Ramón Alfonso Sallard
¿La utilización de Sinaloa para la siembra de amapola fue parte del trato que hizo la mafia estadounidense con su gobierno, en el marco de la segunda guerra mundial? ¿La mafia pactó con el gobierno mexicano o sólo con algunos miembros de la clase política contemporánea? ¿Hubo un acuerdo secreto –por lo vergonzoso—entre los presidentes de México y de Estados Unidos, como el que en su momento signaron la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin?
Los abogados penalistas sostienen que una serie de evidencias concatenadas hacen prueba plena, y ese es el caso. Académicos de ambos lados de la frontera, que han hurgado durante décadas en archivos gubernamentales de los dos países, concluyen que todos estaban de acuerdo; que, en efecto, hubo un pacto secreto entre gobiernos para que la mafia operara libremente. Diversos testimonios históricos y documentos secretos desclasificados en Estados Unidos, evidencian la protección oficial al negocio ilícito de las drogas.
En México, el abundante trabajo del investigador de origen sinaloense, Luis Astorga, le da solidez a esta tesis. Y con él coincide, por ejemplo, el abogado José Alfredo Andrade Bojorges en su libro La historia secreta del narco, de editorial Océano, cuya primera edición vio la luz pública en 1999. El desaparecido litigante fue parte de la defensa de Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, cabeza del cártel de Juárez, muerto por complicaciones médicas dos años antes de la publicación de la obra, cuando se le practicaba una cirugía plástica en un hospital de la ciudad de México.
No todos se sumaron al vergonzante pacto. El asesinato del gobernador de Sinaloa, Rodolfo T. Loaiza, a quien el general Lázaro Cárdenas consideraba uno de sus mejores amigos, se ubica en ese contexto. Desde 1941, el ex presidente había regresado a la función pública como comandante de la recién creada Zona Militar del Pacífico, con el propósito de impedir ataques contra México por parte de los países del Eje –como ocurrió ese mismo año en Pearl Harbor--, pero también para evitar que los estadounidenses siguieran presionando con la instalación de bases militares en territorio nacional para la defensa conjunta. El presidente Ávila Camacho sabía que una encomienda como esa sólo podría desempeñarla un personaje como el expropiador del petróleo, que concitaba respeto y admiración dentro y fuera del país.
El divisionario de Jiquilpan se convertiría después en secretario de Guerra y Marina en sustitución del general Pablo Macías Valenzuela, electo a su vez gobernador de Sinaloa. Llevaba éste poco tiempo en el cargo cuando Cárdenas le instauró el Consejo de Guerra por el asesinato de Loaiza, acusación de las que salió libre con la protección de Miguel Alemán, como quedó asentado ayer en este mismo espacio. Pero ya para entonces, la utilización creciente de grandes extensiones de terrenos para la siembra de amapola, había cambiado por completo el presente y futuro del país. La planta, de la cual se extrae opio y sus derivados, empezó a ser cultivada indiscriminadamente en Sinaloa, lo mismo por ejidatarios que por grandes terratenientes. La producción de la adormidera permitió la sobrevivencia de miles de harapientos campesinos, pero también generó nuevas y espectaculares fortunas.
¿Con qué cara, hoy, los gringos proponen el Plan Mérida para apuntalar la fracasada guerra contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón? Es un hecho histórico: el pacto secreto entre ambos gobiernos, en la década de los 40 del siglo XX, da origen a la industria masiva de las drogas que hoy padecemos. Y, desde luego, es también el inicio de la violencia criminal que asuela actualmente a México y que día a día destruye al Estado nacional.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
¿La utilización de Sinaloa para la siembra de amapola fue parte del trato que hizo la mafia estadounidense con su gobierno, en el marco de la segunda guerra mundial? ¿La mafia pactó con el gobierno mexicano o sólo con algunos miembros de la clase política contemporánea? ¿Hubo un acuerdo secreto –por lo vergonzoso—entre los presidentes de México y de Estados Unidos, como el que en su momento signaron la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin?
Los abogados penalistas sostienen que una serie de evidencias concatenadas hacen prueba plena, y ese es el caso. Académicos de ambos lados de la frontera, que han hurgado durante décadas en archivos gubernamentales de los dos países, concluyen que todos estaban de acuerdo; que, en efecto, hubo un pacto secreto entre gobiernos para que la mafia operara libremente. Diversos testimonios históricos y documentos secretos desclasificados en Estados Unidos, evidencian la protección oficial al negocio ilícito de las drogas.
En México, el abundante trabajo del investigador de origen sinaloense, Luis Astorga, le da solidez a esta tesis. Y con él coincide, por ejemplo, el abogado José Alfredo Andrade Bojorges en su libro La historia secreta del narco, de editorial Océano, cuya primera edición vio la luz pública en 1999. El desaparecido litigante fue parte de la defensa de Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, cabeza del cártel de Juárez, muerto por complicaciones médicas dos años antes de la publicación de la obra, cuando se le practicaba una cirugía plástica en un hospital de la ciudad de México.
No todos se sumaron al vergonzante pacto. El asesinato del gobernador de Sinaloa, Rodolfo T. Loaiza, a quien el general Lázaro Cárdenas consideraba uno de sus mejores amigos, se ubica en ese contexto. Desde 1941, el ex presidente había regresado a la función pública como comandante de la recién creada Zona Militar del Pacífico, con el propósito de impedir ataques contra México por parte de los países del Eje –como ocurrió ese mismo año en Pearl Harbor--, pero también para evitar que los estadounidenses siguieran presionando con la instalación de bases militares en territorio nacional para la defensa conjunta. El presidente Ávila Camacho sabía que una encomienda como esa sólo podría desempeñarla un personaje como el expropiador del petróleo, que concitaba respeto y admiración dentro y fuera del país.
El divisionario de Jiquilpan se convertiría después en secretario de Guerra y Marina en sustitución del general Pablo Macías Valenzuela, electo a su vez gobernador de Sinaloa. Llevaba éste poco tiempo en el cargo cuando Cárdenas le instauró el Consejo de Guerra por el asesinato de Loaiza, acusación de las que salió libre con la protección de Miguel Alemán, como quedó asentado ayer en este mismo espacio. Pero ya para entonces, la utilización creciente de grandes extensiones de terrenos para la siembra de amapola, había cambiado por completo el presente y futuro del país. La planta, de la cual se extrae opio y sus derivados, empezó a ser cultivada indiscriminadamente en Sinaloa, lo mismo por ejidatarios que por grandes terratenientes. La producción de la adormidera permitió la sobrevivencia de miles de harapientos campesinos, pero también generó nuevas y espectaculares fortunas.
¿Con qué cara, hoy, los gringos proponen el Plan Mérida para apuntalar la fracasada guerra contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón? Es un hecho histórico: el pacto secreto entre ambos gobiernos, en la década de los 40 del siglo XX, da origen a la industria masiva de las drogas que hoy padecemos. Y, desde luego, es también el inicio de la violencia criminal que asuela actualmente a México y que día a día destruye al Estado nacional.
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