Francisco Rodríguez
¿Qué quiere la tropa? ¡Un poco de farlopa!
Anónimo
EL EJÉRCITO MEXICANO puede alcanzar pronto su nivel de saturación por la desesperación del ocupante de Los Pinos, quien trata de frenar su debacle; la dizque guerra contra el narcotráfico le significará a los militares altos costos en todos los sentidos. Así, no pasará mucho tiempo antes de que las presiones para juzgar abusos castrenses en tribunales civiles rebasen y se sumen al costo político cargado a la milicia en torno a temas muy antiguos, cuales el dos de octubre y la guerra sucia.
Al parecer, por normatividad, los soldados mexicanos participan en operativos hasta por 40 días, con sólo cuatro días de reposo y descanso. Este procedimiento resulta acorde con la experiencia y sugerencias comprobadas en la vida real. En el libro Maneuver warfare, an antology, compilado por Richard D. Hooker (Ed. Presidio, 1993, p. 145), se lee: “El estudio sobre la Segunda Guerra Mundial de Swank y Marchand determinó que después de 60 días de combate continuo, el 98% de soldados supervivientes se transformarían en bajas siquiátricas de un tipo u otro (el 2% restante, aptos para tolerar el combate permanente, tuvieron como característica común una predisposición a personalidades sicópatas agresivas)”.
Esos rangos de sanidad militar permiten estimar el nivel de actuación aconsejable de las unidades castrenses involucradas en la guerra en Michoacán. Un trabajo de Inteligencia permite identificar que ahí participan los Batallones 12 (sede en Morelia), el 62 (sede en Zamora), y el 40 (sede Ciudad Altamirano, Guerrero), provenientes de la 21 zona militar. En junio, el batallón 40 actuaba en Coyuca de Catalán, Guerrero. El 7 de julio, el 40 batallón apoyó en Zirándaro al batallón 12 en un enfrentamiento con narcotraficantes, según informaba el diario La Jornada.
Previamente, el 12 batallón participó en la ubicación de narcolaboratorios en Tocumbo, en los límites de Michoacán y Jalisco, de acuerdo a Reforma, el 11 de agosto.
Item mas, el ejército está echando mano también de refuerzos civiles, reclutados por el Servicio Militar Nacional. Una foto de Mónica González en Milenio del 2 de agosto muestra a un recluta, en ropa de fajina, armado con un fusil G-3, de regreso desde un operativo de erradicación de droga en Michoacán. Sobre ese tema, Reforma indica que 310 conscriptos destruyeron casi 20 hectáreas de enervantes. La Jornada añade que los conscriptos se reclutaron bajo la promesa de un pago de 21 mil pesos, por un periodo de dos meses de entrenamiento y un mes en la sierra, aunque después el pago se redujo a la mitad. Es de suponerse que los civiles no cuentan con seguridad social, ni seguros de vida.
Desde la ciudad de México se han debido reforzar los operativos en la zona, por la complejidad creciente del conflicto. Un reporte de Benito Jiménez, en Reforma del 14 de agosto, informa que la brigada de paracaidistas, conformada por tres batallones, y un grupo de ingenieros de combate, en total dos mil soldados por los dos destacamentos, arribaron al Triángulo de Oro, donde se descubrieron narcolaboratorios de El Chapo Guzmán.
En este clima de creciente descomposición acelerada, resulta relativamente sencillo descubrir los débiles intentos gubernamentales de revertir propagandísticamente su debacle. Por ejemplo, según la revista Expansión del 17 de agosto, para el Banco de México, “la inseguridad ya no es un factor a la hora de hacer (sic) negocios en el país”, aunque en la página 54, la revista reproduce un artículo de Rodrigo Gallegos Toussaint, director en el IMCO (Instituto Mexicano de la Competitividad), quien escribe precisamente sobre los costos de la inseguridad para las empresas en el país, y concluye que la solución al problema es que México “¡se incorpore como miembro permanente a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)!”
De vuelta a las mentiras oficiales, cabecea Expansión su editorial “Sorpréndase: el clima de negocios en 2010 estará mejor de lo que muchos creen”. Pero disfrazan esta mala fabricación en una encuesta sesgada, a la que respondieron el 40% de aquellos a quienes preguntaron, lo cual no es representativo del sentir empresarial, de ningún modo.
A qué grado de irritación y desconfianza oligárquico hacia el “gobierno” de Calderón se ha llegado, que hasta aquellos quienes se constituyen en voceros intelectuales del sistema ya critican de manera abierta su fracasada administración. Es decir, sus propios aliados ideológicos dictaminan el fin del calderonato.
En Excélsior del 14 de agosto, Francisco Martín Moreno sugiere: “Calderón debería convocar en 2010 a unas nuevas elecciones federales para renovar el ejecutivo federal”.
Por su parte, Jaime Sánchez Susarrey, cuyas cartas credenciales lo identifican como un enemigo a muerte de El Peje, escribe en Reforma del 1 de agosto que “para efectos reales, el sexenio de Felipe Calderón ya terminó. Para el país serán otros tres años perdidos”. Y sobre la crisis de seguridad pública, remata Sánchez “el resultado está siendo ya catastrófico”
Un muy recomendable artículo de Jesús Silva Herzog, también en Reforma (pero del 10 de agosto) empieza así: “El gobierno de Felipe Calderón es un muerto al que habrá que enterrar dentro de tres años. Empieza a oler mal pero no hay más remedio que convivir con él”, para concluir que “necesitados de un liderazgo enérgico y una administración eficaz, estamos forzados a padecer la nulidad de un cartucho quemado”, calificando obviamente así a Calderón.
Cierra el trío Federico Reyes Heroles, otro apologista del régimen, quien dedica su contribución editorial en Reforma del 18 de agosto a la conveniencia de normar constitucionalmente el proceso de nombramiento de presidente sustituto, dado que el mandatario viaja mucho en avión y bueno, pues, también ocurre la guerra contra el crimen, no vaya a ser el diablo, entonces…
El colofón lo puede aportar algún funcionario de nivel, digamos de la embajada gringa en el país. “La ola de violencia que se vive en México no es una señal de éxito en el combate al crimen organizado y el narcotráfico, aunque sí es una respuesta de los capos al ataque frontal en su contra en esta administración”, declara John Freeley, ministro consejero de EU en México, de acuerdo con la nota de Silvia Otero, en El Universal, el 20 de agosto.
Valga este recuento puntual elaborado por don Emilio Treviño para entender el vértigo de violencia creciente que Felipe Calderón ha traído a México.
Parafraseando a Hitler, Calderón bien podría creer que “los mexicanos que no desean luchar, no merecen vivir”.
Índice Flamígero: Que un grupo de especialistas presumiblemente comandados por Billy Graham da asesoría en Los Pinos. Como la que en su momento y ante los mayores problemas recibió George W. Bush.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
¿Qué quiere la tropa? ¡Un poco de farlopa!
Anónimo
EL EJÉRCITO MEXICANO puede alcanzar pronto su nivel de saturación por la desesperación del ocupante de Los Pinos, quien trata de frenar su debacle; la dizque guerra contra el narcotráfico le significará a los militares altos costos en todos los sentidos. Así, no pasará mucho tiempo antes de que las presiones para juzgar abusos castrenses en tribunales civiles rebasen y se sumen al costo político cargado a la milicia en torno a temas muy antiguos, cuales el dos de octubre y la guerra sucia.
Al parecer, por normatividad, los soldados mexicanos participan en operativos hasta por 40 días, con sólo cuatro días de reposo y descanso. Este procedimiento resulta acorde con la experiencia y sugerencias comprobadas en la vida real. En el libro Maneuver warfare, an antology, compilado por Richard D. Hooker (Ed. Presidio, 1993, p. 145), se lee: “El estudio sobre la Segunda Guerra Mundial de Swank y Marchand determinó que después de 60 días de combate continuo, el 98% de soldados supervivientes se transformarían en bajas siquiátricas de un tipo u otro (el 2% restante, aptos para tolerar el combate permanente, tuvieron como característica común una predisposición a personalidades sicópatas agresivas)”.
Esos rangos de sanidad militar permiten estimar el nivel de actuación aconsejable de las unidades castrenses involucradas en la guerra en Michoacán. Un trabajo de Inteligencia permite identificar que ahí participan los Batallones 12 (sede en Morelia), el 62 (sede en Zamora), y el 40 (sede Ciudad Altamirano, Guerrero), provenientes de la 21 zona militar. En junio, el batallón 40 actuaba en Coyuca de Catalán, Guerrero. El 7 de julio, el 40 batallón apoyó en Zirándaro al batallón 12 en un enfrentamiento con narcotraficantes, según informaba el diario La Jornada.
Previamente, el 12 batallón participó en la ubicación de narcolaboratorios en Tocumbo, en los límites de Michoacán y Jalisco, de acuerdo a Reforma, el 11 de agosto.
Item mas, el ejército está echando mano también de refuerzos civiles, reclutados por el Servicio Militar Nacional. Una foto de Mónica González en Milenio del 2 de agosto muestra a un recluta, en ropa de fajina, armado con un fusil G-3, de regreso desde un operativo de erradicación de droga en Michoacán. Sobre ese tema, Reforma indica que 310 conscriptos destruyeron casi 20 hectáreas de enervantes. La Jornada añade que los conscriptos se reclutaron bajo la promesa de un pago de 21 mil pesos, por un periodo de dos meses de entrenamiento y un mes en la sierra, aunque después el pago se redujo a la mitad. Es de suponerse que los civiles no cuentan con seguridad social, ni seguros de vida.
Desde la ciudad de México se han debido reforzar los operativos en la zona, por la complejidad creciente del conflicto. Un reporte de Benito Jiménez, en Reforma del 14 de agosto, informa que la brigada de paracaidistas, conformada por tres batallones, y un grupo de ingenieros de combate, en total dos mil soldados por los dos destacamentos, arribaron al Triángulo de Oro, donde se descubrieron narcolaboratorios de El Chapo Guzmán.
En este clima de creciente descomposición acelerada, resulta relativamente sencillo descubrir los débiles intentos gubernamentales de revertir propagandísticamente su debacle. Por ejemplo, según la revista Expansión del 17 de agosto, para el Banco de México, “la inseguridad ya no es un factor a la hora de hacer (sic) negocios en el país”, aunque en la página 54, la revista reproduce un artículo de Rodrigo Gallegos Toussaint, director en el IMCO (Instituto Mexicano de la Competitividad), quien escribe precisamente sobre los costos de la inseguridad para las empresas en el país, y concluye que la solución al problema es que México “¡se incorpore como miembro permanente a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)!”
De vuelta a las mentiras oficiales, cabecea Expansión su editorial “Sorpréndase: el clima de negocios en 2010 estará mejor de lo que muchos creen”. Pero disfrazan esta mala fabricación en una encuesta sesgada, a la que respondieron el 40% de aquellos a quienes preguntaron, lo cual no es representativo del sentir empresarial, de ningún modo.
A qué grado de irritación y desconfianza oligárquico hacia el “gobierno” de Calderón se ha llegado, que hasta aquellos quienes se constituyen en voceros intelectuales del sistema ya critican de manera abierta su fracasada administración. Es decir, sus propios aliados ideológicos dictaminan el fin del calderonato.
En Excélsior del 14 de agosto, Francisco Martín Moreno sugiere: “Calderón debería convocar en 2010 a unas nuevas elecciones federales para renovar el ejecutivo federal”.
Por su parte, Jaime Sánchez Susarrey, cuyas cartas credenciales lo identifican como un enemigo a muerte de El Peje, escribe en Reforma del 1 de agosto que “para efectos reales, el sexenio de Felipe Calderón ya terminó. Para el país serán otros tres años perdidos”. Y sobre la crisis de seguridad pública, remata Sánchez “el resultado está siendo ya catastrófico”
Un muy recomendable artículo de Jesús Silva Herzog, también en Reforma (pero del 10 de agosto) empieza así: “El gobierno de Felipe Calderón es un muerto al que habrá que enterrar dentro de tres años. Empieza a oler mal pero no hay más remedio que convivir con él”, para concluir que “necesitados de un liderazgo enérgico y una administración eficaz, estamos forzados a padecer la nulidad de un cartucho quemado”, calificando obviamente así a Calderón.
Cierra el trío Federico Reyes Heroles, otro apologista del régimen, quien dedica su contribución editorial en Reforma del 18 de agosto a la conveniencia de normar constitucionalmente el proceso de nombramiento de presidente sustituto, dado que el mandatario viaja mucho en avión y bueno, pues, también ocurre la guerra contra el crimen, no vaya a ser el diablo, entonces…
El colofón lo puede aportar algún funcionario de nivel, digamos de la embajada gringa en el país. “La ola de violencia que se vive en México no es una señal de éxito en el combate al crimen organizado y el narcotráfico, aunque sí es una respuesta de los capos al ataque frontal en su contra en esta administración”, declara John Freeley, ministro consejero de EU en México, de acuerdo con la nota de Silvia Otero, en El Universal, el 20 de agosto.
Valga este recuento puntual elaborado por don Emilio Treviño para entender el vértigo de violencia creciente que Felipe Calderón ha traído a México.
Parafraseando a Hitler, Calderón bien podría creer que “los mexicanos que no desean luchar, no merecen vivir”.
Índice Flamígero: Que un grupo de especialistas presumiblemente comandados por Billy Graham da asesoría en Los Pinos. Como la que en su momento y ante los mayores problemas recibió George W. Bush.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
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