Impunidades

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”


Me sumo a las voces que protestan por el fallo de la SCJN por el que fueron puestos en libertad los paramilitares que masacraron a la población indígena en Acteal. Constituye un monumento a la impunidad. También es un monumento a la administración de justicia conforme a compromisos políticos y al tráfico de influencias.

Los deudos de las víctimas del crimen –en realidad, la población victimada- son de nuevo atropellados por la confabulación de intereses de la derecha impuesta en el poder. ¿Qué intereses? Esencialmente los que buscan arrinconar a la población indígena chiapaneca para disponer de sus recursos naturales, mediante la creciente presión sobre las bases zapatistas ejercida por el ejército regular pero, principalmente, por el paramilitarismo auspiciado desde el poder.

También protesto, como muchos, porque la misma SCJN confirmó la vigencia del fuero militar que determina que los delitos de los soldados, aún en tiempos de paz, sólo sean juzgados por el sistema castrense de justicia. Medida anacrónica sólo comparable con el aberrante estatus de inmunidad exigido por el Tío Sam para sus soldados en el extranjero. Cuánta sangre se derramó en este país por la demanda conservadora en defensa de la religión y los fueros. Hacia allá vamos, Sancho.

Pero, ya que de protestar por la impunidad se trata, es importante recordar el kilométrico listado de delitos de lesa patria perpetrados por quienes dicen gobernarnos. No me voy a referir a los cometidos por Santanna o por Porfirio Díaz, sino a los de la historia contemporánea. Primerísimo lugar merecen los cometidos por Carlos Salinas, alias el chupacabras; su listado es más largo que la cuaresma, comenzando con el fraude electoral que le robó la voluntad al pueblo mayoritario que votó por Cárdenas, seguido por la enajenación del patrimonio nacional a título cuasi gratuito: bancos, teléfonos, puertos, carreteras, ingenios, fertilizantes, minas, las pensiones y, por si fuera poco, la entrega del mercado interno en beneficio de las transnacionales mediante la firma del TLCAN; instauró el asesinato como instrumento de la política. Le sigue Ernesto Zedillo, alias la neta o el globalifílico, entre cuyas fechorías se destacan el obsequio de los ferrocarriles, de la infraestructura de almacenamiento y el mercado de las subsistencias populares, de las aseguradoras; cuenta también en su haber el desmantelamiento intencional de PEMEX y CFE, todo ello coronado con la perla del FOBAPROA, verdadero atraco a la economía de los mexicanos. El pueblo les aplicó la única pena de que dispone: votó en contra y los sacó del gobierno. Por lo demás, ambos se pasean como Pedro por su casa y cargados de millones.

Les siguió Vicente Fox, alias el alto vacío o el merolico, cuyo mayor delito es el haber nacido. Se robó la esperanza que el pueblo se forjó por el cambio para, simplemente, ahondar en el proceso de traición a la patria. Entregó a los particulares extranjeros y nacionales (lo mismo da) la generación de energía eléctrica y la explotación de gas; convirtió en migajas la riqueza derivada de los altos precios del petróleo que, en términos reales, sólo sirvió para mantener el subsidio fiscal a las grandes empresas privilegiadas. Se robó la dignidad de la institución presidencial e instrumentó el fraude electoral de su sucesor. Mereciera cadena perpetua pero, junto con su nefasta pareja, goza recetándonos sus consabidas estupideces.

Finalmente, el as de ases, Felipe Calderón alias el espurio o el pelele o el fecal o el matachambas, entre otros muchos alias con los que esconde su ignominia. Es responsable del fraude electoral; del desempleo imperante; de la destrucción de la, de por sí enclenque, economía mexicana; del inusitado aumento de la violencia y la inseguridad; de las inundaciones en Tabasco; del derroche de recursos en propaganda mendaz; de la privatización del régimen pensionario de la burocracia; de la parcialmente frustrada privatización de PEMEX, entre muchos otros agravios a la entidad nacional.

En el colmo del cinismo, el espurio se atreve a convocar a los partidos políticos para convenir en el congreso la fórmula para salir del shock de las finanzas públicas. Vale decir: como va a haber necesidad de aplicar medidas fiscales dolorosas, los invita a compartir los costos del desprestigio y del encabronamiento popular. Pero nada más. Por lo que se refiere al modelo que provoca el shock, ni hablar, eso es intocable; en todo caso se invita a emprender la reforma laboral para profundizarlo; insiste en la fracasada fórmula de la libertad de comercio y de la promoción de inversiones extranjeras, haciendo caso omiso a las rectificaciones que se aplican en el resto del mundo. Ya no es una especulación intelectual sino el resultado objetivo de la experiencia de la crisis que el modelo causa, por lo que insistir no sólo es un agravio a la inteligencia, sino un real delito de lesa patria. No puede quedar impune.

A quienes han tenido los arrestos para formular las demandas penales contra estos delincuentes, sólo me atrevo a recomendarles que, en sus escritos, agreguen los correspondientes alias. Parece ser que para la Procuraduría de Justicia, todo delincuente merece uno.

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