Hace 40 años el PRI les dio los permisos para vender, pero ahora ponen en evidencia la incapacidad del STC para controlarlos. Su actividad no es un delito aunque sí una falta administrativa; 15 organizaciones hacen de este transporte su feudo y botín político
SARA PANTOJA Y JOHANA ROBLES / El Universal
Su poder nació con el Metro de la ciudad de México hace 40 años. Hoy, su número y su capacidad de organización rebasan a cualquier autoridad del Distrito Federal.
El mercado que representan los 4.5 millones de pasajeros que viajan al día en los trenes les garantiza su existencia. Ellos son los vagoneros, los amos del Metro capitalino.
Están organizados en 15 asociaciones con 2 mil 868 afiliados, de acuerdo con datos del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC), aunque las cifras extraoficiales indican que en realidad hay una cantidad tres veces superior. Por eso, los vagoneros pululan en las 175 estaciones de las 11 líneas de toda la red que tiene el STC en la ciudad.
Su actividad no es un delito, pero sí una falta administrativa marcada en el reglamento de las leyes de Transporte y de Cultura Cívica del DF.
Aún así, venden toda clase de mercancía, aunque lo que abunda son los discos pirata y clonaciones de DVD que prometen decenas de canciones o videos por 10 pesos. El Metro se ha convertido en el mercado de la ilegalidad.
Los millones de pasajeros representan un “jugoso” negocio para vender dulces, cacahuates, chicles, paletas y otros comestibles que en ocasiones están caducos. También se ofertan lámparas, cortaúñas, plumas, llaveros, agendas, libros y otros artículos chinos y de dudosa procedencia.
Defienden su espacio
Líderes de algunos grupos de vagoneros confiesan que la repartición y dominio de las líneas del Metro se las han ganado “a putazos” y que las defienden “hasta con sangre”.
Tan es así, que los mismos vendedores son sus propios vigilantes y no permiten que nadie ajeno a la organización ponga un pie dentro de los trenes. Cualquiera que lo intente es amenazado y acusado con el personal de Seguridad Institucional del Metro para que los remita al Juzgado Cívico.
Así le pasó al hijo de Tita Jacinto, quien quiso vender unas plumas que trajo de Estados Unidos en los vagones de la línea 2. Los comerciantes lo acusaron porque no era de su grupo y los empleados del Metro lo intentaron extorsionar. Al final, lo dejaron ir.
Tan dueños son del Metro que tienen su propio código de comunicación: silbidos, señas a través de las ventanas y en las puertas antes de cerrar, miradas y movimientos con las manos son la clave para distribuirse y avisarse si hay operativo a la vista.
El Cuino, vendedor conocido de las líneas A y 2, detalló la estrategia: “Te formas hasta el principio del andén y esperas tu turno para subir al vagón. Cuando el compañero que va antes se baja, entonces ya empiezas tú”. Aunque son informales, se respetan entre ellos. Nadie se “pisa” la voz, no se interrumpen, al contrario, se ayudan. Todos se conocen entre ellos, de apodos, caras y nombres, entre los vigilantes y policías auxiliares.
Aunque no checan tarjeta, también tienen horarios de trabajo. “No se puede vender en hora pico. Nos movemos cuando no está lleno el vagón”, agregó Luis Díaz, líder en la línea A.
Las cuotas
Un viaje en el Metro cuesta dos pesos, pero entrar a una organización de vagoneros alcanza hasta los 4 mil pesos, dependiendo de la línea anhelada.
Una joven de pupilentes cafés pagó esa cantidad a un líder “por derecho de admisión” hace tres meses para ofertar sus productos en la línea 2 (Tasqueña-Cuatro Caminos).
“Está cabrón entrar porque aquí en la línea 2 ya estamos muy contados. Es una de las líneas más cotizadas, pero hay otras más baratas como la 3 (Indios Verdes-Universidad), ahí te cobran como 600 varos por entrar”, dice. Pero no es el único pago.
Cada semana los vagoneros deben cubrir con los líderes de las organizaciones cuotas que pueden ir de los 30 a los 200 pesos, según la línea en la que trabajen. Aparte, deben invertir en mercancía, la cual adquieren en el llamado barrio bravo de Tepito, cuando se trata de música y videos pirata, o en La Merced, cuando venden dulces.
Además, deben comprar sus bocinas portátiles que ya encuentran adaptadas en mochilas que venden locales de la calle República de El Salvador, en pleno Centro Histórico. Las ganancias varían. “Hay veces que si tienes suerte, en 10 minutos vendiste 200 pesos. Pero hay veces que das vueltas y vueltas y no vendes ni un solo disco”, indica El Cuino.
Estimaciones del gerente de Seguridad Institucional del STC, Luis Enrique Villatoro, indican que “un vagonero gana entre 250 y 300 pesos al día... En un trabajo normal ganarían el mínimo trabajando ocho horas, pero en el comercio informal ganan cuatro veces más en la mitad del tiempo”.
El ser “vagonero”
La mayoría son jóvenes, aunque hay de todas las edades, incluyendo mujeres, niños y ancianos.
Es fácil identificarlos: pantalones de mezclilla ajustados y a la cadera para ellas. Los varones los llevan holgados o usan bermudas, tenis anchos y camisetas que dejan ver sus tatuajes; no falla el gel en exceso para su cabello teñido y peinado en punta.
Información del gobierno capitalino revela que 60% de los vagoneros del Metro viven en el estado de México. Luis Díaz, líder de la línea A, comentó que muchos viven en Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, San Vicente Chicoloapan, Los Reyes La Paz, Texcoco, Chalco, Coacalco e incluso hasta Toluca, la capital mexiquense.
“Desgraciadamente, ahí llega de todo: drogadictos, carteristas. No nos espantamos, pero tenemos que cuidar la línea como si fuera nuestra fábrica, porque de ahí depende nuestra existencia”, expresó.
No obstante, dijo, tienen sus propias reglas como ir aseados, sin aliento alcohólico y no andar con las bocinas sonando en los andenes.
“Hay quienes van a la escuela y lo necesitan; hay quienes vienen a echar desmadre. Hay gente de lo más bajo de la sociedad, que no tiene casa ni comida y que está en las drogas, pero también hay profesionistas desempleados. A todos ayudamos”.
Incapacidad y corrupción
Pero, ¿por qué el gobierno del Distrito Federal no ha podido con los vagoneros? Fernando Espino, secretario del Sindicato de Trabajadores del Metro, afirmó que el gobierno capitalino nunca ha aplicado una política para prohibir o desalentar el comercio ambulante dentro de las instalaciones. Por el contrario, agrega, con medidas como la construcción de locales comerciales los alienta a seguir en la ilegalidad. Consideró que la presencia de los vagoneros se explica únicamente “porque son clientela política”.
Para muestra un botón. Luis Díaz reveló que sus agremiados participaron en la precampaña de Clara Brugada para la candidatura a jefa delegacional en Iztapalapa. “Andamos echándoles porras, volanteando; ya aprendimos a hacer política, sabemos invitar a la gente a votar por ellos”.
Y remarcó: “Somos utilizados como condón. Nos usan, nos quitan, nos amarran y nos avientan a la goma. Ya estamos hasta la madre”.
Javier González Garza, actual diputado y ex director del Sistema de Transporte Colectivo, dijo que los permisos para esta actividad “fueron una dádiva de los priístas cuando se empezó el Metro, entonces se dieron esas concesiones de locales que representan para el Metro inseguridad de todo tipo... y de los formales salieron los informales”.
Sin embargo, para las autoridades del STC, los vagoneros son un problema de economía y consumismo, así como de logística y operación.
Luis Enrique Villatoro, gerente de Seguridad Institucional del STC, explicó que “el problema de fondo es que se ejerce esta actividad comercial porque les falta un empleo formal”.
Además, explicó que los propios pasajeros estimulan su permanencia: “Hay una persona que se ofende, pero al lado hay otra que le compra, que tolera el ruido y que lo estimula”.
Por su parte, Francisco Bojórquez, director general del SCT, reconoció que “es un problema de logística, de incapacidad y de pérdida de fuerza para vigilar dentro del Metro”.
En el Sistema de Transporte Colectivo operan 3 mil policías de diferentes corporaciones. Sin embargo, para Bojórquez, no son suficientes para vigilar a estos vendedores, ya que el sistema tiene otras prioridades, como detener a los delincuentes y a los abusadores sexuales. Según las autoridades del Metro, diariamente se ordenan operativos en los que en promedio se remiten de 250 a 300 vendedores al Juzgado Cívico donde deben pagar una multa de al menos 55 pesos.
No obstante, David Arévalo, presidente del Frente Nacional de Comercio Informal y ex vagonero, denunció que en algunos juzgados cívicos a los comerciantes reincidentes les cobran de 250 a 300 pesos la multa para evitar el arresto por 13 horas, en el Centro de Sanciones Administrativas, mejor conocido como El Torito.
Apenas el jueves 2 de julio EL UNIVERSAL presenció la detención de un grupo de vagoneros en la estación Chabacano, que conecta las líneas 2, 8 y 9. Con sus chalecos antibalas y sus toletes, 11 policías auxiliares rodearon a los jóvenes y, sin violencia, los trasladaron al Juzgado Cívico Cuauhtémoc 8.
Pero los operativos resultan un juego vicioso pues los vagoneros saben que al pagar su multa pueden regresar a trabajar. Y la escena se repite todos los días, por eso, entre ellos y los policías se conocen y se saludan todos los días.
Un padre de familia que vende dulces desde hace seis años en los vagones cuestionó: “supuestamente están para sacar rateros, viciosos y mariguanos, pero con nosotros quieren sacar su trabajo. Imagínese el día que no haiga (sic) vagoneros, ¿de qué van a comer?”.
SARA PANTOJA Y JOHANA ROBLES / El Universal
Su poder nació con el Metro de la ciudad de México hace 40 años. Hoy, su número y su capacidad de organización rebasan a cualquier autoridad del Distrito Federal.
El mercado que representan los 4.5 millones de pasajeros que viajan al día en los trenes les garantiza su existencia. Ellos son los vagoneros, los amos del Metro capitalino.
Están organizados en 15 asociaciones con 2 mil 868 afiliados, de acuerdo con datos del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC), aunque las cifras extraoficiales indican que en realidad hay una cantidad tres veces superior. Por eso, los vagoneros pululan en las 175 estaciones de las 11 líneas de toda la red que tiene el STC en la ciudad.
Su actividad no es un delito, pero sí una falta administrativa marcada en el reglamento de las leyes de Transporte y de Cultura Cívica del DF.
Aún así, venden toda clase de mercancía, aunque lo que abunda son los discos pirata y clonaciones de DVD que prometen decenas de canciones o videos por 10 pesos. El Metro se ha convertido en el mercado de la ilegalidad.
Los millones de pasajeros representan un “jugoso” negocio para vender dulces, cacahuates, chicles, paletas y otros comestibles que en ocasiones están caducos. También se ofertan lámparas, cortaúñas, plumas, llaveros, agendas, libros y otros artículos chinos y de dudosa procedencia.
Defienden su espacio
Líderes de algunos grupos de vagoneros confiesan que la repartición y dominio de las líneas del Metro se las han ganado “a putazos” y que las defienden “hasta con sangre”.
Tan es así, que los mismos vendedores son sus propios vigilantes y no permiten que nadie ajeno a la organización ponga un pie dentro de los trenes. Cualquiera que lo intente es amenazado y acusado con el personal de Seguridad Institucional del Metro para que los remita al Juzgado Cívico.
Así le pasó al hijo de Tita Jacinto, quien quiso vender unas plumas que trajo de Estados Unidos en los vagones de la línea 2. Los comerciantes lo acusaron porque no era de su grupo y los empleados del Metro lo intentaron extorsionar. Al final, lo dejaron ir.
Tan dueños son del Metro que tienen su propio código de comunicación: silbidos, señas a través de las ventanas y en las puertas antes de cerrar, miradas y movimientos con las manos son la clave para distribuirse y avisarse si hay operativo a la vista.
El Cuino, vendedor conocido de las líneas A y 2, detalló la estrategia: “Te formas hasta el principio del andén y esperas tu turno para subir al vagón. Cuando el compañero que va antes se baja, entonces ya empiezas tú”. Aunque son informales, se respetan entre ellos. Nadie se “pisa” la voz, no se interrumpen, al contrario, se ayudan. Todos se conocen entre ellos, de apodos, caras y nombres, entre los vigilantes y policías auxiliares.
Aunque no checan tarjeta, también tienen horarios de trabajo. “No se puede vender en hora pico. Nos movemos cuando no está lleno el vagón”, agregó Luis Díaz, líder en la línea A.
Las cuotas
Un viaje en el Metro cuesta dos pesos, pero entrar a una organización de vagoneros alcanza hasta los 4 mil pesos, dependiendo de la línea anhelada.
Una joven de pupilentes cafés pagó esa cantidad a un líder “por derecho de admisión” hace tres meses para ofertar sus productos en la línea 2 (Tasqueña-Cuatro Caminos).
“Está cabrón entrar porque aquí en la línea 2 ya estamos muy contados. Es una de las líneas más cotizadas, pero hay otras más baratas como la 3 (Indios Verdes-Universidad), ahí te cobran como 600 varos por entrar”, dice. Pero no es el único pago.
Cada semana los vagoneros deben cubrir con los líderes de las organizaciones cuotas que pueden ir de los 30 a los 200 pesos, según la línea en la que trabajen. Aparte, deben invertir en mercancía, la cual adquieren en el llamado barrio bravo de Tepito, cuando se trata de música y videos pirata, o en La Merced, cuando venden dulces.
Además, deben comprar sus bocinas portátiles que ya encuentran adaptadas en mochilas que venden locales de la calle República de El Salvador, en pleno Centro Histórico. Las ganancias varían. “Hay veces que si tienes suerte, en 10 minutos vendiste 200 pesos. Pero hay veces que das vueltas y vueltas y no vendes ni un solo disco”, indica El Cuino.
Estimaciones del gerente de Seguridad Institucional del STC, Luis Enrique Villatoro, indican que “un vagonero gana entre 250 y 300 pesos al día... En un trabajo normal ganarían el mínimo trabajando ocho horas, pero en el comercio informal ganan cuatro veces más en la mitad del tiempo”.
El ser “vagonero”
La mayoría son jóvenes, aunque hay de todas las edades, incluyendo mujeres, niños y ancianos.
Es fácil identificarlos: pantalones de mezclilla ajustados y a la cadera para ellas. Los varones los llevan holgados o usan bermudas, tenis anchos y camisetas que dejan ver sus tatuajes; no falla el gel en exceso para su cabello teñido y peinado en punta.
Información del gobierno capitalino revela que 60% de los vagoneros del Metro viven en el estado de México. Luis Díaz, líder de la línea A, comentó que muchos viven en Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, San Vicente Chicoloapan, Los Reyes La Paz, Texcoco, Chalco, Coacalco e incluso hasta Toluca, la capital mexiquense.
“Desgraciadamente, ahí llega de todo: drogadictos, carteristas. No nos espantamos, pero tenemos que cuidar la línea como si fuera nuestra fábrica, porque de ahí depende nuestra existencia”, expresó.
No obstante, dijo, tienen sus propias reglas como ir aseados, sin aliento alcohólico y no andar con las bocinas sonando en los andenes.
“Hay quienes van a la escuela y lo necesitan; hay quienes vienen a echar desmadre. Hay gente de lo más bajo de la sociedad, que no tiene casa ni comida y que está en las drogas, pero también hay profesionistas desempleados. A todos ayudamos”.
Incapacidad y corrupción
Pero, ¿por qué el gobierno del Distrito Federal no ha podido con los vagoneros? Fernando Espino, secretario del Sindicato de Trabajadores del Metro, afirmó que el gobierno capitalino nunca ha aplicado una política para prohibir o desalentar el comercio ambulante dentro de las instalaciones. Por el contrario, agrega, con medidas como la construcción de locales comerciales los alienta a seguir en la ilegalidad. Consideró que la presencia de los vagoneros se explica únicamente “porque son clientela política”.
Para muestra un botón. Luis Díaz reveló que sus agremiados participaron en la precampaña de Clara Brugada para la candidatura a jefa delegacional en Iztapalapa. “Andamos echándoles porras, volanteando; ya aprendimos a hacer política, sabemos invitar a la gente a votar por ellos”.
Y remarcó: “Somos utilizados como condón. Nos usan, nos quitan, nos amarran y nos avientan a la goma. Ya estamos hasta la madre”.
Javier González Garza, actual diputado y ex director del Sistema de Transporte Colectivo, dijo que los permisos para esta actividad “fueron una dádiva de los priístas cuando se empezó el Metro, entonces se dieron esas concesiones de locales que representan para el Metro inseguridad de todo tipo... y de los formales salieron los informales”.
Sin embargo, para las autoridades del STC, los vagoneros son un problema de economía y consumismo, así como de logística y operación.
Luis Enrique Villatoro, gerente de Seguridad Institucional del STC, explicó que “el problema de fondo es que se ejerce esta actividad comercial porque les falta un empleo formal”.
Además, explicó que los propios pasajeros estimulan su permanencia: “Hay una persona que se ofende, pero al lado hay otra que le compra, que tolera el ruido y que lo estimula”.
Por su parte, Francisco Bojórquez, director general del SCT, reconoció que “es un problema de logística, de incapacidad y de pérdida de fuerza para vigilar dentro del Metro”.
En el Sistema de Transporte Colectivo operan 3 mil policías de diferentes corporaciones. Sin embargo, para Bojórquez, no son suficientes para vigilar a estos vendedores, ya que el sistema tiene otras prioridades, como detener a los delincuentes y a los abusadores sexuales. Según las autoridades del Metro, diariamente se ordenan operativos en los que en promedio se remiten de 250 a 300 vendedores al Juzgado Cívico donde deben pagar una multa de al menos 55 pesos.
No obstante, David Arévalo, presidente del Frente Nacional de Comercio Informal y ex vagonero, denunció que en algunos juzgados cívicos a los comerciantes reincidentes les cobran de 250 a 300 pesos la multa para evitar el arresto por 13 horas, en el Centro de Sanciones Administrativas, mejor conocido como El Torito.
Apenas el jueves 2 de julio EL UNIVERSAL presenció la detención de un grupo de vagoneros en la estación Chabacano, que conecta las líneas 2, 8 y 9. Con sus chalecos antibalas y sus toletes, 11 policías auxiliares rodearon a los jóvenes y, sin violencia, los trasladaron al Juzgado Cívico Cuauhtémoc 8.
Pero los operativos resultan un juego vicioso pues los vagoneros saben que al pagar su multa pueden regresar a trabajar. Y la escena se repite todos los días, por eso, entre ellos y los policías se conocen y se saludan todos los días.
Un padre de familia que vende dulces desde hace seis años en los vagones cuestionó: “supuestamente están para sacar rateros, viciosos y mariguanos, pero con nosotros quieren sacar su trabajo. Imagínese el día que no haiga (sic) vagoneros, ¿de qué van a comer?”.
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