El milagro de Calderón

Armando Sepúlveda Ibarra

Ahora que el país zozobra como barco sin capitán ni brújula, el mexicano ya sabe quién significaba en realidad ”un peligro para México” hace tres años, cuando el atraco electoral impuso a Calderón y su séquito de ineptos en la Presidencia de la República.

Corto de ideas, de visión y de sensibilidad, el gobierno de Calderón vive hoy atrapado en la desesperada esperanza de que aparezca, como por arte de magia, un milagro que enderece el torcido camino por donde su impericia y la del Catarrito Carstens conducen a México a su peor ruina económica, con el peligro de que el descontento social desborde la paciencia.

Quien ofreciera ser el presidente del empleo como bandera ansiosa de votos ha tejido, con su innata incapacidad, un horizonte laboral de miedo para los trabajadores y otro de incertidumbre para las empresas. La aciaga estadística pone al desnudo al calderonismo: este año ochocientas mil personas perderán su empleo y el producto interno bruto se desplomará en siete por ciento.

A estas alturas de la descomunal crisis que amenaza con zarandear la frágil estabilidad social, nadie del gobierno, ni aun Calderón y menos el despistado Catarrito Carstens, sabe cómo enfrentarla mientras los mortales vemos al país desbarrancarse ante la estupefacta invalidez mental de los gobernantes, incluyendo ( por supuesto) a los diputados y senadores que poco o nada hacen por remediar los dislates del panismo vuelto gobierno por la gracia y con la tutela de los grupos de poder económico.

Muchos países con menos recursos que México pero con más talento y sentido común entre sus gobernantes, comienzan a salir de la debacle económica con recetas simples que a los nuestros, con todo y sus pomposos y cacareados títulos académicos obtenidos en el extranjero, jamás han imaginado. Ni por asomo se les ha ocurrido, por ejemplo, reactivar el empleo y la economía interna con obra pública, como salvavidas.

¿Qué esperan para despertar?

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