Por Gerardo Puertas Gómez
Felipe Calderón tiene ante sí una oportunidad. Se trata de una oportunidad más que la realidad política mexicana le está ofreciendo y que, por desgracia, bien puede ser la última.
El Primer Mandatario inicia, simbólicamente, la segunda mitad de su periodo al frente de la administración pública.
El Congreso de la Unión, con su integración derivada de las elecciones de julio pasado, está a punto de abrir su primer periodo de sesiones.
La ocasión es por demás propicia para que el gobernante pueda reflexionar a fondo sobre su desempeño y esté en condiciones de corregir el rumbo de la nave nacional.
¿Estará dispuesto el titular del Poder Ejecutivo federal a llevar cabo semejante ejercicio de análisis y prospectiva acerca del futuro del Estado? No lo sé. Pero no lo creo.
Esas ideas pasan por mi mente mientras leo en las páginas de EL NORTE las noticias relativas a los saqueos de chatarra de acero de los que son víctima los trenes de carga que cruzan por la ciudad.
¿Cómo es que llego a conectar en mis pensamientos dos temas que se antojan tan distintos? Explico.
Calderón arribó al poder en medio de una crisis política de inusitadas dimensiones. Lo menos que puede decirse es que tomó posesión de la Presidencia sin contar con el respaldo electoral de más de la mayoría de los sufragantes y teniendo delante de él la oposición beligerante del candidato, de la dirigencia y de la militancia partidaria de la izquierda.
Yo creí que, ante semejante escenario, el Mandatario sabría leer el mensaje contundente de las urnas: la pobreza y la desigualdad que más de la mitad de la población de México padecen son asuntos centrales que requieren de la más urgente, más amplia y más profunda atención del Gobierno federal.
Pero me equivoqué de manera rotunda. Porque, infortunadamente, la Administración que encabeza el político albiazul, en un acto de manifiesta ceguera o de franco egoísmo, cerró los ojos ante semejante evidencia.
Y aquí estamos, a poco más de tres años de aquellos comicios y a poco menos de tres años de las próximas elecciones, con niveles de carencia y de contraste que, según las cifras oficiales, son aún más pronunciados.
El sentido del voto del verano pasado debiera ser, de nueva cuenta, imposible de pasar por alto para quien está al frente de los destinos nacionales. El PAN -y la administración pública confiada a miembros de dicha agrupación- perdió el respaldo de muchas personas.
Y, sin embargo, a la fecha, el Presidente no ha dado aún signos de haber aprendido la lección.
¿Una vez más cerrará los ojos y los oídos el Primer Mandatario para no ver ni escuchar lo que le dicen amplios contingentes ciudadanos? Espero, por el bien de México, que ahora tome otro camino.
Es hora de que Calderón entienda. Es hora de que las mujeres y los hombres de los poderes públicos y privados de nuestro país lo comprendan. Y es hora, desde luego, de que usted y yo lo asimilemos.
Estamos, todas y todos, delante de una nueva oportunidad que bien puede ser la postrera. El tiempo apremia.
Mucho es lo que han padecido quienes menos saben, menos pueden y menos tienen, durante amplios periodos.
Mucha es la paciencia que los iletrados, los débiles y los pobres han tenido a lo largo de las generaciones.
La situación es, además de injusta, cada vez más insostenible. La única alternativa aceptable y sustentable es enrumbar a la Patria hacia un desarrollo participativo y equilibrado, a través de políticas públicas de alto contenido social.
Felipe Calderón, usted y yo tenemos una oportunidad más para pensar y para actuar. Los asaltos a trenes son, entre otras cosas, un producto de la marginación. Debemos colocar a México en ruta a una sociedad justa. Todo lo demás es, para un paciente delicado como es la Nación, una aspirina.
Perfil del Autor: Profesor y Presidente del Consejo Directivo de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey. Autor de ensayos jurídicos y colecciones de poesía. Licenciado en Derecho (UdeM); Maestro en Derecho (Harvard); Programas de Creación Literaria (Harvard y Yale). Fue Director de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey, Coordinador de Derecho de la UdeM, Consejero del IFE, Investigador del Tribunal Electoral y de las Universidades de Harvard, Michigan y Yale.
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