Álvaro Cepeda Neri
En nuestro país, ya como Nación en la época gloriosa del republicanismo, a partir del estallamiento y consolidación de la Revolución de Ayutla (muy poco conocida y que es el eje del más democrático viraje histórico que generó la Constitución de 1857, previa la caída del dictador y bufón Santa Anna, y después la derrota de Maximiliano, la instalación de la Reforma y la Restauración de la República) hemos tenido una larga tradición del periodismo de la caricatura política.
Desde entonces siempre hemos tenido “moneros” que son maestros del dibujo, a caballo, entre el retratismo para identificar al “retratado” y el dibujo político de carácter satírico. Existe un ensayo que siempre traigo a colación para el tema: El arsenal del caricaturista, debido al pensador e historiador Ernest H. Gombrich. Y cuya obra puede fácilmente conseguirse en las librerías.
La caricatura política, actualmente, presente en casi todos los periódicos y medios de comunicación escrita, sobresaliendo la revista especializada en el tema con el nombre de El Chamuco, ya va en su número 178, acaba de publicar en su portada la creación de Hernández (y que deberían publicar el nombre completo de sus periodistas y no solamente su apellido o alias).
Está Calderón en su pequeñez física y sobre todo política, sentado holgadamente en la silla presidencial (la silla “embrujada”, el mote que le pusieron los protagonistas de la Revolución de 1910: Villa, Zapata, etc.), y con la mirada casi perdida del “crudo” está poniendo de cabeza una botella de la conocida bebida “Presidente”, que ya fue consumida.
Si hace o no alusión al rumor del alcoholismo del michoacano, el caso es que la caricatura lleva una leyenda: “Se acabó el presidente”.
Y la verdad es que con tres años en el poder, el calderonismo está acabado. No pudo Calderón (la explicación está en una carta de Carlos Castillo dirigida a Calderón y que publicó íntegramente Excélsior: 23/VII/09), como su antecesor Fox, conducir la Presidencia y la Nación, en la nave estatal, zozobra por los problemas no resueltos, debido a la incapacidad, ineptitud e ineficacia del caricaturizado en El Chamuco, de la segunda quincena de julio. Incluso se habla de que lo mejor que haría Calderón es renunciar.
Por lo pronto la portada de la revista, retrata caricaturísticamente al actual ya únicamente inquilino de Los Pinos. Todo el contenido de la revista es extraordinario con las plumas de El Fisgón, Rius, el mismo Hernández, Patricio, Helguera, con su director Federico Arreola.
Es un trabajo periodístico donde “la maestría... entre el dibujo de viñeta y el retratismo de caricatura” ejerce la crítica de la prensa como contrapoder, dado que los caricaturistas o “moneros” (como también se hacen llamar) son auténticos integrantes del periodismo que ha mantenido encendida la flama de la voz democrática para opinar con las libertades de expresión sobre los actos y omisiones del bestiario político de los malos gobernantes.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
En nuestro país, ya como Nación en la época gloriosa del republicanismo, a partir del estallamiento y consolidación de la Revolución de Ayutla (muy poco conocida y que es el eje del más democrático viraje histórico que generó la Constitución de 1857, previa la caída del dictador y bufón Santa Anna, y después la derrota de Maximiliano, la instalación de la Reforma y la Restauración de la República) hemos tenido una larga tradición del periodismo de la caricatura política.
Desde entonces siempre hemos tenido “moneros” que son maestros del dibujo, a caballo, entre el retratismo para identificar al “retratado” y el dibujo político de carácter satírico. Existe un ensayo que siempre traigo a colación para el tema: El arsenal del caricaturista, debido al pensador e historiador Ernest H. Gombrich. Y cuya obra puede fácilmente conseguirse en las librerías.
La caricatura política, actualmente, presente en casi todos los periódicos y medios de comunicación escrita, sobresaliendo la revista especializada en el tema con el nombre de El Chamuco, ya va en su número 178, acaba de publicar en su portada la creación de Hernández (y que deberían publicar el nombre completo de sus periodistas y no solamente su apellido o alias).
Está Calderón en su pequeñez física y sobre todo política, sentado holgadamente en la silla presidencial (la silla “embrujada”, el mote que le pusieron los protagonistas de la Revolución de 1910: Villa, Zapata, etc.), y con la mirada casi perdida del “crudo” está poniendo de cabeza una botella de la conocida bebida “Presidente”, que ya fue consumida.
Si hace o no alusión al rumor del alcoholismo del michoacano, el caso es que la caricatura lleva una leyenda: “Se acabó el presidente”.
Y la verdad es que con tres años en el poder, el calderonismo está acabado. No pudo Calderón (la explicación está en una carta de Carlos Castillo dirigida a Calderón y que publicó íntegramente Excélsior: 23/VII/09), como su antecesor Fox, conducir la Presidencia y la Nación, en la nave estatal, zozobra por los problemas no resueltos, debido a la incapacidad, ineptitud e ineficacia del caricaturizado en El Chamuco, de la segunda quincena de julio. Incluso se habla de que lo mejor que haría Calderón es renunciar.
Por lo pronto la portada de la revista, retrata caricaturísticamente al actual ya únicamente inquilino de Los Pinos. Todo el contenido de la revista es extraordinario con las plumas de El Fisgón, Rius, el mismo Hernández, Patricio, Helguera, con su director Federico Arreola.
Es un trabajo periodístico donde “la maestría... entre el dibujo de viñeta y el retratismo de caricatura” ejerce la crítica de la prensa como contrapoder, dado que los caricaturistas o “moneros” (como también se hacen llamar) son auténticos integrantes del periodismo que ha mantenido encendida la flama de la voz democrática para opinar con las libertades de expresión sobre los actos y omisiones del bestiario político de los malos gobernantes.
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