A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce
• El nuevo thriller de la SHyCP
• Continúa la caída libre…
Hace daño a los buenos, mi estimado, quien perdona a los malos. Volátil principio de semana con el cúmulo de malas noticias que se ciernen sobre el futuro cercano. Los anuncios de los recortes presupuestales advertidos ya por el titular de Hacienda, Agustín Carstens, dibujan que este (des)gobierno terminó por ponerle el listón al significativo desmadre comenzado en la era de Vicente Fox, a quien le cuesta menos trabajo mostrar su frivolidad en temas tan trascendentes como es el económico. El “¿y yo por qué…?” fue superado ahora por la incontinencia astral y su efecto en las crisis globales.
El hecho es que la cuestión económica y las tibias, pobres, insuficientes y mediocres medidas desarrolladas por este (des)gobierno, my friend, han agravado el contexto social de la crisis (que por supuesto vino de fuera) y colocado a Carstens en el peor de los mundos, sobre todo cuando el gasto corriente, los sueldos de funcionarios, ministros, consejeros y demás fina fauna no parecen en la lista para meterle tijera federal.
En la reciente reunión con varios gobernadores de la célebre Conago —a la cual más de un mandatario priista llegó tarde—, a Agustín se le notó con descomunal flojera de recetar, cual disco rayado, el panorama que convirtió al pronosticado como inofensivo “catarrito” en un literal “shock” financiero no visto en los últimos 30 años en pocos meses. Todo un caso para el ilustre funcionario del FMI, quien con 19 gobernadores se mostró soberbio, irritable y, como lo definieron algunos, con monumental hueva de asistir a ooootra reunión más para entregar las pésimas noticias que le aguardan al país.
Y mientras los mandatarios estatales tomaban la palabra, el responsable de las finanzas y el blindaje financiero del barco de gran calado miraba impaciente el reloj. Con esa sugestiva impaciencia y ansiedad que lo acompaña hace semanas y que ya supura por su piel cada vez que mantiene encerronas con legisladores, gobernadores y /o empresarios. Sí, mi estimado, Agustín está hasta la madre y se le nota. No hace esfuerzos por contestar las dudas de nadie y mucho menos de explicar el tamaño y la duración de la tormenta perfecta.
Advierte y amenaza con nuevos impuestos… y haciéndola de emoción, alecciona el thriller de que hasta el 8 de septiembre anunciarán los detalles de la medicina amarga para millones de mexicanos. Evade, simula, esquiva y se rehúsa a hablarle de frente a la nación. Sus declaraciones han oscilado en el péndulo de las inconsistencias e incongruencias. De escenarios de expectativa a un infierno pleno de shocks en tiempo récord.
Es innegable que Agustín refleja una parte del retrato del (emocionado) ánimo de Felipe Calderón. Convertido en el jefe de las finanzas de Los Pinos ha sido incapaz para enfrentar el descomunal reto que esta crisis conlleva. Su relación oscila también en el péndulo… pero del humor presidencial, que parece alterarse cuando está de giras internacionales. Carstens ha estado en el epicentro continuo de confrontación con el titular del Banco de México, Guillermo Ortiz, a quien tiene intenciones de suceder.
La cartera de Hacienda lo tiene agobiado, rebasado, fastidiado, cansado y francamente molesto. Nunca imaginó la magnitud del tsunami financiero y sus peligrosos efectos que, como se ha anotado en este irreverente espacio, arrollarán a varios municipios —donde ya se habla de más de mil—, poniendo en riesgo la viabilidad financiera de algunos estados y peor aún, la mismísima gobernabilidad afectada de manera explosiva por la mal llamada guerra contra el narcotráfico.
El discurso de la realidad en la caída de los ingresos y la inédita reducción en la producción del petróleo en dos años del (des)gobierno de Felipe, junto a una fallida estrategia en combatir a los traviesos, parecieran ser las justificaciones que busca el gymboree (con minúsculas) & the dumb squad para impulsar reformas (o medidas) que bajo la tonadilla oficialista (estás conmigo o en mi contra) paliarán los efectos del mentado shock.
El (des)gobierno federal no tiene buenas intenciones de poner su granito de arena para aliviar la volátil situación. Al contrario. Carstens se encargó de indicarles a los gobernadores que ni le sueñen, serán ellos (léase Los Pinos) quienes dispondrán de los “guardaditos” de dinero federal así que a prepararse para lo peor.
Chingón.
El pequeño detalle, my friend, es que la batalla por la guerra del presupuesto apenas calienta ánimos, perdón, motores…
• El nuevo thriller de la SHyCP
• Continúa la caída libre…
Hace daño a los buenos, mi estimado, quien perdona a los malos. Volátil principio de semana con el cúmulo de malas noticias que se ciernen sobre el futuro cercano. Los anuncios de los recortes presupuestales advertidos ya por el titular de Hacienda, Agustín Carstens, dibujan que este (des)gobierno terminó por ponerle el listón al significativo desmadre comenzado en la era de Vicente Fox, a quien le cuesta menos trabajo mostrar su frivolidad en temas tan trascendentes como es el económico. El “¿y yo por qué…?” fue superado ahora por la incontinencia astral y su efecto en las crisis globales.
El hecho es que la cuestión económica y las tibias, pobres, insuficientes y mediocres medidas desarrolladas por este (des)gobierno, my friend, han agravado el contexto social de la crisis (que por supuesto vino de fuera) y colocado a Carstens en el peor de los mundos, sobre todo cuando el gasto corriente, los sueldos de funcionarios, ministros, consejeros y demás fina fauna no parecen en la lista para meterle tijera federal.
En la reciente reunión con varios gobernadores de la célebre Conago —a la cual más de un mandatario priista llegó tarde—, a Agustín se le notó con descomunal flojera de recetar, cual disco rayado, el panorama que convirtió al pronosticado como inofensivo “catarrito” en un literal “shock” financiero no visto en los últimos 30 años en pocos meses. Todo un caso para el ilustre funcionario del FMI, quien con 19 gobernadores se mostró soberbio, irritable y, como lo definieron algunos, con monumental hueva de asistir a ooootra reunión más para entregar las pésimas noticias que le aguardan al país.
Y mientras los mandatarios estatales tomaban la palabra, el responsable de las finanzas y el blindaje financiero del barco de gran calado miraba impaciente el reloj. Con esa sugestiva impaciencia y ansiedad que lo acompaña hace semanas y que ya supura por su piel cada vez que mantiene encerronas con legisladores, gobernadores y /o empresarios. Sí, mi estimado, Agustín está hasta la madre y se le nota. No hace esfuerzos por contestar las dudas de nadie y mucho menos de explicar el tamaño y la duración de la tormenta perfecta.
Advierte y amenaza con nuevos impuestos… y haciéndola de emoción, alecciona el thriller de que hasta el 8 de septiembre anunciarán los detalles de la medicina amarga para millones de mexicanos. Evade, simula, esquiva y se rehúsa a hablarle de frente a la nación. Sus declaraciones han oscilado en el péndulo de las inconsistencias e incongruencias. De escenarios de expectativa a un infierno pleno de shocks en tiempo récord.
Es innegable que Agustín refleja una parte del retrato del (emocionado) ánimo de Felipe Calderón. Convertido en el jefe de las finanzas de Los Pinos ha sido incapaz para enfrentar el descomunal reto que esta crisis conlleva. Su relación oscila también en el péndulo… pero del humor presidencial, que parece alterarse cuando está de giras internacionales. Carstens ha estado en el epicentro continuo de confrontación con el titular del Banco de México, Guillermo Ortiz, a quien tiene intenciones de suceder.
La cartera de Hacienda lo tiene agobiado, rebasado, fastidiado, cansado y francamente molesto. Nunca imaginó la magnitud del tsunami financiero y sus peligrosos efectos que, como se ha anotado en este irreverente espacio, arrollarán a varios municipios —donde ya se habla de más de mil—, poniendo en riesgo la viabilidad financiera de algunos estados y peor aún, la mismísima gobernabilidad afectada de manera explosiva por la mal llamada guerra contra el narcotráfico.
El discurso de la realidad en la caída de los ingresos y la inédita reducción en la producción del petróleo en dos años del (des)gobierno de Felipe, junto a una fallida estrategia en combatir a los traviesos, parecieran ser las justificaciones que busca el gymboree (con minúsculas) & the dumb squad para impulsar reformas (o medidas) que bajo la tonadilla oficialista (estás conmigo o en mi contra) paliarán los efectos del mentado shock.
El (des)gobierno federal no tiene buenas intenciones de poner su granito de arena para aliviar la volátil situación. Al contrario. Carstens se encargó de indicarles a los gobernadores que ni le sueñen, serán ellos (léase Los Pinos) quienes dispondrán de los “guardaditos” de dinero federal así que a prepararse para lo peor.
Chingón.
El pequeño detalle, my friend, es que la batalla por la guerra del presupuesto apenas calienta ánimos, perdón, motores…
Comentarios