Peña y el Verde

Miguel Ángel Granados Chapa / Plaza Pública

A través del dúctil o maleable (eso lo determinará la tecnología de materiales) Jorge Emilio González Martínez, el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, se dio a sí mismo, anteayer, un útil regalo de cumpleaños: tiene ya colocada en la Cámara de Diputados una de las varias piezas de la maquinaria que espera le sirva para promover su candidatura presidencial hacia fines de 2011, cuando concluya su periodo de gobierno en Toluca.

El lunes pasado González Martínez, presidente del Partido Verde, nombró coordinador de su abultado grupo parlamentario a Juan José Guerra Abud, un priista. Además de que esa designación enseña que el estrecho nexo entre el PRI y el partido de la familia González Torres-Martínez es más un contubernio que una coalición electoral o una alianza parlamentaria, ratifica también el vínculo entre el gobernador mexiquense y el duopolio de la televisión, que contará con representación en la próxima legislatura, precisamente al mando de Guerra Abud, hombre de Peña Nieto en San Lázaro.

Ingeniero industrial con maestría en economía, Guerra Abud fue secretario de Desarrollo Económico en el prolongado interinato de César Camacho Quiroz, que reemplazó en julio de 1995 a Emilio Chuayffet, que dejó la gubernatura mexiquense para ser secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo, quien posteriormente lo cesó a causa de la matanza de Acteal en Chiapas para poner a Francisco Labastida, que lo reemplazó en la antesala de la candidatura presidencial. Camacho Quiroz fue, pues, gobernador durante cuatro años, y en su gabinete sirvieron el ahora líder parlamentario verde y el jovencito Enrique Peña Nieto, que se iniciaba en la carrera administrativa como secretario particular. Camacho Quiroz fue activo artífice del designio de hacer de Arturo Montiel, impresentable desde entonces, el siguiente gobernador. Una de las estrategias usadas para lograr ese propósito (que incluyó amenazas a militantes que promovían otras precandidaturas) fue responsabilizar de tareas electorales directas a los miembros de su gobierno. Así, Guerra Abud fue "padrino de sección" en la campaña de Montiel mientras era parte del gabinete de Camacho Quiroz. Durante la contienda presidencial del 2000 aportó 50 mil pesos a la candidatura de Francisco Labastida (Reforma, 21 de julio).

Cuando el PRI perdió la presidencial Guerra Abud se trasladó al sector privado. En agosto de 2001 fue elegido presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones, cargo que desempeñó hasta marzo pasado. Según la revista T21, muy conocida en el ámbito de los autotransportes, se explicó entonces que la salida de Guerra Abud era para sumarse al proyecto de hacer presidente de la República a Peña Nieto. Ahora vemos cuál ha sido la ruta escogida para ese propósito: fue colocado por el Partido Verde a la cabeza de la lista de candidatos de representación proporcional en la quinta circunscripción a que pertenece el estado de México.

En rigor estricto, el líder de los legisladores verdes ni siquiera es uno de ellos todavía. Debe esperar a que el Instituto Federal Electoral, una vez concluida la fase jurisdiccional de la elección -es decir, resueltos los litigios que planteen candidatos y partidos-, haga la asignación de diputados de representación proporcional. De seguro Guerra Abud estará en la lista correspondiente, pero eso se formalizará a fines del mes próximo. Por eso es llamativo el apresuramiento de González Martínez de hacer público su nombramiento. Debe mostrar que cumple sus pactos para poder seguir siendo un confiable negociante de las posibilidades de su partido.

Es del interés del gobernador mexiquense contar con delegados eficaces en la próxima legislatura, sobre todo ante la eventualidad (que permanece abierta) de que Beatriz Paredes asuma la dirección del grupo priista. Como inevitables rivales en el largo periodo preelectoral, la ahora lideresa nacional del PRI y Peña Nieto harán de San Lázaro un espacio de lucha política. (También lo hará el tercer participante priista en los lances internos del proceso presidencial, el senador Manlio Fabio Beltrones, que además de su propio equipo en la nueva legislatura, donde sobresaldrán María Esther Scherman y Felipe Solís Acero, contará con un subcoordinador en el Verde, su yerno Pablo Escudero Morales).

Peña Nieto contará, a través del Verde, con la telebancada, el grupo de diputados cedidos, a título gratuito u oneroso (y en este caso no se sabe si mediante pago en especie o en efectivo) por el partido fundado por el papá de Jorge Emilio, encargados de gestionar los intereses legislativos de las televisoras que, como hacían los radiodifusores en la época del antiguo corporatismo priista, tenían asientos reservados en el Congreso. Ahora son directamente las empresas más poderosas las que encargaron al para esos fines utilísimo partido dizque ecologista acomodar a sus diputados.

En la colección de benefactores que Peña Nieto logra cada día no hay que desestimar a miembros de los órganos electorales. Por lo pronto, en el IFE ayer estaba por desecharse la queja presentada por el PAN contra el gobernador mexiquense, que se mostró activísimo en diversas fases y espacios del proceso electoral. Pero donde muchos vimos promoción personal contraria al artículo 134 constitucional, uso de recursos públicos y ostensible presencia ante las cámaras más allá de lo noticioso, por un extraño estrabismo en el IFE no se vio nada.

Cajón de Sastre

Durante 33 años el abad de la Basílica de Guadalupe Guillermo Schulenburg instauró una gestión administrativa del mayor templo mariano de México que fue muy rentable para la Iglesia y para su provecho personal. Nunca recibió un reproche por ello, de parte de sus superiores, los tres arzobispos primados de México bajo los cuales sirvió. Ni siquiera se le amonestó, tampoco, cuando declaró en 1990 al poeta Javier Sicilia su convicción de que Juan Diego era más un símbolo que una realidad. Sólo se le depuso de su cargo seis años más tarde cuando planteó la inconveniencia de beatificar al macehual ante el que se apareció la Guadalupana. Ése fue el pecado que explica el abandono de la jerarquía eclesiástica a la hora de depositar sus cenizas en la basílica de que más abad fue gerente.

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