Álvaro Cepeda Neri
En sus más de cuatro años, el “gober” Peña Nieto no ha dejado de mantener su presencia en la televisión, disfrazando su protagonismo con “información” sobre actos administrativos, extrañas giras al exterior (que no tienen nada de internacionales) e incursiones a las entidades donde ha tejido intereses con sus gobernadores (Hidalgo, Puebla, Querétaro, Nuevo León, Yucatán, Morelos, etc.) y hasta promoviendo candidaturas. Aparece, también, en la radio. Y en la prensa escrita.
Todo, claro, canalizando millonarias sumas que, indudablemente, salen de las arcas del Estado de México, con la finalidad de ir armando su candidatura presidencial por el PRI. Esta aspiración le viene del impulso que le han dado los del Grupo Atlacomulco (municipio mexiquense, pues) que agrupa a la “crema y nata” de los, digamos, políticos que intentaron con Arturo Montiel apoderarse de esa candidatura.
El grupo Atlacomulco lo formó Isidro Fabela, quien se hizo de nombre como encargado de Relaciones Exteriores de Carranza, enviado al Estado de México para, con instrucciones de Ávila Camacho, organizar políticamente a la entidad, haciéndolo gobernador su interino. Hábil en las marrullerías, fue utilizado por Alemán y así se volvió el cacique.
Carlos Hank fue su heredero, pero su dudoso ascendiente, que lo ubicaba a veces como de padre alemán y otras estadounidense, le impidió dar el salto a la Presidencia de la República. Con López Mateos, al que también achacan ser guatemalteco (ver el ensayo exploratorio de la investigadora Soledad Loaeza en la revista Nexos de julio/09), los mexiquenses juran que, por fin, pusieron a uno de los suyos (sin ser del grupo) en la Presidencia.
Ahora, los atlacomulquenses, suponen que pondrán a Peña Nieto en Los Pinos y don Enrique (al que el periodismo de investigación le ha dedicado dos libros fulminantes: Negocios de familia, de Francisco Cruz y Jorge Toribio; y, Si yo fuera presidente; de Jenaro Villamil) se deja querer.
Para eso, el “gober” mexiquense invierte en publicidad para su imagen todo el dinero del mundo. Empero, el último escándalo sobre esos excesos los puso el periodista español José María Siles, quien contratado, supuestamente por Televisa, le dijeron que quien iba a pagar era Peña Nieto a través de su empleado David López, su jefe de comunicación.
Y es que Peña Nieto (alimentando otro escándalo publicitario con motivo de su anunciada boda con una “estrella” del canal de las “estrellas”) se fue para Estambul, a una reunión sobre el agua, y contrató a Televisa y a la empresa española para cubrir sus actividades; pero, la española al solicitar el pago por sus servicios recibió la noticia de que le pagarían en el gobierno de Peña Nieto.
En consecuencia el periodista español comprobó que el pago corría a cuenta de Peña Nieto, por medio de David López y su “operador” Roberto Calleja. No es un menudo lío en el que anda Peña Nieto, pero no parece quitarle el sueño con tal de que la publicidad a su favor venga, como lo dijo Óscar Wilde, “que hablen mal de mí, pero que hablen”.
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En sus más de cuatro años, el “gober” Peña Nieto no ha dejado de mantener su presencia en la televisión, disfrazando su protagonismo con “información” sobre actos administrativos, extrañas giras al exterior (que no tienen nada de internacionales) e incursiones a las entidades donde ha tejido intereses con sus gobernadores (Hidalgo, Puebla, Querétaro, Nuevo León, Yucatán, Morelos, etc.) y hasta promoviendo candidaturas. Aparece, también, en la radio. Y en la prensa escrita.
Todo, claro, canalizando millonarias sumas que, indudablemente, salen de las arcas del Estado de México, con la finalidad de ir armando su candidatura presidencial por el PRI. Esta aspiración le viene del impulso que le han dado los del Grupo Atlacomulco (municipio mexiquense, pues) que agrupa a la “crema y nata” de los, digamos, políticos que intentaron con Arturo Montiel apoderarse de esa candidatura.
El grupo Atlacomulco lo formó Isidro Fabela, quien se hizo de nombre como encargado de Relaciones Exteriores de Carranza, enviado al Estado de México para, con instrucciones de Ávila Camacho, organizar políticamente a la entidad, haciéndolo gobernador su interino. Hábil en las marrullerías, fue utilizado por Alemán y así se volvió el cacique.
Carlos Hank fue su heredero, pero su dudoso ascendiente, que lo ubicaba a veces como de padre alemán y otras estadounidense, le impidió dar el salto a la Presidencia de la República. Con López Mateos, al que también achacan ser guatemalteco (ver el ensayo exploratorio de la investigadora Soledad Loaeza en la revista Nexos de julio/09), los mexiquenses juran que, por fin, pusieron a uno de los suyos (sin ser del grupo) en la Presidencia.
Ahora, los atlacomulquenses, suponen que pondrán a Peña Nieto en Los Pinos y don Enrique (al que el periodismo de investigación le ha dedicado dos libros fulminantes: Negocios de familia, de Francisco Cruz y Jorge Toribio; y, Si yo fuera presidente; de Jenaro Villamil) se deja querer.
Para eso, el “gober” mexiquense invierte en publicidad para su imagen todo el dinero del mundo. Empero, el último escándalo sobre esos excesos los puso el periodista español José María Siles, quien contratado, supuestamente por Televisa, le dijeron que quien iba a pagar era Peña Nieto a través de su empleado David López, su jefe de comunicación.
Y es que Peña Nieto (alimentando otro escándalo publicitario con motivo de su anunciada boda con una “estrella” del canal de las “estrellas”) se fue para Estambul, a una reunión sobre el agua, y contrató a Televisa y a la empresa española para cubrir sus actividades; pero, la española al solicitar el pago por sus servicios recibió la noticia de que le pagarían en el gobierno de Peña Nieto.
En consecuencia el periodista español comprobó que el pago corría a cuenta de Peña Nieto, por medio de David López y su “operador” Roberto Calleja. No es un menudo lío en el que anda Peña Nieto, pero no parece quitarle el sueño con tal de que la publicidad a su favor venga, como lo dijo Óscar Wilde, “que hablen mal de mí, pero que hablen”.
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