Francisco Rodríguez
Después de saber cuándo debemos aprovechar una oportunidad, lo más importante es saber cuándo renunciar a una ventaja.
Benjamin Disraeli
EN CÍRCULOS EMPRESARIALES comienza ya a escucharse la pregunta que en los últimos meses ha sido la comidilla de la esfera política: vistos los desastrosos resultados, ¿puede Felipe Calderón seguir ocupando Los Pinos otros tres laaargos años? ¿Está en aptitud –y actitud-- de resolver los problemas que él mismo ha creado? Son mayoría quienes responden con la negativa. No es apto. Tampoco tiene la actitud.
Parece fin de sexenio. Con el agravante de que el esperanzador relevo no está a la vuelta de la esquina.
Criticado de dientes para afuera, muchos más de quienes se pudiera creer coinciden con Porfirio Muñoz Ledo, actualmente diputado por el Partido del Trabajo: ahora que todos discursean sobre la prisa que hay en México de que algo bueno suceda, urge elevar a rango constitucional federal la figura de revocación de mandato.
Y no es sólo porque no pueda, sino porque Calderón no debe permanecer más tiempo como ocupante de la residencia oficial, so riesgo de que todo el país se vaya completamente al carajo.
Claro y rotundo fue Muñoz Ledo al posicionar a la fracción parlamentaria del PT:
Se debe cancelar la esquizofrenia política, ya que el Estado carece de poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz. “Vivimos un parlamentarismo de hecho que no acabamos de plantear en la ley. Para reparar los entuertos, comencemos por la dimisión formal de quien ostenta la investidura presidencial”, reiteró el petista quien en su intervención desde la tribuna ya había demandado a sus pares trabajar en pos de la “dimisión” de Calderón del cargo que legal --pero dicen sus opositores: que no legítimamente-- ostenta
¿Quién en lugar de Calderón para verdaderamente sacar al país del atolladero en el que las omisiones, la impericia y, reitero, hasta la ausencia de actitud lo han embarcado?
Tras el diagnóstico y la exigencia, el mismo Muñoz Ledo plantea la solución: “formar un gobierno de mayoría, con capacidad suficiente de convocatoria”.
Entiendo las palabras del petista como el establecimiento de un gobierno plural, donde tengan representación todos los partidos –el PAN, incluido--, pero cuya responsabilidad mayor sea cargada al PRI que en los más recientes comicios federales obtuvo el más alto grado de confianza por parte del electorado.
Instalados en la informalidad descrita por el ex embajador de México ante la ONU -- el Estado carece de poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz--, tal ya sucede en los hechos.
Una acertada interpretación del mensaje del señor Calderón desde Palacio Nacional aparece en la página electrónica Maquiavelo, El Arte de la Política y confirma lo que no pocos concluyen: que, en los hechos, el orador único del evento ya tiró la toalla y deja ahora en manos del Congreso, pero muy en especial de la nueva mayoría tricolor, el desenlace de su sexenio.
Propondrá al Poder Legislativo una suerte de 10 Mandamientos –una decena de reformas--, y ya dependerá de diputados y senadores si estas se aprueban o no, incluso si funcionan o fracasan.
Más allá de eso, Calderón ya no haría nada.
Problema de aptitud para el cargo, cierto.
Pero también de actitud, pues en el fondo y desde su propio altar de autosuficiencia Calderón nos restriega una especie de “pobres infelices, no me merecen”.
Y no. De verdad no nos lo merecemos.
Índice Político: Mal inicio de la LXI Legislatura federal. Un acuerdo parlamentario no puede suplir a una ley reglamentaria de la Carta Magna. Sucedió con la dispensa que el Poder Legislativo otorgó al ocupante de Los Pinos para no acudir, cual es el mandato constitucional, a San Lázaro para hacer entrega del informe sobre el (lamentable) estado que guarda la cosa pública. Peor el estreno de Francisco Ramírez Acuña, al negar el uso de la palabra a uno de sus pares, Gerardo Fernández Noroña. Bien la articulada propuesta del también diputado petista Jaime Cárdenas Gracia, de que tal acuerdo supletorio de la ley se discutiese por el pleno. + + + Sorprendió, en efecto, la presencia de Marcelo Ebrard en los fastos del Palacio Nacional. “Ya empezó a correr hacia La Grande”, dijo una voz experta. + + + Otra expresión conocedora opinó que, al dedicar tanto tiempo de su discurso a la “guerra” contra el crimen mejor organizado que la Administración, Calderón parecía un “mayor” brindando el parte…
Después de saber cuándo debemos aprovechar una oportunidad, lo más importante es saber cuándo renunciar a una ventaja.
Benjamin Disraeli
EN CÍRCULOS EMPRESARIALES comienza ya a escucharse la pregunta que en los últimos meses ha sido la comidilla de la esfera política: vistos los desastrosos resultados, ¿puede Felipe Calderón seguir ocupando Los Pinos otros tres laaargos años? ¿Está en aptitud –y actitud-- de resolver los problemas que él mismo ha creado? Son mayoría quienes responden con la negativa. No es apto. Tampoco tiene la actitud.
Parece fin de sexenio. Con el agravante de que el esperanzador relevo no está a la vuelta de la esquina.
Criticado de dientes para afuera, muchos más de quienes se pudiera creer coinciden con Porfirio Muñoz Ledo, actualmente diputado por el Partido del Trabajo: ahora que todos discursean sobre la prisa que hay en México de que algo bueno suceda, urge elevar a rango constitucional federal la figura de revocación de mandato.
Y no es sólo porque no pueda, sino porque Calderón no debe permanecer más tiempo como ocupante de la residencia oficial, so riesgo de que todo el país se vaya completamente al carajo.
Claro y rotundo fue Muñoz Ledo al posicionar a la fracción parlamentaria del PT:
Se debe cancelar la esquizofrenia política, ya que el Estado carece de poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz. “Vivimos un parlamentarismo de hecho que no acabamos de plantear en la ley. Para reparar los entuertos, comencemos por la dimisión formal de quien ostenta la investidura presidencial”, reiteró el petista quien en su intervención desde la tribuna ya había demandado a sus pares trabajar en pos de la “dimisión” de Calderón del cargo que legal --pero dicen sus opositores: que no legítimamente-- ostenta
¿Quién en lugar de Calderón para verdaderamente sacar al país del atolladero en el que las omisiones, la impericia y, reitero, hasta la ausencia de actitud lo han embarcado?
Tras el diagnóstico y la exigencia, el mismo Muñoz Ledo plantea la solución: “formar un gobierno de mayoría, con capacidad suficiente de convocatoria”.
Entiendo las palabras del petista como el establecimiento de un gobierno plural, donde tengan representación todos los partidos –el PAN, incluido--, pero cuya responsabilidad mayor sea cargada al PRI que en los más recientes comicios federales obtuvo el más alto grado de confianza por parte del electorado.
Instalados en la informalidad descrita por el ex embajador de México ante la ONU -- el Estado carece de poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz--, tal ya sucede en los hechos.
Una acertada interpretación del mensaje del señor Calderón desde Palacio Nacional aparece en la página electrónica Maquiavelo, El Arte de la Política y confirma lo que no pocos concluyen: que, en los hechos, el orador único del evento ya tiró la toalla y deja ahora en manos del Congreso, pero muy en especial de la nueva mayoría tricolor, el desenlace de su sexenio.
Propondrá al Poder Legislativo una suerte de 10 Mandamientos –una decena de reformas--, y ya dependerá de diputados y senadores si estas se aprueban o no, incluso si funcionan o fracasan.
Más allá de eso, Calderón ya no haría nada.
Problema de aptitud para el cargo, cierto.
Pero también de actitud, pues en el fondo y desde su propio altar de autosuficiencia Calderón nos restriega una especie de “pobres infelices, no me merecen”.
Y no. De verdad no nos lo merecemos.
Índice Político: Mal inicio de la LXI Legislatura federal. Un acuerdo parlamentario no puede suplir a una ley reglamentaria de la Carta Magna. Sucedió con la dispensa que el Poder Legislativo otorgó al ocupante de Los Pinos para no acudir, cual es el mandato constitucional, a San Lázaro para hacer entrega del informe sobre el (lamentable) estado que guarda la cosa pública. Peor el estreno de Francisco Ramírez Acuña, al negar el uso de la palabra a uno de sus pares, Gerardo Fernández Noroña. Bien la articulada propuesta del también diputado petista Jaime Cárdenas Gracia, de que tal acuerdo supletorio de la ley se discutiese por el pleno. + + + Sorprendió, en efecto, la presencia de Marcelo Ebrard en los fastos del Palacio Nacional. “Ya empezó a correr hacia La Grande”, dijo una voz experta. + + + Otra expresión conocedora opinó que, al dedicar tanto tiempo de su discurso a la “guerra” contra el crimen mejor organizado que la Administración, Calderón parecía un “mayor” brindando el parte…
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