El magonismo revisitado

Manuel Aguilar Mora

Prólogo a la tercera edición del libro de Alfonso Torúa Cienfuegos, "El Magonismo en Sonora (1906-1908). Historia de una persecución". Universidad de Sonora, en prensa.


La doble celebración del 2010, el bicentenario del inicio de la independencia y el centenario del estallido de la Revolución, es una justificación bienvenida para reflexionar sobre estos dos hitos históricos fundamentales de México como nación, en un momento político en el cual la estrecha relación y la vigencia de tal reflexión con la agenda de las luchas populares de la primera década del siglo XXI, no podían ser más evidentes.

En el enfoque de la Revolución mexicana las interpretaciones del movimiento más radical que intervino en su gestación y desarrollo, a saber, el magonismo, serán de las más importantes como lecciones para los tiempos que corren. Muchas incógnitas serán despejadas y otros tantos equívocos corregidos sobre la historia de esta corriente, iniciada como continuación del liberalismo juarista del siglo XIX y que desembocó en el siglo XX como afluente anarquista del internacionalismo que marcó al movimiento revolucionario y libertario del proletariado durante el periodo inmediatamente anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial.

De hecho el interés sobre el magonismo experimentó un renacimiento sustancial a partir del levantamiento del Ejèrcito Zapatista de Liberación Nacional en 1994. El neozapatismo no podía sino promover el deseo de ir hacia los orígenes y en el origen de la rebelión de Emiliano Zapata hay elementos esenciales que la vinculan directamente con el programa y la experiencia magonista. Se redobló el interés por este movimiento, un interés, por otra parte, que estuvo siempre latente en los sectores de las vanguardias revolucionarias de todo el siglo XX.
El acervo de publicaciones, estudios e investigaciones sobre su historia e importancia política creció notablemente durante los últimos tres lustros y a los textos de investigación histórica precursores de James Cockcroft y de Armando Bartra se han venido agregando otras investigaciones igualmente importantes que han desbrozado aún más trecho en la comprensión de este movimiento sepultado por la oficial “ideología de la revolución mexicana”. Entre este caudal de textos quisiera destacar los de Javier Torres Parés que profundiza sobre las raíces y la práctica internacionalistas del movimiento y el de Rubén Trejo Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913, que es el más reciente y exhaustivo aporte sobre la significación del magonismo como la primera alternativa comunista y libertaria de masas surgida en la historia de la lucha de clases en México.
El presente libro de Alfonso Torúa Cienfuegos es una contribución destacada a este acervo por sus aportaciones y originalidad que se adentran por caminos de la historia del magonismo poco transitados. Su investigación histórica se nutre de los hallazgos de una búsqueda de historiador riguroso en los archivos y fuentes de una de las regiones clave en donde hundió raíces profundas, el noroeste de México, en particular el estado de Sonora.
La situación geográfica de este estado fronterizo marcó la experiencia magonista. Sonora y Arizona son partes integrantes de una misma región que la frontera divide por razones políticas: dos mundos sociales diferentes directamente se confrontan. Desde su inicio la actividad revolucionaria del Partido Liberal Mexicano (PLM) en Sonora adquirió un sello peculiar pues los revolucionarios cruzaban de un lado a otro la frontera, moviéndose indistintamente en ambos países. Fue la “revolución sin frontera” como Javier Torres Parés tituló su libro de 1990 sobre la lucha magonista.

Hombres como Fernando Palomares y Javier Buitimea, surgen de la tumba histórica en que estaban enterrados. Su amistad con Ricardo Flores Magón, su labor de organizadores de la base popular magonista y su origen étnico, el primero indígena mayo y el segundo indígena yaqui, los hacen personajes impregnados de la sal de la tierra del desierto y las sierras de la región. La historia de sus andanzas, de sus hazañas y debilidades, es una fascinante relación de la militancia abnegada, consciente y ¿por qué no?, heroica que los caracterizó y a tantos otros magonistas como ellos.
Torúa Cienfuegos hace una pormenorizada descripción de la formación de estos militantes, pertenecientes a los oficios más variados: obreros industriales no especializados, carpinteros, fabricantes de artículos de cuero, herreros, pequeños comerciantes, periodistas, maestros de escuela, mineros, obreros de la construcción y profesionistas de la clase media. Esto es, trabajadores que forjaron alianzas con sus colegas estadounidenses con quienes trabajaban en Estados Unidos y cuyos lazos se extendían a México. Mineros de la Western Federation of Miners (WFM), filial de la combativa organización sindical Industrial Workers of the World (IWW) y los militantes del Partido Socialista de California. Así la labor del PLM se desarrolló en la región tanto en Sonora y Chihuahua como en Arizona, Texas y California, siendo estos últimos estados de la Unión americana los territorios de refugio, de preparación logística y propagandística de su acción revolucionaria en México. Esta actividad binacional del magonismo, por tanto, quedó reflejada a su manera en la abundante correspondencia e información que las agencias represivas gubernamentales de ambos lados de la frontera intercambiaban sobre todo lo que llamaban los hechos subversivos de “los revoltosos”, título del libro de Dirk W, Raat sobre los mismos.

La actividad del PLM en Sonora en los años cruciales de 1906-1908, es el tema principal del libro. Es el periodo en que estallaron la huelga de Cananea y la huelga y los motines de Río Blanco en Veracruz. Fueron tres años en los cuales el magonismo decidió convocar a la insurrección armada. El autor detalla con rigor como la huelga minera de Cananea, una de las efemérides magonistas por antonomasia, estalló en forma espontánea y la durísima represión que la siguió, de hecho desbarató el cuidadoso plan de preparación no de una huelga, sino de una insurrección. Muchos de sus líderes fueron encarcelados, otros debieron esconderse (como Palomares) y también muchos de los clubs militantes fueron destruidos.
La represión de los dos gobiernos que se abatió sobre el movimiento en este periodo crucial, inmediato precedente del surgimiento del movimiento antirreleccionista encabezado por Francisco Madero, dejó al PLM en condiciones difíciles para su intervención en el proceso que se desató a partir de 1910. Es de subrayarse el trato tan diferente al sufrido por Flores Magón y sus compañeros, que recibió Madero y su gente por parte de las autoridades de Estados Unidos durante la preparación de la insurrección del 20 de noviembre. No obstante, de sus diezmadas filas por la persecución policíaca, el espíritu y la capacidad combativa de los magonistas que permanecían en pie de lucha se mantenían intactos y no dudaron en participar desde el principio en los combates armados que estallaron en esas fechas. Líderes fundamentales como Praxédis X. Guerrero participaron y cayeron en una de esas batallas en Chihuahua en 1911.

Fue precisamente en esos días convulsivos cuando el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, escrito por Ricardo Flores Magòn, convocó al pueblo de México a realizar una revolución por “Tierra y Libertad”, como parte de una revolución mundial contra el capitalismo. El objetivo del magonismo era convertir a México en un país solidario, en el cual los trabajadores de la ciudad y el campo forjarían una sociedad igualitaria, integrada por comunidades autogobernadas enlazadas en una federación democráticamente constituida. Muy alejadas estaban en verdad de cualquier modelo “democrático burgués” estas metas libertarias. Fue así que el magonismo se convirtió en la primera corriente ideológica y política del proletariado en México que proclamó en su programa la lucha por la independencia de clase y por la revolución de los trabajadores.
José Revueltas en su famoso libro, muy comentado pero como El Quijote poco leído, Un proletariado sin cabeza, dedicó páginas esenciales para la comprensión del magonismo. Para él “era significativo que Flores Magón no sea considerado por los ideólogos democrático-burgueses como una de las figuras representativas de la revolución mexicana y que la historiografía oficial no lo cuente, tampoco, entre sus prohombres. Esta es una distinción que evidentemente honra en alto grado a la vida, a la persona y a la actividad revolucionaria de Ricardo Flores Magón como auténtico precursor proletario de la ideología socialista de nuestro país”. Y más adelante señala la ruptura esencial del magonismo con las demás tendencias revolucionarias: “no trata de introducir en el movimiento demandas de clase antagónicas a la revolución democrática-burguesa, sino que se empeña en señalar, sin eufemismo alguno, donde radica la tarea histórica de la clase obrera: en no permitir que su acción se enajene a la burguesía”. (Cursivas originales). (Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, en Obras Completas, t. 17, tercera edición, Ed. Era, México, 1982, pp.201 passim.)

Consideraba que había que distinguir claramente al doctrinario anarquista que fue Flores Magón, con el ideólogo proletario que también lo fue. Y recordaba y rescataba entusiasmado la vocación internacionalista del líder anarquista, su apuesta sin titubeos por la revolución mundial, saludando el triunfo bolchevique en Rusia de 1917.
El destino de Flores Magón se selló precisamente como consecuencia de esta vocación internacionalista, cuando él y el grupo de dirigentes del PLM más cercano a dichas posiciones, se colocaron en la primera fila del movimiento antibelicista contra la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Fue con motivo de un Manifiesto a los anarquistas del mundo en el que convocaba a oponerse a la guerra que Ricardo fue encarcelado en 1918. En su última prisión, en la cárcel de Leavenworth, Kansas, pasó sus años finales y enfermo y casi ciego, murió en 1922, muchas versiones creen que asesinado por los mismos custodios carcelarios.
Casi cien años después de la hazaña popular de 1910-19 por asaltar el cielo, el ciclo abierto por la Revolución mexicana se ha cerrado y el pueblo mexicano sigue sediento de democracia y justicia. Los caudillos burgueses y pequeño burgueses triunfadores de esas gestas impusieron un régimen de mentira y engaño pero con profundas raíces populistas que neutralizó, veló y reprimió las luchas de las masas trabajadoras cuyo objetivo no era sustituir la vieja oligarquía porfirista por la nueva nomenclatura priista, que en el trayecto fue adquiriendo los rasgos de un neoporfirismo. En el nuevo siglo que se ha abierto, como al principio del siglo XX, se plantean ante el pueblo de México muchos de los mismos problemas de entonces, aunque en una escena nacional y mundial que los ha hecho más complejos.

El derrumbe de la Unión Soviética y con ella del movimiento comunista burocratizado oficial, abrió un periodo de incertidumbre y desilusión ideológica en las perspectivas revolucionarias de los trabajadores y sus aliados. Uno de los resultados más característicos fue una despolitización y una desradicalización de amplios sectores de la vanguardia social y militante. El influjo del anarquismo en eso medios experimentó un renacimiento, en especial una versión de un anarquismo apolítico y antipartidario se hizo muy popular y se contrapuso a las perspectivas socialistas de origen marxista que enfatizan la actividad y organización políticas de los trabajadores claramente definidas y disciplinadas. Estuvieron en boga las concepciones de la “sociedad civil” políticamente neutra, de la “ciudanización” de las acciones democráticas en detrimento de la intervención programática abiertamente clasista y anticapitalista.

La frustrante y nefasta tradición estalinista, tan influyente en amplísimos sectores del movimiento obrero y revolucionario en general durante gran parte del siglo XX, distorsionó el programa revolucionario comunista. La usurpación estalinista impuso concepciones antagónicas a la tradición proletaria internacional formalmente investidas de una supuesta “continuidad marxista-leninista”, pero como hoy se sabe ampliamente “el último combate” de Lenin fue contra Stalin, tal y como lo describió con detalle Moshe Lewin en su certero libro así titulado.

La comparación de la experiencia bolchevique en Rusia antes de 1917 con la de los magonistas, estrictamente paralelas cronológicamente, es ilustrativa en muchos aspectos. Dos empresas organizadas como asaltos revolucionarios a dictaduras poderosas. Dos direcciones en el exilio cuya autoridad firmemente centralizada, por la naturaleza del enemigo, residía en la gran confianza moral de sus seguidores, basada ésta a su vez en la fidelidad de su programa político a los intereses históricos e inmediatos de las masas populares oprimidas y explotadas. Una intransigencia firme y fundamentada contra toda alianza con la burguesía. Y finalmente, aunque de ninguna manera menos importante, una práctica y una concepción internacionalista de la revolución.
Ciertamente, ambas experiencias tuvieron también sus peculiaridades derivadas de las situaciones nacionales específicas. Aunque igualmente feroces, las dictaduras zarista y porfiriana eran muy distintas en otros aspectos y, ante todo, Rusia, a pesar de ser un enorme país atrasado era también una nación imperialista, mientras que México era (y lo sigue siendo) un país dependiente directo del imperialismo de Estados Unidos. Una estructura clasista en el seno de las masas trabajadoras fundamentalmente distinta: un proletariado industrial minoritario pero concentrado en grandes ciudades en Rusia y una pequeña clase obrera esparcida y diluida en el mar campesino en el extenso territorio de México. En estos escenarios se prepararon las condiciones determinantes de las consecuencias diferentes de las dos revoluciones a partir de 1917, siguiendo derroteros por completo peculiares. Pero las experiencias de los bolcheviques en Rusia y los magonistas en México de hace cien años, aunque no son modelos absolutos que se debieran copiar mecánicamente, tienes acervos y lecciones cruciales que son hoy todavía vigentes para la lucha revolucionaria del siglo XXI.

Un estudio objetivo nos permitiría comprender y aprender de una comparación de ambas experiencias. Una postura fundamentalista y dogmática que sólo buscara una confrontación absoluta entre el magonismo y el bolchevismo (en especial su versión leninista hegemónica) sería estéril y no contribuiría en nada al debate sobre las nuevas alternativas que hoy se da, no sólo en México sino en el mundo entero, ante la crisis mundial del capitalismo senil que se profundiza con su cauda mortífera de plagas y desastres.

El libro que Alfonso Torúa Cienfuegos ha escrito sobre el magonismo en Sonora contribuye a ese estudio necesario para alimentar la imaginación creadora y la capacidad de innovación del pueblo de México y sus vanguardias que son tan necesarias para enfrentar los retos de la época actual. En la experiencia y en el acervo de Ricardo Flores Magón y sus camaradas hay ejemplos perennes de esta capacidad creadora e imaginación política revolucionaria que tienen todavía mucho que decirnos y enseñarnos.

Hermosillo, Sonora, 2009.

* Manuel Aguilar Mora: Intelectual marxista, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Autor de numerosos estudios sobre el bonapartismo, el Estado, y la izquierda en México.

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