Honduras: Detrás de la fachada

Néstor Núñez

Sintomática la reciente plática en Nicaragua, de unas tres horas de duración, entre el embajador norteamericano en Honduras, el ultraderechista y especialista en triquiñuelas interventoras Hugo Llorens, y el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya.

Al final, luego de un abrazo al depuesto mandatario que recordó a muchos el beso de Judas, el flamante diplomático precisó en formales declaraciones a la prensa, que su propósito era trabajar por un acuerdo que devuelva la institucionalidad a la nación hondureña, y precisó que su país no reconoce a otro gobierno que no sea el encabezado por Zelaya.


Pero sin dudas, la mencionada visita no ha dejado de despertar suspicacias por tratarse del personaje de que se trata, aún en plenas funciones en Tegucigalpa, y quien admitió haber asistido a reuniones donde se fraguó la asonada del pasado 28 de junio.

Una escoba para Arias

Una de las variables en esta ecuación imperial podría obedecer a insuflar aire y barrer el piso a las gestiones pretendidamente mediadoras del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, orientadas desde el Departamento de Estado para intentar una fórmula de compromiso que, cuando más, se traduzca en la vuelta de un Manuel Zelaya con recortadas atribuciones hasta la celebración de las ya cercanas elecciones presidenciales.

Es la especialidad del “oportuno” Arias, encargado en los ochenta de desmovilizar a la insurgencia centroamericana en medio de una fase de lucha próxima a sobrepasar el transitorio escalón del equilibrio militar entre las guerrillas y el ejército, para dar paso a la etapa de victoria popular sobre los regímenes de turno.

Por otra parte, la ida de Llorens al encuentro de Zelaya y de algunos de sus ministros, no descarta la intención imperial de enviar un mensaje a los sectores golpistas que, digan lo que digan, intentan permanecer en el poder a como de lugar, y en no ceder un ápice en sus intereses y prebendas, lo que dificulta las maniobras dilatorias diseñadas en la cancillería norteamericana.

Porque la lección histórica es sencilla en este hemisferio: con el Norte se trata de acatar, de admitir, de ceder.

Asumir posiciones incómodas para el poderoso del patio es un riesgo absoluto, por muy socio que parezca. En la pragmática oficial gringa, los fardos, tengan el color que tengan, se lanzan al mar…y punto.

Una clave

Pero con todo, existe una tercera variable que podría subyacer con tremenda fuerza en las marchas y contramarchas que se esconden en la visita de Llorens al presidente depuesto.

Y se trata de un factor que el propio golpe de estado desencadenó y parece haber tomado por sorpresa a quienes pensaron en un simple paseo militar y en unas pocas horas de confusión pública.

Hablamos, en efecto, de una inusitada resistencia popular que se alarga por más de un mes, y que lejos de decaer se hace más organizada, estructurada, combativa y sagaz.

Una resistencia que, a la vez que se desarrolla, va dando vida pública a una nueva fuerza política que podría romper todos los diques tradicionales hondureños, de manera que al final el hijo bendito de la crisis creada por la derecha estadounidense y la oligarquía local, resultaría aún más “peligroso y alarmante” para los que creyeron en un radiante final cinematográfico tras la violación del orden constitucional.

¿Y por qué dudar que los estrategas de Washington no acumulen ya esa carga de pavor y aversión a lo que pueda derivarse de un combate popular que no teme a la violencia de policías y militares? ¿Por qué no pensar que en los apuros y vaivenes de Llorens se esconde lograr de inmediato una fórmula que tranquilice los ánimos de las masas hondureñas y evite un desborde definitivo y definitorio?

A estas alturas del conflicto, hay evidencias muy clara de que los movimientos sociales contra el golpe están asumiendo un papel cada vez más determinante en la vida nacional, y que accionan con una asombrosa claridad política.

Sirvan de simple botón de muestra los párrafos siguientes de las declaraciones suscritas por las organizaciones que enfrentan la asonada, a raíz del fracaso de la “mediación” en Costa Rica:

“Para nosotros, precisaron las fuentes populares el pasado 23 de julio, en la agenda sigue estando la resistencia masiva contra el golpe de Estado. Las pláticas en Costa Rica eran un paso más en la lucha, pero estas conversaciones fracasaron desde la primera reunión, por eso no esperábamos nada.

“Los golpistas que ocupan el poder en Honduras, no tienen interés en un acuerdo, sólo están haciendo tiempo para desgastar la resistencia del pueblo y consolidarse en el poder. Con el fracaso de las conversaciones en Costa Rica, también fracasó el presidente Óscar Arias.”

Es, evidentemente, la hora del pueblo, y en Washington, a no dudarlo, ya existen quienes empiezan a temer y a urgir para aplicar urgentes frenos.

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