Ramón Alfonso Sallard
Carlos Salinas de Gortari detectó desde el principio que Martha Sahagún no era el poder tras el trono, como algunos observadores políticos creían, sino el verdadero poder, ostentoso y visible. La ambiciosa arribista, que de vocera pasó a ser esposa de Vicente Fox, justo al año de iniciado su gobierno, era, sin lugar a dudas, la parte más visible y activa de la autodenominada “pareja presidencial”. Nada se hacía sin su consentimiento. Ante la pusilanimidad de su cónyuge, ella tomaba las decisiones más importantes. Consecuentemente, el ex presidente entendió rápidamente a quién debía de acercarse y luego convencer, para que cualquier asunto prosperara. Así lo hizo.
Salinas se había apoderado del PRI luego de la derrota en los comicios presidenciales, aprovechando que la clase política tricolor culpaba a Ernesto Zedillo de la debacle. Dos de sus pupilos ocupaban el primero y el segundo cargo en importancia: Roberto Madrazo, presidente; Elba Esther Gordillo, secretaria general. Al nuevo dirigente ya lo había apoyado sin éxito en los comicios internos de noviembre de 1999, cuando por primera vez se definió la candidatura presidencial a través del voto libre y secreto de la militancia. Ese año ganó la candidatura Francisco Labastida, pero perdió la elección constitucional. El ascenso de su antagonista fue una consecuencia lógica para muchos, aunque el proceso estuvo lleno de acusaciones y rispideces. Como fuere, el ex presidente se quedó con el PRI.
Lo que no estaba en sus planes fue el pleito entre sus dos pupilos que terminó en fractura. Elba Esther fue expulsada del PRI cuando coordinaba la fracción parlamentaria de su partido en la Cámara de Diputados, bajo acusaciones de subordinación a Los Pinos. Salinas tuvo entonces que recomponer su estrategia y operar de manera más enérgica para obtener en el congreso votaciones favorables al gobierno. Sin embargo, no pudo sacar adelante las reformas estructurales a que se había comprometido con Martha y Vicente. Si acaso pudo influir en la definición y aprobación de los presupuestos anuales durante las dos legislaturas del sexenio.
Las derrotas parciales de Salinas pronto quedaron en el olvido cuando apareció en escena el empresario Carlos Ahumada. Las grabaciones que hizo de connotados perredistas en actos de corrupción, le dio un nuevo impulso al ex presidente. Fue él quien diseñó la estrategia, conjuntamente con el gobierno y Televisa, de los videoescándalos, que a punto estuvieron de descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. A cambio de sus servicios, Carlos obtuvo la libertad de su hermano Raúl, no obstante pesar sobre él acusaciones de asesinato, enriquecimiento ilícito y narcotráfico.
Cuenta Ahumada en su libro Derecho de Réplica: “Carlos Salinas me confió que una de las cuestiones que había negociado con el presidente Fox a cambio de los videos, a través de Diego Fernández de Cevallos, era la exoneración de todos los cargos, inclusive el de homicidio, que mantenían en ese momento a Raúl en la cárcel, además de la devolución por parte de la Procuraduría General de la República de todos sus bienes, incluyendo los millones de dólares congelados por la PGR. Y así sucedió finalmente”.
Como suele ocurrirle desde 1994, Carlos Salinas tiene la extraña habilidad de convertir rápidamente en derrotas las batallas ganadas. ¿Soberbia? Varios adjetivos le acomodan. Pero los hechos ahí están: después de los videoescándalos, que prácticamente tenían en la lona a López Obrador, el ex presidente y la pareja presidencial quisieron rematar al jefe de gobierno desaforándolo y destituyéndolo de su cargo por un asunto menor, cosa que a fin de cuentas lograron, pero a un alto costo. Tan alto, que hubo necesidad de dar marcha atrás. Y esa fue la plataforma de lanzamiento del candidato de izquierda. Pero lo peor para Salinas vendría después, casi al final del sexenio foxista: su hermano Enrique perdió la vida en una oscura historia relacionada con dineros de origen dudoso depositados en Europa. Una presunta extorsión de policías terminaría en asesinato. Nueva y dolorosísima derrota para el clan. Mañana sigo.
Carlos Salinas de Gortari detectó desde el principio que Martha Sahagún no era el poder tras el trono, como algunos observadores políticos creían, sino el verdadero poder, ostentoso y visible. La ambiciosa arribista, que de vocera pasó a ser esposa de Vicente Fox, justo al año de iniciado su gobierno, era, sin lugar a dudas, la parte más visible y activa de la autodenominada “pareja presidencial”. Nada se hacía sin su consentimiento. Ante la pusilanimidad de su cónyuge, ella tomaba las decisiones más importantes. Consecuentemente, el ex presidente entendió rápidamente a quién debía de acercarse y luego convencer, para que cualquier asunto prosperara. Así lo hizo.
Salinas se había apoderado del PRI luego de la derrota en los comicios presidenciales, aprovechando que la clase política tricolor culpaba a Ernesto Zedillo de la debacle. Dos de sus pupilos ocupaban el primero y el segundo cargo en importancia: Roberto Madrazo, presidente; Elba Esther Gordillo, secretaria general. Al nuevo dirigente ya lo había apoyado sin éxito en los comicios internos de noviembre de 1999, cuando por primera vez se definió la candidatura presidencial a través del voto libre y secreto de la militancia. Ese año ganó la candidatura Francisco Labastida, pero perdió la elección constitucional. El ascenso de su antagonista fue una consecuencia lógica para muchos, aunque el proceso estuvo lleno de acusaciones y rispideces. Como fuere, el ex presidente se quedó con el PRI.
Lo que no estaba en sus planes fue el pleito entre sus dos pupilos que terminó en fractura. Elba Esther fue expulsada del PRI cuando coordinaba la fracción parlamentaria de su partido en la Cámara de Diputados, bajo acusaciones de subordinación a Los Pinos. Salinas tuvo entonces que recomponer su estrategia y operar de manera más enérgica para obtener en el congreso votaciones favorables al gobierno. Sin embargo, no pudo sacar adelante las reformas estructurales a que se había comprometido con Martha y Vicente. Si acaso pudo influir en la definición y aprobación de los presupuestos anuales durante las dos legislaturas del sexenio.
Las derrotas parciales de Salinas pronto quedaron en el olvido cuando apareció en escena el empresario Carlos Ahumada. Las grabaciones que hizo de connotados perredistas en actos de corrupción, le dio un nuevo impulso al ex presidente. Fue él quien diseñó la estrategia, conjuntamente con el gobierno y Televisa, de los videoescándalos, que a punto estuvieron de descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. A cambio de sus servicios, Carlos obtuvo la libertad de su hermano Raúl, no obstante pesar sobre él acusaciones de asesinato, enriquecimiento ilícito y narcotráfico.
Cuenta Ahumada en su libro Derecho de Réplica: “Carlos Salinas me confió que una de las cuestiones que había negociado con el presidente Fox a cambio de los videos, a través de Diego Fernández de Cevallos, era la exoneración de todos los cargos, inclusive el de homicidio, que mantenían en ese momento a Raúl en la cárcel, además de la devolución por parte de la Procuraduría General de la República de todos sus bienes, incluyendo los millones de dólares congelados por la PGR. Y así sucedió finalmente”.
Como suele ocurrirle desde 1994, Carlos Salinas tiene la extraña habilidad de convertir rápidamente en derrotas las batallas ganadas. ¿Soberbia? Varios adjetivos le acomodan. Pero los hechos ahí están: después de los videoescándalos, que prácticamente tenían en la lona a López Obrador, el ex presidente y la pareja presidencial quisieron rematar al jefe de gobierno desaforándolo y destituyéndolo de su cargo por un asunto menor, cosa que a fin de cuentas lograron, pero a un alto costo. Tan alto, que hubo necesidad de dar marcha atrás. Y esa fue la plataforma de lanzamiento del candidato de izquierda. Pero lo peor para Salinas vendría después, casi al final del sexenio foxista: su hermano Enrique perdió la vida en una oscura historia relacionada con dineros de origen dudoso depositados en Europa. Una presunta extorsión de policías terminaría en asesinato. Nueva y dolorosísima derrota para el clan. Mañana sigo.
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