Urge enterrar los regímenes tributarios especiales de los que goza la monarquía empresarial
Carlos Fernández-Vega / México SA
Las "nuevas" bancadas partidistas en San Lázaro –que asumirán sus respectivas curules el primer día del próximo septiembre y serán las responsables de aprobar, modificar o rechazar el paquete económico que les presente el inquilino de Los Pinos y su "muy buen equipo económico, probablemente uno de los mejores del mundo" (y los hechos lo demuestran a cabalidad)– comienzan a pronunciarse en torno a la brillante "estrategia" promovida por la dupla Calderón-Carstens, en el sentido de aplicar nuevos impuestos y/o aumentar los existentes en 2010, con la finalidad de "enfrentar" el “shock de las finanzas públicas”. A la par, el inquilino de Los Pinos exige "un sacrificio más de todos" para amortiguar el efecto de la crisis. Y tiene razón: "todos" ponen el dinero, y ellos alegremente se lo gastan.
Pero en cualquiera de los casos –el de los legisladores o el del exigente de Los Pinos–, la única opción real –viable y deseable– para enfrentar el desplome de las finanzas públicas es erradicar los regímenes tributarios especiales, aquellos que permiten a los grandes empresarios nacionales y extranjeros (entiéndase: grandes por sus fortunas y sus excesos, no por su contribución al desarrollo del país) evadir "legal" y abultadamente casi la totalidad de impuestos existentes en México, mientras los apergollados causantes cautivos (léase "todos", a quienes va dirigida la citada exigencia de Calderón) no tienen la menor posibilidad de hacer lo propio.
Los propietarios de los grandes consorcios que succionan a la nación y a quienes en él habitan, lejos, muy lejos de aportar al fisco y contribuir al desarrollo nacional, exprimen descaradamente a las finanzas públicas, y lo hacen a tal grado que, por ejemplo, los impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros son utilizados para llenar los "huecos" (cráteres, en realidad) tributarios por ellos abiertos, con la anuencia de los generosos gobiernos neoliberales y la aprobación del Legislativo, dejando a "todos" –con ingresos infinitamente menores a los obtenidos por los citados barones– la tarea de inyectar recursos a las famélicas arcas nacionales.
El balance es igual de sencillo que de aterrador: los dineros provenientes del petróleo han sido utilizados para garantizar "inmunidad" fiscal a los "grandes señores" de la iniciativa privada, de tal suerte que nadie en la clase gobernante puede llamarse sorprendido por el shock en las finanzas públicas. Y con información de Pemex y de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público es posible ponerle números a esta atrocidad: en el transcurso de la administración calderonista (hasta junio pasado), de cada peso que ingresó a las arcas nacionales por concepto de impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros, 94 centavos se destinaron a llenar el "hueco" fiscal dejado por los regímenes tributarios especiales.
Para colmo de males, ha caído, y seguirá haciéndolo, el volumen petrolero exportado, a la par que el precio internacional del crudo mexicano, o lo que es lo mismo, no hay con qué mantener el privilegiado estatus fiscal para los barones. De allí la brillante idea –una más– de Felipe Calderón: "todos" deben "sacrificarse más", según su idílica pretensión. Pero resulta que "todos" están peor de jodidos ahora que el año pasado, y tampoco tienen con qué garantizar –por la gracia gubernamental– los regímenes tributarios especiales de los que goza su monarquía empresarial. El IVA a medicinas y alimentos entra en este esquema, aunque representa la menor proporción.
¿Qué hacer entonces? ¿A quiénes cobrar más impuestos y/o a clavar nuevos gravámenes? No hay salida posible. Dice la siempre cursi Josefina Vázquez Mota –"nueva" coordinadora de la banca panista en San Lázaro, por la gracia calderonista– que "buscaremos incorporar a aquellos actores que en este momento no pagan impuestos, además de una revisión en el presupuesto de los partidos políticos". No hay que buscar nada, a menos que la ex vendedora de pinturas y sus ovejitas blanquiazules sólo tengan ojos para buscar víctimas entre los descobijados que sobreviven en el sector informal de la economía –los que lo hacen en el formal ya pagan impuestos– y les "exijan" (Calderón dixit) que le entren con su chivo, porque las finanzas públicas están en shock y la monarquía empresarial requiere mantener el estatus. ¿Qué tasa impositiva estarían obligados a pagar, por ejemplo, un lanzador de fuego, un vendedor de chicles o un payasito que mueve las nalgas en las esquinas de la ciudad de México?
Si realmente quieren solucionar el problema, oxigenar las finanzas públicas y democratizar la injusta estructura tributaria imperante en el país, no hay más que enterrar los regímenes tributarios especiales, porque ningún país puede soportar financieramente, ni tolerar socialmente, que de cada peso que ingresa a las arcas nacionales por medio de su principal industria estatal (Pemex, en el caso mexicano) 94 centavos se destinen al mantenimiento fiscal de los monárquicos señores de la "gran" empresa, a la transferencia de recursos del Estado a los barones.
En lo que lleva el michoacano sentado en Los Pinos, las arcas nacionales recibieron un billón 690 mil 85.3 millones de pesos por impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros; en igual periodo, por regímenes tributarios especiales el erario dejó de captar un billón 585 mil 945.15 millones, o lo que es lo mismo, 94 por ciento del citado ingreso petrolero en el mismo periodo. Para 2010 (si los señores diputados siguen, como dice Chepina, "buscando" donde no deben) la Secretaría de Hacienda estima que por lo mismo los grandes empresarios dejarán de aportar al fisco algo así como 502 mil millones de pesos (4 por ciento del PIB), es decir, un monto mayor al "hoyo" (Carstens dixit) en las finanzas públicas, o si se prefiere una cantidad seis veces superior al recorte presupuestal hasta ahora practicado, porque "no hay dinero".
Lo mismo sucedió con el ahora astrólogo Vicente Fox: los ingresos petroleros se los comieron los grandes empresarios que gozan de los regímenes tributarios especiales, y si algo sobró para eso estaba el gobierno del "cambio", para derrocharlo, para pagar los vestidos de Martita y las estupideces del entonces inquilino de Los Pinos y fauna que lo acompañaba.
Las rebanadas del pastel
Los únicos felices en este país son los banqueros trasnacionales: en el primer semestre de este fatídico 2009 obtuvieron utilidades netas por 32 mil 388 millones de pesos, 7.38 por ciento más que en igual periodo de 2008. Lo anterior, a pesar de que el crédito total por ellos otorgado se redujo 1.52 por ciento y el índice de morosidad se elevó de 3.43 a 3.84 por ciento... Igual de científico, acertado y profundo que Fox, el panista Gustavo Madero asegura que la crisis se debe a "la mala suerte".
Carlos Fernández-Vega / México SA
Las "nuevas" bancadas partidistas en San Lázaro –que asumirán sus respectivas curules el primer día del próximo septiembre y serán las responsables de aprobar, modificar o rechazar el paquete económico que les presente el inquilino de Los Pinos y su "muy buen equipo económico, probablemente uno de los mejores del mundo" (y los hechos lo demuestran a cabalidad)– comienzan a pronunciarse en torno a la brillante "estrategia" promovida por la dupla Calderón-Carstens, en el sentido de aplicar nuevos impuestos y/o aumentar los existentes en 2010, con la finalidad de "enfrentar" el “shock de las finanzas públicas”. A la par, el inquilino de Los Pinos exige "un sacrificio más de todos" para amortiguar el efecto de la crisis. Y tiene razón: "todos" ponen el dinero, y ellos alegremente se lo gastan.
Pero en cualquiera de los casos –el de los legisladores o el del exigente de Los Pinos–, la única opción real –viable y deseable– para enfrentar el desplome de las finanzas públicas es erradicar los regímenes tributarios especiales, aquellos que permiten a los grandes empresarios nacionales y extranjeros (entiéndase: grandes por sus fortunas y sus excesos, no por su contribución al desarrollo del país) evadir "legal" y abultadamente casi la totalidad de impuestos existentes en México, mientras los apergollados causantes cautivos (léase "todos", a quienes va dirigida la citada exigencia de Calderón) no tienen la menor posibilidad de hacer lo propio.
Los propietarios de los grandes consorcios que succionan a la nación y a quienes en él habitan, lejos, muy lejos de aportar al fisco y contribuir al desarrollo nacional, exprimen descaradamente a las finanzas públicas, y lo hacen a tal grado que, por ejemplo, los impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros son utilizados para llenar los "huecos" (cráteres, en realidad) tributarios por ellos abiertos, con la anuencia de los generosos gobiernos neoliberales y la aprobación del Legislativo, dejando a "todos" –con ingresos infinitamente menores a los obtenidos por los citados barones– la tarea de inyectar recursos a las famélicas arcas nacionales.
El balance es igual de sencillo que de aterrador: los dineros provenientes del petróleo han sido utilizados para garantizar "inmunidad" fiscal a los "grandes señores" de la iniciativa privada, de tal suerte que nadie en la clase gobernante puede llamarse sorprendido por el shock en las finanzas públicas. Y con información de Pemex y de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público es posible ponerle números a esta atrocidad: en el transcurso de la administración calderonista (hasta junio pasado), de cada peso que ingresó a las arcas nacionales por concepto de impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros, 94 centavos se destinaron a llenar el "hueco" fiscal dejado por los regímenes tributarios especiales.
Para colmo de males, ha caído, y seguirá haciéndolo, el volumen petrolero exportado, a la par que el precio internacional del crudo mexicano, o lo que es lo mismo, no hay con qué mantener el privilegiado estatus fiscal para los barones. De allí la brillante idea –una más– de Felipe Calderón: "todos" deben "sacrificarse más", según su idílica pretensión. Pero resulta que "todos" están peor de jodidos ahora que el año pasado, y tampoco tienen con qué garantizar –por la gracia gubernamental– los regímenes tributarios especiales de los que goza su monarquía empresarial. El IVA a medicinas y alimentos entra en este esquema, aunque representa la menor proporción.
¿Qué hacer entonces? ¿A quiénes cobrar más impuestos y/o a clavar nuevos gravámenes? No hay salida posible. Dice la siempre cursi Josefina Vázquez Mota –"nueva" coordinadora de la banca panista en San Lázaro, por la gracia calderonista– que "buscaremos incorporar a aquellos actores que en este momento no pagan impuestos, además de una revisión en el presupuesto de los partidos políticos". No hay que buscar nada, a menos que la ex vendedora de pinturas y sus ovejitas blanquiazules sólo tengan ojos para buscar víctimas entre los descobijados que sobreviven en el sector informal de la economía –los que lo hacen en el formal ya pagan impuestos– y les "exijan" (Calderón dixit) que le entren con su chivo, porque las finanzas públicas están en shock y la monarquía empresarial requiere mantener el estatus. ¿Qué tasa impositiva estarían obligados a pagar, por ejemplo, un lanzador de fuego, un vendedor de chicles o un payasito que mueve las nalgas en las esquinas de la ciudad de México?
Si realmente quieren solucionar el problema, oxigenar las finanzas públicas y democratizar la injusta estructura tributaria imperante en el país, no hay más que enterrar los regímenes tributarios especiales, porque ningún país puede soportar financieramente, ni tolerar socialmente, que de cada peso que ingresa a las arcas nacionales por medio de su principal industria estatal (Pemex, en el caso mexicano) 94 centavos se destinen al mantenimiento fiscal de los monárquicos señores de la "gran" empresa, a la transferencia de recursos del Estado a los barones.
En lo que lleva el michoacano sentado en Los Pinos, las arcas nacionales recibieron un billón 690 mil 85.3 millones de pesos por impuestos, derechos y aprovechamientos petroleros; en igual periodo, por regímenes tributarios especiales el erario dejó de captar un billón 585 mil 945.15 millones, o lo que es lo mismo, 94 por ciento del citado ingreso petrolero en el mismo periodo. Para 2010 (si los señores diputados siguen, como dice Chepina, "buscando" donde no deben) la Secretaría de Hacienda estima que por lo mismo los grandes empresarios dejarán de aportar al fisco algo así como 502 mil millones de pesos (4 por ciento del PIB), es decir, un monto mayor al "hoyo" (Carstens dixit) en las finanzas públicas, o si se prefiere una cantidad seis veces superior al recorte presupuestal hasta ahora practicado, porque "no hay dinero".
Lo mismo sucedió con el ahora astrólogo Vicente Fox: los ingresos petroleros se los comieron los grandes empresarios que gozan de los regímenes tributarios especiales, y si algo sobró para eso estaba el gobierno del "cambio", para derrocharlo, para pagar los vestidos de Martita y las estupideces del entonces inquilino de Los Pinos y fauna que lo acompañaba.
Las rebanadas del pastel
Los únicos felices en este país son los banqueros trasnacionales: en el primer semestre de este fatídico 2009 obtuvieron utilidades netas por 32 mil 388 millones de pesos, 7.38 por ciento más que en igual periodo de 2008. Lo anterior, a pesar de que el crédito total por ellos otorgado se redujo 1.52 por ciento y el índice de morosidad se elevó de 3.43 a 3.84 por ciento... Igual de científico, acertado y profundo que Fox, el panista Gustavo Madero asegura que la crisis se debe a "la mala suerte".
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