innecesario que ahora que la población se enfrenta a la pérdida de ingresos y al encarecimiento de los productos de consumo básico, la ineficiente y fallida Administración pretenda cobrarle todavía más por lo que hace mal.

Pero van a pasar la mayor parte de los impuestos anunciados en el paquetón con el que se pretende tapar el boquetón de las finanzas públicas manejadas con las… patas.

Los priístas, empero, jalarán una vez más con el PAN a cambio de la reforma del Estado –las famosas ocho erres--, con las que se ha “casado” Manlio Fabio Beltrones desde 2007, a cambio también de la modificación de la estructura de las delegaciones federales de Sedesol, para que sean los gobiernos de los estados quienes administren los recursos de los programas sociales, con los que hasta ahora el señor Calderón ha pretendido –y también ha fallado-- comprar la voluntad de los pobres ¡para que voten por el PAN!
Su fracaso se expresó en las urnas el 5 de julio próximo pasado.

INNECESARIO COBRAR IMPUESTOS a los pobres por ser pobres, con el pretexto de que así dejarán de serlo.
En lugar de ello, PRI y PAN deberían eliminar el gran número de “regímenes especiales” que el fisco tiene para empresas, clero, sindicatos y otros factores reales de poder. No lo harán porque perderían entonces su verdadero sustento político.

Pretenden afectar a la población en general, porque al final de cuentas su voto es lo de menos. El voto de los mexicanos que no son empresarios, ni clérigos, ni líderes sindicales, ni banqueros, ni bolsistas se puede comprar, rentar, subastar, mutilar, cambiar, modificar, adulterar merced a la venalidad de las instituciones “democráticas” y, eso sí, ciudadanizadas (jejeje).

Tampoco se busca afectar a los sacrosantos inversionistas extranjeros. La fallida Administración del señor Calderón, por ejemplo, podría perfectamente incurrir en un déficit fiscal –endeudamiento, entre otras medidas— de hasta 2 por ciento del PIB.

No lo hace porque entonces el país perdería el “grado de inversión” y muchos de los capitales golondrinos que anidan por temporadas en el paraíso fiscal que es la Bolsa Mexicana de Valores –cuyas transacciones no causan impuestos, a diferencia de lo que sucede en naciones serias--, dejarían de considerar a México cual puerto seguro… o más bien regalado, donde especular.

Ese es el plan. Y necios, entercados con mantener un sistema económico que en ya casi tres décadas ha mostrado su fracaso, todavía nos dicen que no hay un “plan B”. Es ese de cobrar más y más impuestos o nada.
Una vez más, la Administración de Calderón cincela sobre los mármoles otra de las causas que llevan al país directo al estallido social.

Índice Flamígero: Circula en la Internet un fragmento del video de aquél debate del 26 de abril de 2006, el que “ganó Calderón” por la ausencia de AMLO, en el que se le escucha decir, entre otras cosas: "Primero, voy a bajar la tasa de Impuestos Sobre la Renta, porque los mexicanos que producen, que invierten, que trabajan, que generan otros empleos no deben pagar más impuestos de los que se pagan en otras partes del mundo, eso nos permitirá tener más inversión y más empleo que es lo que busco. Y pagar impuestos será más sencillo que nunca, hacer una declaración la podrás hacer sencillamente y sin la ayuda de nadie. Segundo. Voy a manejar en caja de cristal el dinero del pueblo. Aquí no va haber ni fideicomisos ocultos ni cajas misteriosas, tú vas a saber a dónde se va, quién lo gasta, cómo se gasta, hasta el último centavo que pagues de impuesto. Al concluir sus cuatro líneas de acción, en donde destacó que el dinero de nuestros impuestos se invertiría mejor en programas sociales y seguridad para todos, recalcó que "en síntesis, mi política fiscal será bajar impuestos para quienes producen, para que haya más inversión, más empleo y para que vivamos mejor". Dicen bien los mercadólogos políticos: “las campañas se hacen en verso, pero se gobierna en prosa”.

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