Samuel García / El Observador
Hay un dato que es demoledor en medio de la discusión actual sobre finanzas públicas: en el periodo que va de 2001 a 2006 el gobierno federal obtuvo ingresos extraordinarios (petroleros y no petroleros) de 2 puntos porcentuales del PIB por año en promedio. Es decir, en esos seis años acumuló recursos adicionales equivalentes a 12 puntos porcentuales de la producción anual mexicana; alrededor de 90 mil millones de dólares o lo que —al tipo de cambio de hoy— serían más de 1.1 billones de pesos. Monto que no existe pero que ahora —de cara a la crisis— hubiera significado no sólo el reconocimiento general a un gobierno responsable y prudente, sino también la posibilidad de hacer frente a la crisis con menores niveles de desempleo y de pobreza para millones de mexicanos.
¿Qué pasó con esos multimillonarios recursos producto de los años de abundancia en los que la más elemental prudencia diría que, dado que un barril de petróleo a 120 dólares no duraría por los siglos de los siglos, hubiera valido la pena ahorrarlos para la época de las vacas flacas?
¿Sabe qué pasó en México? Que mientras los ingresos aumentaron 78.9 por ciento durante el periodo 2003-2008, los gastos programables lo hicieron a un ritmo mayor, a 81.8 por ciento. En pocas palabras, se gastó a manos llenas; más aún de lo que ingresó de forma extraordinaria.
En Chile la bonanza sí se aprovechó (El Semanario, 6 de agosto). Mientras que los ingresos crecieron a una tasa acumulada de 120 por ciento entre 2003 y 2008, el gasto lo hizo justo a la mitad, 60 por ciento. El resultado no sólo fueron importantes superávits fiscales en esos años, sino —más importante aún— a partir del cuarto trimestre de 2008 el gobierno chileno tuvo los recursos públicos suficientes para implementar planes contracíclicos que fueron desde incentivos tributarios, mayor inversión pública, recursos públicos adicionales para familias en pobreza, nuevos apoyos a la inversión privada, recursos para la generación de empleos, entre otros. Claro que el déficit público chileno se elevó, pero no les preocupa a ellos, ni a las calificadoras de riesgos, ni a los inversionistas por la sencilla razón de que durante los años de la bonanza el gobierno chileno acumuló importantes superávits que ahora les permitirán regresar rápidamente al crecimiento económico después de una caída estimada de 1 por ciento para este año.
Ahora es el momento de los arrepentimientos tardíos que de nada sirven ante la escasez de recursos que obligarán este y el próximo año a ajustarse el cinturón y limitar la recuperación económica.
Ahora que en materia de responsabilidades públicas los arrepentimientos y golpes de pecho salen sobrando. Hay graves consecuencias resultado de las malas decisiones y responsables con nombre que deben salir a dar la cara.
Sígale la pista…
RESPUESTA. La reacción para desmentir la afirmación que ayer hicimos de que las relaciones entre el presidente Calderón y el gobernador del Banco de México están rotas fue inmediata. Esto mantendría abierta la posibilidad de que el gobernador continúe al frente del banco central por un periodo más.
Hay un dato que es demoledor en medio de la discusión actual sobre finanzas públicas: en el periodo que va de 2001 a 2006 el gobierno federal obtuvo ingresos extraordinarios (petroleros y no petroleros) de 2 puntos porcentuales del PIB por año en promedio. Es decir, en esos seis años acumuló recursos adicionales equivalentes a 12 puntos porcentuales de la producción anual mexicana; alrededor de 90 mil millones de dólares o lo que —al tipo de cambio de hoy— serían más de 1.1 billones de pesos. Monto que no existe pero que ahora —de cara a la crisis— hubiera significado no sólo el reconocimiento general a un gobierno responsable y prudente, sino también la posibilidad de hacer frente a la crisis con menores niveles de desempleo y de pobreza para millones de mexicanos.
¿Qué pasó con esos multimillonarios recursos producto de los años de abundancia en los que la más elemental prudencia diría que, dado que un barril de petróleo a 120 dólares no duraría por los siglos de los siglos, hubiera valido la pena ahorrarlos para la época de las vacas flacas?
¿Sabe qué pasó en México? Que mientras los ingresos aumentaron 78.9 por ciento durante el periodo 2003-2008, los gastos programables lo hicieron a un ritmo mayor, a 81.8 por ciento. En pocas palabras, se gastó a manos llenas; más aún de lo que ingresó de forma extraordinaria.
En Chile la bonanza sí se aprovechó (El Semanario, 6 de agosto). Mientras que los ingresos crecieron a una tasa acumulada de 120 por ciento entre 2003 y 2008, el gasto lo hizo justo a la mitad, 60 por ciento. El resultado no sólo fueron importantes superávits fiscales en esos años, sino —más importante aún— a partir del cuarto trimestre de 2008 el gobierno chileno tuvo los recursos públicos suficientes para implementar planes contracíclicos que fueron desde incentivos tributarios, mayor inversión pública, recursos públicos adicionales para familias en pobreza, nuevos apoyos a la inversión privada, recursos para la generación de empleos, entre otros. Claro que el déficit público chileno se elevó, pero no les preocupa a ellos, ni a las calificadoras de riesgos, ni a los inversionistas por la sencilla razón de que durante los años de la bonanza el gobierno chileno acumuló importantes superávits que ahora les permitirán regresar rápidamente al crecimiento económico después de una caída estimada de 1 por ciento para este año.
Ahora es el momento de los arrepentimientos tardíos que de nada sirven ante la escasez de recursos que obligarán este y el próximo año a ajustarse el cinturón y limitar la recuperación económica.
Ahora que en materia de responsabilidades públicas los arrepentimientos y golpes de pecho salen sobrando. Hay graves consecuencias resultado de las malas decisiones y responsables con nombre que deben salir a dar la cara.
Sígale la pista…
RESPUESTA. La reacción para desmentir la afirmación que ayer hicimos de que las relaciones entre el presidente Calderón y el gobernador del Banco de México están rotas fue inmediata. Esto mantendría abierta la posibilidad de que el gobernador continúe al frente del banco central por un periodo más.
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