Sobre la solicitud de Manuel Pérez Rocha al Consejo Asesor para ser sustituido como rector de la UACM. Última de tres partes.

Mensaje recibido en el correo de RMX

José Luis Gutiérrez


Compañeros académicos del Colegio de Ciencias y Humanidades del Plantel del Valle,
colegas universitarios, estudiantes y trabajadores de la UACM, miembros del Consejo Asesor,

Como consejero universitario representante de los académicos del Colegio de Ciencias y Humanidades del Plantel del Valle he informado del procedimiento solicitado por Manuel Pérez Rocha al Consejo Asesor y los he invitado a debatirla. He dividido mis propias reflexiones en tres partes. Ésta es la tercera.

Digo que tanto el nombramiento cupular del nuevo rector de la UACM --con la intervención más o menos evidente del poder estatal, ajeno a la universidad-- como la elección directa por voto universal y secreto son extremos indeseables para nuestra institución. Manuel Pérez Rocha ha solicitado se le sustituya y es responsabilidad del Consejo Asesor, proceder a nombrar a un nuevo rector mientras el Consejo Universitario no haya aprobado el Estatuto General Orgánico y tengo la certeza de que no lo habrá hecho antes del cuatro de septiembre, esa fecha perentoria establecida por el mismo Manuel en su solicitud. ¿Qué debemos hacer los universitarios?, ¿cómo debemos asumir la responsabilidad y ejercer el derecho a autogobernarnos?, ¿cómo deben concertarse estas acciones para fortalecer nuestra autonomía y, con ello, ampliar las posibilidades de desarrollar el proyecto establecido en la Ley?

Conviene reflexionar respecto al Consejo Asesor (CA). Además de Manuel Pérez Rocha, que lo preside, actualmente lo forman las siguientes personas: Cristina Barros, Helena Beristáin, Antonia Candela, Luis de la Peña, Mónica Díaz Pontones, Enrique González Pedrero, Enrique Leff, León Olivé y Esther Orozco. Desde que se constituyó, el CA fue normando –como le correspondía por el Decreto de abril de 2001— la vida institucional y jugó un papel fundamental en la constitución del Consejo General Interno en el 2004: después de haber aprobado, a propuesta de Manuel, que los coordinadores de colegio y de plantel designados por el Rector, tuviesen el privilegio de ser miembros del CGI con voz y voto (con lo que habrían repetido uno de los aspectos más antidemocráticos de la ley orgánica de otras universidades, fuente del control que ejerce la administración sobre los órganos colegiados) establecieron un diálogo respetuoso y fructífero con la comunidad inconforme y, al cabo, rectificaron y eliminaron el privilegio.

El episodio evidenció una limitación y una virtud del CA que pueden ser, en el trance de sustituir a Manuel, de importancia mayúscula: por un lado, su desconocimiento de nuestra vida interna y, por otro, su buena disposición a construir relaciones de respeto y colaboración con la comunidad. Me explico: por estar constituido mayoritariamente con personas externas, el CA no podía tener la experiencia de la vida cotidiana de la institución; en el 2004 desconocían las contradicciones internas y, en particular, los conflictos generados por el autoritarismo de algunos coordinadores que sólo eran responsables ante quien los había designado y, validos de esto, solían sentirse depositarios del proyecto universitario y atropellar a profesores y estudiantes. Aún ahora, la relación de los miembros del CA con los problemas de la universidad sigue mediada por la Rectoría; por eso, sin que pueda argüirse responsabilidad de quienes lo componen, el CA desconoce o tiene una visión parcial y sesgada por la fuente que lo informa de la dinámica interna de la UACM.

Precisamente la honradez intelectual y política de reconocer esta limitación, llevó al CA a rectificar y dejar con voz pero sin voto a los coordinadores de colegio y de plantel en el Consejo General Interno. Esto fue una manifiestación de la voluntad de no calcar de otras instituciones la práctica del avasallamiento; en aquel momento, hubiera sido posible que optaran por “escuchar” a los universitarios que rechazaban la propuesta de Manuel de designar a siete miembros del CGI y, luego, legislar e imponer sin que esa escucha tuviera consecuencias. Es más, sin la sensibilidad que mostró entonces el Consejo Asesor, el CGI hubiera devenido órgano dócil sin posibilidad alguna de independencia respecto de la administración. Todavía está pendiente el análisis de la gestión de esa instancia de gobierno desaparecida sin explicación cuyas larguísimas sesiones y escasos resultados desalentaron a muchos de las posibilidades de los órganos colegiados resolutivos. No obstante, puede sugerirse que las dificultades estaban enraizadas en las inercias de la práctica autoritaria unipersonal, en la costumbre de los universitarios de delegar en los consejeros electos responsabilidades y derechos y en la lentitud, inherente a la juventudde la universidad recién fundada, para aprender a limitar aquella práctica mediante una vida colegiada enérgica y bien organizada.

El Consejo Asesor vuelve a tener entre manos una decisión de importancia vital. Por la experiencia del 2004 y sus propias características de universitarios e intelectuales independientes y autónomos del poder estatal, me parece sumamente difícil que tengamos que defender a la UACM de una sustitución del rector acordada con el Gobierno o la Asamblea Legislativa del Distrito Federal o pactada con el Gobierno Legítimo. Si los miembros del CA son congruentes (y no veo porqué no habrían de serlo) con aquella manifestación de respeto a la comunidad, estarán atentos a lo que pasa en ella, buscarán información complementaria a la que les pueda dar la oficina del Rector y estarán en la mejor disposición de garantizar que quien sustituya a Manuel se comprometa a respetar los procesos autogestionarios que los universitarios decidan. No sólo la aprobación del Estatuto General Orgánico que pudiera discutirse y aprobarse en el Consejo Universitario entre octubre y noviembre próximos, sino la elección de los coordinadores del Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales, del Plantel Cuautepec y de aquellas instancias cuyas comunidades así lo decidieren para el tránsito que terminaría con la instalación de la estructura acordada por el Consejo Universitario en el Estatuto General Orgánico.

Finalmente, a los estudiantes, académicos y trabajadores que integramos la Universidad, nos corresponde asumir la responsabilidad de fortalecer nuestras instancias de participación, sumarnos al debate y las decisiones finales del Estatuto Orgánico y defender, en la práctica, el ideario de la Ley de la UACM. Su proyecto sigue siendo, en México, el esfuerzo educativo público más generoso e importante de los últimos setenta años; su futuro está en juego.

Fraternalmente,

JLG

PS. Ofrezco una disculpa a Rodrigo Muñoz por no haber respondido, aún, al interesante documento que envió a la comunidad en relación con esta serie. Lo haré próximamente.

Vale
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M. en C. José Luis Gutiérrez
Programa de Dinámica no Lineal y Sistemas Complejos,
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