Daniela Pastrana / El Periódico
Cuando la directora del Jardín de Niños Patria, en la delegación Benito Juárez, pregunta a los padres de familia cuántos son de nuevo ingreso, más de la mitad levanta la mano. Sentada a su izquierda, la maestra que tiene a su cargo el grupo del primer año no puede evitar la exclamación: “¡Wow!”
La junta se realiza el viernes previo al inicio de clases. El lunes anterior fue el único día para inscribir a los niños de preescolar en esta escuela de tiempo completo (con servicio de comedor y salida a las 16 horas), que anunció “cupo limitado”. Padres y madres llegaron mucho antes de que se abriera la escuela. La fila que se formó daba la vuelta a la calle.
Este viernes, la directora informa que “por suerte” tiene “personal completo”: cinco educadoras, dos de ellas de medio tiempo, para cinco grupos de 40 niños.
Gigi (como le dice su papá) tendrá en su salón más compañeros que todos los que tenía en la escuela privada en la que curso los primeros dos años del kínder. “Me gusta esta escuela porque está más grande, pero me gustaba más la otra más colorida”, dice la niña.
La maestra de su grupo, una joven de rostro amable, se nota agobiada: “Tengo que hacer un diagnóstico, porque hay niños que vienen de escuelas privadas, otros que nunca han estado en el sistema escolar y que van a tener que empezar con las sílabas, así que primero tendré que hacer un diagnóstico”.
Este lunes entran a clases 25 millones de estudiantes de educación básica de todo el país y la semana pasada regresaron más de 6 millones de estudiantes de Educación Media Superior y Superior. Pero este año no será un regreso más. Los efectos del desplome económico del país han alcanzado la matrícula de las escuelas privadas.
“Estamos pasando una situación muy difícil”, reconoce la directora de una prestigiada preparatoria. “Los papás nos piden que les ayudemos, pero ya lo hicimos manteniendo sin elevar las cuotas, lo que significa un enorme esfuerzo para los profesores, que no han tenido aumentos de sueldo en dos años”.
Aunque aún no hay datos oficiales sobre el tamaño del boquete en la educación privada, la Unión Nacional de Padres de Familia calcula un descenso de al menos 8 por ciento en las inscripciones en preescolar, primaria y secundaria.
La realidad ha rebasado a los padres de familia. “Simplemente ya no pudimos pagar”, dice Esther, cuyos hijos dejaron de estudiar porque no pudieron sostener las cuotas en el ITESM y tampoco pueden inscribirlos en otra escuela, pues hasta que no cubran el adeudo no les entregarán sus papeles.
Otro es el caso de Sofía, quien hace dos meses perdió el empleo y después de un largo análisis decidió buscar una escuela pública para su hija de 4 años.
“En el kínder en el que estaba iba a tener que pagar 4 mil 200 pesos de inscripción, cuota anual, además de los libros, uniforme y la mensualidad, de 550 pesos”, cuenta la joven madre, una de miles que han batallado para conseguir un lugar en el la educación pública.
“Estuve buscando escuelas porque no había lugar y en esta me cobraron mil pesos para darle lugar, más que la cuota anual obligatoria, que es de 250 pesos”, dice.
Los mil pesos, por supuesto, fueron una aportación extra y de la cual no tiene recibo. En la escuela, ubicada en el municipio conurbado de Ixtapaluca, le dijeron que el dinero se usará para comprar materiales de trabajo. “No me quedó de otra, ya había buscado en otras tres escuelas, pero no había lugar”, dice la madre.
Datos y números:
El INEGI reportó que entre 2006 y 2008 aumento el número de mexicanos que no cuentan con el ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas
La OCDE ha señalado que la crisis financiera mundial tendrá un impacto considerable en la deserción y eficiencia terminal educativa, ya que este fenómeno está relacionado, en gran medida, con el ingreso en los hogares.
Según la OIT, cerca de 9.6 millones de jóvenes en México enfrentan trayectorias educacionales “laborales adversas”.
Cuando la directora del Jardín de Niños Patria, en la delegación Benito Juárez, pregunta a los padres de familia cuántos son de nuevo ingreso, más de la mitad levanta la mano. Sentada a su izquierda, la maestra que tiene a su cargo el grupo del primer año no puede evitar la exclamación: “¡Wow!”
La junta se realiza el viernes previo al inicio de clases. El lunes anterior fue el único día para inscribir a los niños de preescolar en esta escuela de tiempo completo (con servicio de comedor y salida a las 16 horas), que anunció “cupo limitado”. Padres y madres llegaron mucho antes de que se abriera la escuela. La fila que se formó daba la vuelta a la calle.
Este viernes, la directora informa que “por suerte” tiene “personal completo”: cinco educadoras, dos de ellas de medio tiempo, para cinco grupos de 40 niños.
Gigi (como le dice su papá) tendrá en su salón más compañeros que todos los que tenía en la escuela privada en la que curso los primeros dos años del kínder. “Me gusta esta escuela porque está más grande, pero me gustaba más la otra más colorida”, dice la niña.
La maestra de su grupo, una joven de rostro amable, se nota agobiada: “Tengo que hacer un diagnóstico, porque hay niños que vienen de escuelas privadas, otros que nunca han estado en el sistema escolar y que van a tener que empezar con las sílabas, así que primero tendré que hacer un diagnóstico”.
Este lunes entran a clases 25 millones de estudiantes de educación básica de todo el país y la semana pasada regresaron más de 6 millones de estudiantes de Educación Media Superior y Superior. Pero este año no será un regreso más. Los efectos del desplome económico del país han alcanzado la matrícula de las escuelas privadas.
“Estamos pasando una situación muy difícil”, reconoce la directora de una prestigiada preparatoria. “Los papás nos piden que les ayudemos, pero ya lo hicimos manteniendo sin elevar las cuotas, lo que significa un enorme esfuerzo para los profesores, que no han tenido aumentos de sueldo en dos años”.
Aunque aún no hay datos oficiales sobre el tamaño del boquete en la educación privada, la Unión Nacional de Padres de Familia calcula un descenso de al menos 8 por ciento en las inscripciones en preescolar, primaria y secundaria.
La realidad ha rebasado a los padres de familia. “Simplemente ya no pudimos pagar”, dice Esther, cuyos hijos dejaron de estudiar porque no pudieron sostener las cuotas en el ITESM y tampoco pueden inscribirlos en otra escuela, pues hasta que no cubran el adeudo no les entregarán sus papeles.
Otro es el caso de Sofía, quien hace dos meses perdió el empleo y después de un largo análisis decidió buscar una escuela pública para su hija de 4 años.
“En el kínder en el que estaba iba a tener que pagar 4 mil 200 pesos de inscripción, cuota anual, además de los libros, uniforme y la mensualidad, de 550 pesos”, cuenta la joven madre, una de miles que han batallado para conseguir un lugar en el la educación pública.
“Estuve buscando escuelas porque no había lugar y en esta me cobraron mil pesos para darle lugar, más que la cuota anual obligatoria, que es de 250 pesos”, dice.
Los mil pesos, por supuesto, fueron una aportación extra y de la cual no tiene recibo. En la escuela, ubicada en el municipio conurbado de Ixtapaluca, le dijeron que el dinero se usará para comprar materiales de trabajo. “No me quedó de otra, ya había buscado en otras tres escuelas, pero no había lugar”, dice la madre.
Datos y números:
El INEGI reportó que entre 2006 y 2008 aumento el número de mexicanos que no cuentan con el ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas
La OCDE ha señalado que la crisis financiera mundial tendrá un impacto considerable en la deserción y eficiencia terminal educativa, ya que este fenómeno está relacionado, en gran medida, con el ingreso en los hogares.
Según la OIT, cerca de 9.6 millones de jóvenes en México enfrentan trayectorias educacionales “laborales adversas”.
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